Despertar

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II

El sol salió más temprano de lo habitual, el rey Arthur despertó con su crepúsculo y vio que la reina no estaba, tampoco la pila de libros que había sacado de la Biblioteca antigua. No estaba pensando claramente ya que la sangre aún no había llegado por completo a su cerebro. Después de un rato cuando la curiosidad le picaba, decidió vestirse y salir a buscar a su reina y preguntarle que había hecho con el monton de libros que dejó en el dormitorio. El rey un poco desconcertado y distraído, notaba que había una multitud en el centro de la ciudadela de Asig.
Decidió acercarse por si de casualidad se encontraba a su mujer merodeando la noticia. Lo que se encontró lo dejo totalmente helado. La gente hacia mucho alboroto y gritaba por todas partes, pero como un rayo de luz en una oscura cueva se develó la razón de la multitud. Era la reina, estaba colgada con una soga atada del cuello desde una bandera de la nación de Asig. El rey se arrodillo y intento llorar pero del asombro ningún sentimiento se asomaba. El rey subió hasta la bandera y la bajo, se arrodillo y tomó su corona se la coloco a la joven Isabel en su cabeza. En ese momento la multitud que antes se encontraba muy precipitada cayo en un silencio profundo.
-Salve a la reina. -Dijo el rey con un pesar neutro- una gran mujer y gran persona. Todos los que se encontraban en el lugar, desde niños hasta ancianos se arrodillaron por respeto a la dama que alegraba los corazones de cada persona de los alrededores. Arthur tomó el cuerpo en su brazos lo abrazo y la subió en su hombro. Para dejarla ir en la orilla del mar como ella hubiera querido.
-Adiós querida Isabel. Dijo el rey bajando la mirada mientras empujaba el cadáver hacia lo infinito del mar.

Arthur se dirigió de nuevo al castillo para dar la triste noticia a sus dos hijos, pero mientras caminaba hacia su castillo. Notó que alguien de túnica negra lo seguía unos cuantos metros atrás. Arthur lo arreo hasta un lugar más calmado y sin gente que pudiera observar. Ya con suficientes problemas, tomo y desenfundo su espada y la postró en la garganta de aquel misterioso hombre sin cortar absolutamente nada de el.
-¿Que quieres? Dijo el rey con voz gruesa
-Vengo a advertirte sobre los libros... El rey se había olvidado por completo de aquellos libros viejos.
-¿Que sabes sobre los libros?
-Están malditos -dijo el hombre con voz muy muy baja. El rey era un hombre que tenía los pies sobre la tierra no era una persona que creía en Fantasmas, demonios ni nada por el estilo.
-¿Como que están malditos? -dijo aguantando la risa
-Puede burlarse todo lo que quiera señor, pero al menos le advertí sobre el peligro que corre quien sea que haya leído alguno de esos libros. El hombre se alejo de la punta de la espada del rey y dijo
-Suerte -con una mirada que solo el mismísimo lucifer podría lanzar.

Regreso al castillo y no sabía en que pensar, si en su mujer ahorcada o en el hombre que dijo que estaba maldito, si es así ¿también sus hijos por haber oído la historia? Que había pasado con su mujer por que se había suicidado, extrañamente el rey no sentía pena por la partida de su mujer al otro mundo, solo se sentía solo.

Llegó a su hogar y sus hijos lo esperaban con otro libro en sus manos y preguntaron.
-¿Nos lees este?
-Lo siento hoy no -Dijo el rey- su madre... Es fue de viaje a donde sus hermanos en Fhelher.... No tuvo el valor para decirles lo que había pasado. Pensó en leer el libro, por que si el no había muerto al leerlo y sin en el caso de que Isabel hubiera leído alguno, ¿Por qué no morí yo primero?
"Son estupideces" pensó el rey.
El rey se preocupaba por tener que decirle a sus hijos que había pasado con su madre, era una tortura. Pero el rey olvido un detalle muy importante,
¿De donde sacaron sus hijos otro libro? si su madre se los había llevado. El rey ignorando los detalles tomó el libro que se llamaba "Despertar".

Este libro fue escrito por Aaron el inmortal.

Era noche estrellada y tranquila con una gran luna, la Típica noche en la que si dejas caer un alfiler su sonido retumbaria la casa.
Me encontraba por la ciudad de Zexth, había bebido un poco de alcohol pero no lo suficiente para estar ebrio. Me fui hacia mi hospedaje en Zexth y tome el libro que me había dado un viejo amigo, Malfarthezget, me había otorgado un libro de hechizos muy peculiar. En la última página decía, "Nuntius" y en la descripción del hechizo decía "Reveló al destello de Levana". Por suerte de mucho de lenguas y recordé que hace miles de años antes de El Atium, había un lenguaje muy viejo, lo llamaban latín, levana significa luna. Reveló a la luz de la luna. Tome le libro y aproveche para conjurar el hechizo Nuntius. Abrí el libro y dibuje una luna casi perfecta a pulso y dije las palabras "De lo más recóndito, desolado y frío espacio la reina levana se alza por el reflejo de su hermano y revelan los secretos escondidos en mi", fue cuando pude notar que el libro empezaba a tomar un brillo que al principio era casi invisible, pero con el pasar de los segundos se conviertio en un brillo fuerte y resplandeciente. El libro dejó de brillar y se cerró instantáneamente. Tenia miedo de abrirlo, podría haber cualquier cosa, espere un poco y lo abrí un poco descuidado y note que había una página que podía moverse completamente, en la página habían palabras volando, se veían personas llorando y matando, había una especie de representación de como los demonios se llevaban su alma, al instante sentí una gran tristeza, como si la vida en el mundo hubiera sido exprimida, como si todo fuera color gris, en medio de la tristeza sentí un sueño incontrolable, me pesaban los párpados, intente contener el sueño pero este me gano. Fui llevado a otro lugar pero el problema era saber si estaba en un sueño, en una pesadilla o estaba tan despierto como un búho.
El lugar al que fui llevado era un bosque, muy oscuro debido a la densidad de los árboles, miré hacia todos lados buscando una salida del frondoso bosque, buscando encontré a un hombre con una capa blanca, me le acerque para preguntarle que hacía allí, pero al momento de acercarme vino hacia mi y me preguntó
-¿Sabes que hora es?
Yo muy confundió dije.
-No, no lo sé... Pero el hombre repitió
-¿Sabes que hora es? -mientras de alejaba lentamente. Seguí caminando buscando mi muerte, mi despertar o lo que sea que haya fuera de él maldito bosque, caminando por horas encontré un hombre muy delgado me acerque y le pregunte.
-¿Tienes hambre? -pero el solo me respondió
-¿Sabes que hora es? Yo estaba muy confundido así que corrí lejos de él hasta perderlo de vista, corrí hasta que no podía más, mucho rato después en el frondoso bosque vi a lo lejos que entre algunas ramas y troncos que había una cabaña, rápidamente corrí hacia la cabaña mientras anochecía rápidamente, cada vez que me acercaba más a la cabaña se ponía más oscuro, casi llegando note que ya casi ni podía ver mi destino, empecé a escuchar voces que me hablan en dialectos desconocidos, ni siquiera yo con mi experiencia en muchas lenguas pude entender que clase de mórbido lenguaje era ese, llegué a la cabaña y las voces continuaban cada vez se oían más fuertes, cuando abrí la puerta de la cabaña las voces pararon y me sentí muy aliviado, entre a la cabaña y parecía que alguien vivía ahí, estaba todo desempolvando y muy organizado, en la chimenea había un gran y avivado fuego, lo que me llevó a pensar que quizás podría encontrarme con alguien, en una esquina de la cabaña había una espada tan bien colocado que mi cerebro me incitaba a que la tomará, eventualmente lo hice, esta espada tenia cerca una vaina con un correaje muy fino, pasaron las horas y decidí tomar una siesta pensando que todo era un sueño y que mañana estaría mejor.

Abrí los ojos por que por una rendija me llego un rato de sol, lo primero que vi al despertar era a los dos hombres que había visto el día anterior repitiendo lo mismo de siempre "¿Sabes que hora es?". Me estremecí por que pensé que cuanto tiempo habrían estado mirándome mientras dormía.
-¡¿Que quieren?! -Dije un poco exaltado.
-Queremos la hora -dijo el de la capa blanca.
-¿Sabes que hora es? Pensé que si querían la hora pues les daría la hora.
Recordé que un rayo de sol me despertó por una rendija así que decidí salir de la cabaña para ver el sol, note que el frondoso bosque había desaparecido, cada uno de los árboles estaba talado, se podía apreciar un sin fin de árboles talados. Pensé que era algo bueno pues ya se veía el sol y podía hacer un reloj y decirle la hora a los malditos bastardos esos. Tome unos cuantos palos y los coloque bien posicionados para armar un reloj de sol, cuando lo estaba montado escuche.
-¿Sabes que hora es?
-¡Ya basta! Termine el reloj de sol y esos dos seguían preguntando que hora era.
-¿Sabes que hora es?
-¡Es la 1, Es la maldita 1! Fue entonces cuando esos dos se quedaron pasmados abrieron sus túnicas y de estas salió una gran cantidad de cuervos, mientras salían los cuervos empecé a sentirme cansado tan cansado que empecé a dormirme, eventualmente caí adormecido.
Al despertarme me encontraba en la casa de un amigo, la casa del viejo Malfarthezget, era un gran hechicero, era del linaje de los magos blancos, el siempre me decía que lo llamara Malf. Desperté en la casa de Malf y no vi a nadie al rededor, si dejaba caer un alfiler el eco retumbaria en toda la casa, decidí ir a buscar a Malf a su habitación, subí y abrí la puerta del cuarto de Malf, me sorprendió al verlo sentado en una esquina de la habitación con la cabeza agachada, me dijo.
-Aaron -Con voz ronca- ¿Acaso sabes que hora es? Fue en ese entonces cuando todo se torno raro, las paredes se empezaron a rajar sin nadie que lo hiciera, estaba confundido, no sabía que pasaba, el piso temblaba mientras que Malf solo decía una y otra vez "¿Sabes que hora es?, ¿Sabes que hora es?". En estos momentos sigo en esta casa, aún tiemblan las paredes, y Malf aún repite la misma oración, cada vez hay más horrores, no se si estoy despierto o estoy soñando, por eso escribo esto, por si alguien lo encuentra, para que no se olvide mi nombre. Yo soy Aaron el inmortal, príncipe de Asig, héroe de Zexth.

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