🌟Capítulo I🌟

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Vaitiare me sacó de la playa después de darme ropa de humanos. Me llevaba a un sitio alejado donde había una máquina de metal muy grande con cuatro ruedas, yo no sabía lo que era y ella al ver mi cara de preocupación se rió.

—Se llama coche y sirve para movernos de un lado a otro. Te sorprenderías de lo malo que es para el medio ambiente, pero es muy bueno para ahorrar tiempo de desplazamiento.—me abrió la puerta delantera y me senté en una butaca incómoda.

Tuve decidido que los coches no eran de mi agrado cuando mi tía se sentó a mi lado. Observé como metía una llave en una cerradura y la máquina se ponía a rugir, me entró el pánico, pero intenté serenarme. Era la futura reina del clan de las sirenas rojas, no podía dejarme intimidar por un cacharro humano.

Vaitiare hacía mover el coche con una destreza asombrosa, solo había visto a otras sirenas con esas maniobras de brazos y eran las cocineras de mi reino. El auto iba por una carretera, así la llamó ella, y al ser de noche no vi mucho detalle de lo que nos envolvía. Solo sabía que estábamos al lado de la costa porque lo noté en el ambiente, es lo que tenía ser una sirena. Esa conexión espiritual con el océano.

—Estamos en la costa de Hawaii en Hakalau para ser exactos, en las aguas de tu reino. Una ciudad bonita, pero pequeña.—dijo mi tía sin apartar la vista del asfalto.

Cuando me habló me fijé en que tenía arrugas de expresión cerca de los labios y en la frente. La veía más mayor que la última vez que la vi, que fue cuando mi padre murió. Su visita fue muy corta, aunque me acordaba que había estado distante y lejana. Solo me dirigió la palabra una vez y para decirme que lo sentía mucho. Seguí fijándome y tenía la misma expresión seria que solía tener mi padre cuando estaba concentrado y para mis adentros recuerde que eran hermanos; Vaitiare y Aukai.

Mi tía tenía el pelo rubio fuera del mar y unos ojos grises, aparentaba unos cuarenta años humanos, pero en realidad tiene muchos más como sirena. Siempre fue una sirena hermosa, pero cuando tenía viente años de sirena se fue al mundo de los humanos para hacer la prueba y nunca volvió, era lo que había dicho mi padre cuando preguntaba por ella.

Pensar en mi padre me puso triste.

—Tengo un apartamento cerca de aquí donde se ve el mar desde el balcón para que te sientas en casa. Además tengo una cafetería.—me miró a los ojos.—es un sitio donde los humanos comen, tu podrás trabajar ahí ayudándome.—sonó interesante y a la vez aterrador, yo lo que había pretendido era tratar lo mínimo con los humanos.

—Lo que quieras Vaitiare, estoy a tus órdenes. —miré por la ventana y las luces pasaban a toda velocidad.

—No me digas eso, eres mi invitada además de mi sobrina. Quiero que puedas contar conmigo para todo. —me sonrió de forma cálida y serena; en el fondo me recordó al mar en su tranquilidad y amabilidad.

Un secreto entre olas y arena (Pronto en físico)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora