Un largo día

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Trini's POV

Sentí la yema de su pulgar rozar mi labio inferior, entonces subí la mirada y me encontré con sus ojos cafés, profundos y con una expresión que no lograba descifrar. Su aroma, dulce y embriagador, adormecía mi capacidad de pensar, de moverme...de funcionar. Entonces, su vista viajó a mi boca y acto seguido mordió su labio; yo perdí la poca cordura que me quedaba.
La vi acercarse, lento, mientras su mano se posaba entre mi cuello y mi cabello, yo aún sin salir de mi estado aparentemente catatónico. Se detuvo cuando nuestros rostros estuvieron tan cerca, que podía sentir lo tibio de su respiración sobre mi piel.

- Kim...- Susurré casi inaudible, sin saber qué decir realmente. Esperé unos segundos y no hubo respuesta, por lo que me decidí por fin a volver a mirarle. Ella sonrió, satisfecha, como si eso fuera lo que esperaba, entonces y de manera fortuita, cerró la distancia entre nosotras.
Mi cerebro tardó en registrar lo que estaba sucediendo, pero cuando finalmente entendió, cerré mis ojos, dispuesta a disfrutar de aquel momento, uno que ansiaba en secreto desde que la conocí.
El beso comenzó tierno, lento, pero fue escalando conforme pasaban los segundos.
Sin darme cuenta, su mano libre había alcanzado mi cintura y acercaba mi cuerpo al suyo, al tiempo que sentía la punta de su lengua delinear mis labios, casi pidiendo permiso para entrar. Sin pensarlo, accedí.
Mi cuerpo comenzó a reaccionar y por inercia se abrazó aún más al de ella, entonces pude notar una sensación extraña en la parte baja de mi vientre, un calor que nunca antes había experimentado, el cual se incrementó cuando Kimberly dejó mis labios para besar mi cuello.

- Mm...- Me escuché gemir por lo bajo al momento de sentir una ligera mordida entre mi cuello y la clavícula, mientras sus manos empezaban a repartir caricias por debajo de mi playera, recorriendo mi abdomen, cintura y espalda. Nunca me había sentido mejor en mi vida...

  Desperté con el sonido de la alarma, apagándola de inmediato por mero instinto.
Mis ojos clavados en el techo de la habitación, la respiración ligeramente agitada, una fina capa de sudor que cubría mi frente, aún el calor en mi bajo vientre y una humedad extraña entre mis piernas dejaban en evidencia la peor broma que mi subconsciente podía haberle jugado a mi cuerpo.
Cuando caí en cuenta de la situación, me senté de golpe en la cama y cubrí mi rostro con la palma de mis manos, dejando salir un profundo suspiro lleno de frustración y molestia. Aquel sueño se había sentido demasiado real y las emociones ahora recorrían mi diminuto cuerpo atropellándose entre sí.

¡Agh! - Exclamé y me puse de pie, tomé una toalla y me dirigí al baño. Rápidamente me desnudé y entré a la ducha, abriendo la llave del agua fría. La dejé correr un buen rato, hasta sentir aquel calor abandonar mi cuerpo y mi mente relajarse un poco. Distraje mis pensamientos lavando mi cabello y decidí salir.
Mi outfit para ese día constaría de unos blue jeans rotos, bototos color mostaza, una camiseta gris y una chaqueta a tono con los zapatos. Dejé mi cabello suelto y me maquillé lo necesario.
Una vez lista, tomé mi bolso, bajé casi corriendo las escaleras y salí de casa, necesitaba con urgencia un poco de aire fresco para poder pensar claro, o mejor aún...no pensar en lo absoluto.
Miré mi reloj y aún tenía bastante tiempo para llegar a la escuela, por lo que decidí caminar. Me puse los audífonos, subí el volumen y partí.
De camino, intentaba prepararme psicológicamente para ver a Kimberly luego de aquel sueño, pues sabía de antemano que no sería fácil, si no más bien incómodo; si, esa era la palabra.

Al llegar, no vi a ninguno de los chicos, por lo que me limité a dirigirme a mi salón. Entré pasando totalmente desapercibida, como siempre; seguía siendo invisible.
Me senté al fondo, como de costumbre, tiré mi bolso a un lado y cuando volví a dirigir la mirada hacia adelante, ahí estaba ella, sonriéndome de medio lado y saludando con su mano, sentada ya en su pupitre de siempre. Le dediqué un intento de sonrisa como respuesta y para mí suerte, en ese preciso momento entraba el maestro de biología, por lo que tuvo que volver a fijar sus ojos en el pizarrón.
Demás está decir que no logré concentrarme durante la clase y que internamente rogaba porque nunca terminara -eso era nuevo-, no quería tener que mirarla a los ojos.

Va a ser un largo día...

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