Mar Dothraki

2: El príncipe y el hijo de la cortesana (Parte uno)

Phichit corrió por los largos puentes que unían una isla con la otra mientras miraba a lo lejos como empezaba a anochecer y cerraba su capa oscura sobre su cuerpo, no queriendo que ningún Jaque* viera su jubón amarillo y pensara que estaba dispuesto a tomar un duelo, porque ciertamente en otras noches lo estaría, pero en ese momento tenía otros planes que estaban relacionados a uno de sus mejores amigos. Subió unas escaleras de dos en dos y caminó otro poco, hasta llegar a una casa de apariencia opulenta donde un hombre se encontraba parado junto a la entrada, un alfa bastante alto que le lanzó una mirada amenazante cuando le notó acercarse, cruzando su larga alabarda en la puerta para impedir el paso.

— Mi nombre es Phichit Chulanont, soy amigo de Yuuri Katsuki. Estoy seguro de que si le pregunta a Lady Katsuki me dejará pasar –resuelto, el alfa más joven le sonrió al hombre, que luego de dudar unos segundos, movió la alabarda y le permitió a pasar, a lo que el chico desfiló por el elegante vestíbulo del hogar de Lady Katsuki, también conocida como El Diamante Negro, una de las cortesanas más poderosas de todo Braavos, que se había reservado la identidad del padre de su único hijo, Yuuri, el primer hombre y alfa nacido en la familia en muchísimos años.

— ¡Ah! ¡Phichit! –aunque realmente no lo pareciera. Yuuri, al igual que él, no era de estatura muy alta, pero tenía la piel muy clara, los ojos marrones, el cabello negro y un rostro armonioso y suave, además poseía una personalidad conciliadora y tranquila, nunca sintió interés por convertirse en un Jaque como muchos alfas jóvenes y aunque era un experto en la danza del agua* nunca se había batido en duelo con nadie, y ciertamente casi podría sentir pena del pobre diablo que se le ocurriera desafiar en un duelo a su mejor amigo.

— ¿Es cierto que el príncipe de Poniente tiene la intención de solicitar los servicios de tu madre? –Yuuri le miró, sus ojos parpadeantes ante aquella información, terminando de bajar por la escalera de granito por la cual había divisado a su amigo, ladeando la cabeza.

— Sí. Será recibido por una comitiva de nobles acá en Braavos y envió antes a un mensajero para pedir los servicios de madre. Pero no es la gran cosa.

— ¿Qué no es la gran cosa? ¡Hace mucho tiempo que ningún rey o príncipe de Poniente ha pedido los servicios de una cortesana! ¡Y tu madre es la afortunada!

— Madre es una cortesana, Phichit. Quien debería sentirse afortunado de estar en su presencia es el príncipe de Poniente, no ella.

Phichit suspiró, sin agregar nada más. Él era el hijo de un comerciante opulento que había viajado por todo Essos* y también había llegado a Poniente, lugar donde su padre conoció a su madre, una hija ilegitima de un noble en Dorne, el reino más árido de Poniente y justamente de ella había heredado su cabello lacio y sus ojos grises, así como también el conocimiento del idioma común y de la cultura de los habitantes de Dorne, enriquecida luego con las experiencias que había ganado al viajar con su padre a puertos más cercanos a Braavos, por lo que sabía lo importante que era tener un rey como el de los siete reinos en su presencia, no así Yuuri, que pocas veces había salido de Braavos, quienes a pesar de tener un Señor del Mar que gobernaba la ciudad, era elegido por las personas más importantes de la localidad.

E incluso un Señor del Mar no podía decir nada si la cortesana que deseaba se negaba a atenderlo, ellas estaban por encima de todos ellos, y aunque no ostentaban ningún puesto de poder, eran bien conocidas algunas que se encargaron de volverse las favoritas de miembros prominentes de la sociedad Braavosi e implementaron cambios que solo les dieron más estatus y prestigio, haciendo que en la actualidad las cortesanas fueran joyas caras a las que pocas personas podían acceder.