2. A TRAVÉS DE LA PUERTA.

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-¡Oh, ahora que haré!- suspiro fuertemente.

-Estas muy triste, pero que te pasa.- era una puerta quien le hablaba a Hyoga.

-Oh, mi conejo blanco se ha ido.

-¿El conejo blanco?- preguntó exaltado.

-Muy hermoso, su piel toda blanca, con enormes orejas blancas, con un chaleco verde muy hermoso y un traje blanco.- las lágrimas salían de los ojos celestes del joven.

-Ha pasado sobre mí, a entrado al país de las maravillas.

Hyoga miro a la puerta esperanzado, acercó su mano a la puerta de mediano tamaño.

-Pero tú no puedes pasar por aquí.- le dijo con aires de grandeza.

-¡Por favor! ¡Yo lo amó!

-¿Qué dices muchacho? Muchos quieren al conejo blanco, por su hermoso reloj y por ser el consejero del Rey Rojo.

-¡Pero yo lo amó!- volvió a decir.

La lágrimas eran más grandes y brillantes, lloraba como un niño, lloró como nunca, hacía tiempo que había llorado de esa manera pero no lo recordaba.

-Vamos, vamos muchacho.- dijo la puerta mediana.-Anda toma algo o esas lagrimas estarán secas después de un rato.

Hyoga abrió una botella, la bebió un poco y puso un gesto extraño.

-¡Aghhhgg! ¡Esta amargo!

Pero se hizo más grande, al verse su expresión de niño regreso y comenzó a llorar y esta vez las lágrimas eran más grandes.

-¡Yo no quería crecer, yo no quiero crecer!- gritaba con el alma.-¡Yo no quiero crecer!- esa frase ya antes la había dicho pero en verdad era un cabeza hueca.

-¡No no llores muchacho!

-¡Mi conejo blanco!- repetía mil veces.-¡Yo quiero a mi conejo blanco!

-¡Oh, niño! ¡Mira niño tu traje era hermoso! Ahora esta húmedo, todo arrugado que dirán de tí.

-No me importa. ¡No me importa! ¡Yo quiero ver a mi conejo, Yo lo amo en verdad! ¡No quiero que se valla, a él si lo amo, lo amo tanto!

Y sintió como su voz se secaba, no recordó que aquella agua de la botella era amarga, la bebió otra vez, pero era otra botella, muy dulce, muy dulce.

Y solo bebió un poco, cuando se hizo pequeño. Metiéndose dentro de la botella de cristal. Viendo que había llorado tanto que casi media habitación estaba en un mar y la pobre puerta casi ahogada.

La botella entro dentro de la boca de la perilla, saliendo en un verdadero océano tan extenso. La botella se tambaleaba y Hyoga la equilibraba, hasta oírlos.

-¡Navegando, navegando, que la tierra aun lejana esta! ¡Navegando, navegando, que la tierra aun lejana esta!- era un ave enorme blanca, sentada sobre otra ave negra y empujados por una ave de colores.

-¡Esa voz es la de Seiya! ¡Oye Seiya!- pero se dio cuenta que eran unas aves muy extrañas.-¡Hey!

-¡Meren tierra! ¡Tierra a la vista!

-¿Por dónde señor?- le pregunto el ave de colores, el ave blanca señalo el camino y siguieron su paso sin dejar de cantar felices y sin dejar de ignorar a Hyoga.

-¡Hey!- grito de nuevo y la botella se giró de manera violenta.

El agua le llegaba al cuello. Hyoga trato de salir, y cuando lo logro su sorpresa fue que su cara se estrelló contra la arena.

-¡Vamos muchacho! ¡Mira tu traje! ¡Nadie te querrá si esta todo arrugado y húmedo! ¡Vamos corre para que se seque! ¡Vamos muchacho, corre!- el ave blanca le daba órdenes.

-¿Pero por qué correr?- y la marea ahogo su pregunta, sin darse cuenta estaba corriendo detrás de aves y detrás de él estrellas de mar.

-¡Vamos corre muchacho!- y la marea subió.

-De que sirve esto si el mar regresa.

-Mira muchacho, yo ya corrí y estoy seco.- pero el ave estaba en una piedra, ni una gota de agua mojaba sus pies.

-¡Pero. Pero!- lo empujaban las estrellas de mar

La marea subió, esta vez fue un poco más grande la ola, debajo del agua lo vio, al señor Conejo que corría en cámara lenta.

¡Oh tan hermoso que era! ¡Oh, debajo del agua su piel delineaba hermosos colores! ¡Debajo del agua sus ojos eran dos esmeraldas perdidas y las más valiosas del mar! ¡Oh, debajo de agua el movimiento de sus piernas era tan lento que el nadar de Hyoga era como una red contra un pescado! ¡Oh, tan hermoso que el mar hacia que los brazos de Hyoga se dieran cuenta lo cercano que era tenerlo!

La marea bajaba.

-¡Señor conejo!- le grito y...

El corazón de Hyoga latía a una velocidad increíble, aquel conejo blanco lo miro por unos segundos y se dio cuenta como las mejillas blancas de aquel conejo se hacían rojas.

-¡Es muy tarde!-fue su respuesta y a paso veloz se fue.

Hyoga empujo a todos, todos perdieron el equilibrio y persiguió a su conejo blanco. Ocultándose en un bosque.

-Muy extraño, un bosque que da al mar.- pensó y al hacer eso, perdió a su querido señor conejo.

Las lágrimas parecían invadir a Hyoga, quien lo buscaba desesperadamente. Por aquí por allá, sin darse cuenta que dos muchachos le seguían imitando cada uno de sus movimientos. Y rápido los vio, pero claro ellos querían jugar.


Hyoga en el país de las MaravillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora