El Inicio de una era

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ºTras la caída del Olimpo conocido, los dioses decidieron darle una segunda oportunidad a la humanidad. Las reglas para este nuevo mundo, Arcanus, han sido claras: la sangre y el territorio deben respetarse. Así pues, ni el cielo, ni la tierra, ni el infierno podrán juntarse jamás, y mucho menos, seres nacidos con la misma sangre podrán voltearse a ver con amor de verdad.

En la antigüedad esas permisiones de sangre y territorio llevaron a la destrucción del mundo conocido, de allí que la única manera que tuvo Aramedus, el jefe de Arcanus, para preservar la tierra hasta hoy conocida, fue ser severo con sus reglas y no permitir que nadie por más poderoso que fuera, saltara su mandato. No obstante, no contó con que nacería Khifáh y escrito en su destino estaría, que aun desafiando la ley se enamoraría de Ragnerus el heredero del inframundo.

¡Cielo e infierno juntos otra vez!

No hay amor posible entre estos territorios; para seguir con vida en el mismo estatus, es necesario que nunca se vean con amor; sin embargo, los dioses saben de los caprichos divinos y si acaso alguien osa quebrantar la ley, habrá un castigo severo: de nuevo todo terminará.

Solo Khifáh podría romper la ley, solo Khifáh podría desafiar a Aramedus.

***

Arcanus. Año 3044

Pacientemente peinaba su cabello, observaba la expresión seria y poco animada que se proyectaba en el espejo. Llevaba tantos años comportándose de la misma manera, que se le hacía extraño que su rostro pudiera exhibir una mirada más paciente o sus labios, pudiesen curvarse en una sonrisa sincera. Terminó su arreglo personal y con el aire de gran señora que la caracterizaba emprendió su camino hacia el oráculo, un trabajo que podía ser divertido para muchos, pero que representaba la más pesada de las cargas, no en vano tenía en sus manos el destino de todo ser viviente nacido y por nacer. Los hilos de la vida y el destino dependían de ella.

—¡Khifáh!- El grito histérico de Emelitha la sacó de su abstracción. Se giró en sus talones y la observó con detenimiento. Era una joven bella, algo impulsiva y con poco tacto, pero muy buena aprendiz, y eso era lo que realmente valoraba, —¿A qué viene tanto desespero, muchacha?- Emelitha tomó aire, llevaba corriendo la eternidad entre la casa de Astrus y la residencia colosal de Khifáh, —¡no hay retorno, no hay manera de salvarnos!- Las palabras de Emelitha salían a borbotones, sus ojos se llenaban de lágrimas por momentos, el aire le faltaba y cuando aprovechaba para respirar, Khifáh suspiraba algo cansada ante la alocución histérica de la jovencita.

—¡Déjalo!- Gritó Khifáh levantando las manos para callar a la muchacha, ya roja de tanto hablar. —¡Pero si nos vamos a morir! Khifáh suspiró cansada y negó vehemente, la muerte de los dioses no estaba escrita, ella lo sabía con mucha pena, pues en cientos de ocasiones había deseado dejar de existir, perderse en otro mundo en el que su pecado no existiera y su corazón ya no sintiera.

—¡Hace años acabó el mundo, me lo dijo el gran jefe- Khifáh sonrió, —¿Astrus? Rió con ganas, —omitió un pequeño pero importante detalle, mi querida Emelitha, puede acabarse todo lo creado, menos nosotros, así que, ¿cuál es tu preocupación?- Emelitha bajó la mirada y se fijó en las hermosas zapatillas de cristal que usaba Khifáh, —¿a ti no te importa? Digo...Creí que...- Khifáh levantó la mano para acariciarle la mejilla, —dejaron de importante el mismo día en que me los arrebataron, así es la vida, entiéndelo-

Por un momento pareció que se había afectado y que en su rostro se leía la tristeza. Suspiró acomodando sus pensamientos y sin mirar atrás, sin ningún atisbo de dolor, caminó hacía su espacio de trabajo, un despacho lujoso que podría pasar por oficina empresarial, cuando en realidad era el centro de operaciones de la existencia, de norte a sur, de oriente a occidente, Khifáh tenía en sus manos el camino de todos, hasta de aquellos que no creían en ella y su orden superior.

ArcanusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora