UN ENCUENTRO SOBRENATURAL

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Volverla a ver, ese era su más grande anhelo, perderse en sus ojos, suspirar con sus anhelos, beber el almíbar de la más deliciosa fruta en sus labios, volverla a amar; todo un deseo escondido bajo su piel, latiendo dentro de su corazón alocado, pero imposible de realizar, le seguía estando prohibida y ahora más que nunca pues peligraba su triunfo, si la maldición se cumplía sería el averno quien se llevara más almas y el escalafón de deidades cambiaría de orden; sería él, el dios supremo, no Astrus.

De nuevo estaba en sus manos, si Khifáh decidía intervenir en el camino de Liliah y Marcus, el mundo seguiría su curso y él tendría que soportar continuar bajo las reglas de Astrus. Pensar en Astrus le produjo dolor de cabeza, odiaba a ese maldito dios por tener a Khifáh, como él no podía tenerla, pero encontraría la manera de salir triunfante y conseguir, aunque fuera por una sola noche, a su bella Khifáh.

Alejó los pensamientos de su mente y se puso en marcha, sus poderes le permitían vivir la vida que eligiera, y eso incluía la mejor casa, el auto más adecuado a su posición y el dinero a manos llenas para no preocuparse por las trivialidades a las que los seres humanos estaban sometidos. Caminó con Lethus por una zona muy cotizada, llena de cafecitos y tiendas de postres muy apetecibles, observó como una pareja compartía un trozo de pastel y pensó en que si su ambición hubiese sido menor, podría haber tenido a Khifáh.

—¿Todo bien, maestro?- Ragnerus dejó que su expresión marcara un rictus severo, —¿por todo esto es que luchan?- Lethus asintió cautelosamente, sin saber a qué era lo que realmente se refería su jefe, —humanidad conformista, pudiendo tener más- Lethus, aceptó un volante informativo de algún restaurant carísimo y volvió a asentir.

Dispuestos a continuar su paseo por las calles bien arregladas de esa zona en la que él había decidido pernoctar, se fijó como de pronto todo oscurecía y el cielo exhibía nubes grises que solo se iluminaban con los repentinos rayos que a veces alguien de un nivel superior a él, lanzaba. Posó su mirada en el perfecto manto gris y azul y exhaló enojado; hacía muchos años, demasiados, que no miraba hacia arriba y podía observar ese lugar privilegiado del que él no hacía parte.

—Parece que alguien en el Altísimo cielo, no está muy contento- Lethus suspiró, buscando donde resguardarse, la lluvia empezaba a caer con violencia y a Ragnerus parecía no importarle, —me temo, Señor, que lo mejor será buscar abrigo- Lethus corrió bajo un árbol frondoso que no supo distinguir de qué familia era, mientras Ragnerus se mantenía con los pies anclados al suelo sin quitar la vista de un portal elegante y suntuoso que se abría para recibir un auto de gama alta, último modelo color blanco.

El auto se detuvo justo en frente de la preciosa mansión, la puerta del lado derecho se abrió dejando salir a una bella muchachita, Emelitha, pero muy confundida, mientras del otro lado, descendía una mujer absolutamente hermosa, madura y con expresión de superioridad, se trataba de Khifáh, quien observaba a su alrededor con total tranquilidad, como si la lluvia no pudiera tocarla, y es que casi así era.

—¡Khifáh!- murmuró casi comiéndose las letras que pronunciaba, la mirada horrorizada de Lethus, no sirvió para aclarar el panorama que ya se pintaba frente a sus ojos, —¿así que seremos vecinos?- Lethus comentó que no era buena idea que estuvieran tan próximos, sin embargo los planes de Ragnerus eran otros, —claro que lo es, ella nos llevará a Liliah y a Marcus, sin el mayor esfuerzo, como nos gusta, mi querido Lethus-.

El consejero no estaba muy de acuerdo con su jefe, sin embargo, dado su rango no podía ni siquiera emitir su opinión al respecto. Suspiró y desandó algunos pasos hasta quedar junto a Ragnerus, quien no le quitaba la mirada de encima a Khifáh. No se necesitaba ser muy sabio para intuir lo que Ragnerus imaginaba al ver a la bella diosa.

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⏰ Última actualización: May 01, 2017 ⏰

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