Capítulo 3

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Aunque no lo crean, yo no hice nada para que Julián y Alma se encuentren. Llamémosle destino, casualidad, fuerzas del universo; pero no fui yo. A veces pienso en la cantidad de veces que podrían haberse cruzado; sin embargo, tenía que ser en ese momento. Y sin mi intervención.
-Esa canción…-dijo Alma señalando el brazo de Julián.
Él la miró un poco espantado, pero al ver sus ojos llenos de lágrimas entendió que algo pasaba.
-Es un tema de…-dijo él.
-Stevie Wonder- dijeron juntos.   
-¿Lo conocés?- preguntó Alma.
-Sí, de memoria. En realidad no entiendo nada de inglés, pero esta canción en particular significa mucho para mí y me la tradujeron. ¿Vos sos fanática de Stevie?
-En realidad, mi marido era bastante fanático y esta canción también significaba mucho para los dos.
-¿Y por qué hablás en pasado? ¿Se enojaron con Stevie y dejaron de seguirlo?- dijo Julián, intentando hacerse el gracioso.
Pero ella no respondió. Bajó la cabeza y cerró los ojos para no llorar.
-Ay perdón- dijo él- sólo quería hacer un chiste. Te pido disculpas si te molestó. No sé que habrá pasado, pero va a estar todo bien. Te puedo asegurar que la vida siempre da segundas oportunidades. 
-En este caso no. Mi marido murió hace casi dos años.
Julián no sabía qué hacer. ¿En qué momento se había metido en ese lío? ¿Cómo terminó hablando del esposo fallecido de una chica que no conocía?
-Perdón- dijo Alma-, a veces no controlo mi frontalidad. No quise hacerte sentir mal, discúlpame.
-No, perdoname vos. No tenía idea, dije eso por una experiencia personal que justamente tiene que ver con el tatuaje. Igualmente, si lo pensás desde tu punto de vista, vos sí estás viviendo tu segunda oportunidad.
-No creo que yo tenga una segunda oportunidad. A veces siento que mi vida se fue con él.
-Estoy en desacuerdo con eso. Vos estás aquí, viva, respirando, caminando. No digo que no estés triste por perder a un ser querido, pero tenés tu vida entre las manos y no estás haciendo nada para disfrutarla. Yo estuve a punto de perder la mía, y no podía hacer nada para cambiar eso; sólo ponerme en manos de los médicos y de Dios, el Universo o cualquier cosa que me ayude a volver a vivir.
-¿Puedo saber qué te pasó?
De repente se escuchó la chicharra del subte y una voz que decía “Ésta es la última estación de la línea B, por favor descender de los vagones”. Los dos se habían pasado de sus respectivas estaciones, y ninguno se había dado cuenta. No hizo falta decir nada. Se miraron y lanzaron una carcajada al unísono.
-Mi doctora me va a matar- dijo Julián, riéndose- voy a faltar al control por ir a tomar un helado con la chica del subte.
-Mi hermana también me va a matar porque no fui a…- dijo Alma, pero antes de continuar la frase, se interrumpió a sí misma-. ¿Dijiste “ir a tomar un helado con la chica del subte”?
-Primero decime a dónde no fuiste por conversar conmigo y después te contesto tu pregunta.
- A terapia.
-Ahhh, pero eso lo arreglamos, puedo ser tu terapeuta por un día. Y sí, dije eso. ¿Querés? 
Alma todavía no estaba preparada para esto. Sentía que le estaba siendo infiel a Valentín con el sólo hecho de pensar en ir a tomar un helado con un hombre que no fuese él. Le transpiraban las manos y empezó a tener palpitaciones. Necesitaba salir de ahí abajo. Urgente.
-Perdón, pero no puedo- y salió corriendo.
Llegó a su casa y fue directo al sillón. Se tapó con la manta hasta la cabeza y se largó a llorar. Por un lado, pensaba cómo podía hacerle esto a Valentín; pero por el otro, él ya no estaba hace un tiempo bastante largo, y ella tenía que salir de ese agujero negro en el que estaba sumergida.
Julián se quedó un poco descolocado. Entendía por lo que estaba pasando “la chica del subte”, pero era sólo un helado, ¿qué tenía de malo eso?
El jueves siguiente, ella volvió a subirse al subte. La terapeuta había reprogramado la sesión para ese día, a la misma hora que la semana anterior. La doctora de Julián había hecho lo mismo. Aquí tampoco tuve nada que ver, lo juro. Yo seguía sin saber el vínculo que había entre ellos dos.
Alma iba sentada en un vagón, cuando dos hombres empezaron a discutir bastante fuerte y las piñas no tardaron en llegar. Ella, para resguardarse, caminó dos vagones más y se sentó tranquila. No fue la única que hizo eso, mucha gente comenzó a cambiarse de vagón cuando vio que la policía acorralaba a los dos hombres. Los curiosos de los otros vagones se acercaban a la gente que venía del lado de la pelea, para preguntar qué había pasado.
-Disculpa, ¿sabés qué pasó?- le preguntaron.
Alma levantó la vista. Era él.
-Mentira, no me interesa qué pasó, sólo quería hablarte para saber si estabas bien. La vez pasada no me diste tiempo a decirte que no era obligación tomar el helado. Podíamos tomar café, jugo o un poco de sol, no sé. Lo que vos quieras- dijo Julián, con una sonrisa. Alma también sonrió.
-Sí, ya sé. Perdón. Fue un acto reflejo. Era la primera vez que hablaba con alguien que no fuera mi papá, mi hermana o mis compañeros de oficina. Me bloqueé. ¿Vos todo bien?
-No hay problema, si no querés hablar, te acompaño en silencio hasta terapia.
-¿Cómo sabés que tengo terapia?
-No lo sé, supuse, por el día y la hora. Yo tengo control con la doctora, por eso dije lo de terapia. Casualidad. Aunque si lo pensamos bien esto ya no sé si es casualidad o causalidad. Nos encontramos en el subte dos veces. ¿Sabés la probabilidad que hay de encontrarse con alguien conocido en el subte con tanta gente dando vueltas? Creo que cero- dijo él, riéndose a carcajadas.
Era la primera vez que ella veía una sonrisa con tanto detenimiento, después de Valentín, por supuesto. Era pura ternura y transparencia. No le daba miedo estar con él aunque no sabía ni cómo se llamaba. Sus ojos le decían que era buena persona.
-Puede que tengas razón- contestó ella- capaz el destino nos está jugando una broma.
-O nos está dando la oportunidad de conocernos. Creo que tendríamos que hacerle caso.
-¿Vas a seguir insistiendo, no?
-Sólo por esta vez.
Alma suspiró y lo miró a los ojos.
-Está bien, pero ahora no. Mi terapeuta me va a matar de verdad si vuelvo a faltar a la sesión. Además vos tenés control, así que tendría que ser después o mañana.
-Mañana sería perfecto.
Al final fueron a la plaza cerca de la estación de subte, ella se compró un café y él compró medialunas.
-¿No tomás nada?- preguntó ella.
-Sí, traje el mate en la mochila.
-¿Tomás mate?- dijo ella con la voz entrecortada.
-Sí, soy muy matero. ¿Vos no tomás?
-Tomaba.
Julián entendió a la perfección que el verbo en pasado dicho por ella significaba Valentín.
-Podés volver a tomar- dijo él, dándole un mate. 
-¿Me vas a convencer de todo? Ok probemos.
-Te propongo algo. Dejemos de lado las cosas tristes y nos contemos sólo cosas lindas. Yo no hablo de mi cirugía y vos no nombrás a Valentín. Así por lo menos nos sentimos bien aunque sea un rato.
Ella sonrió y asintió con la cabeza.
Fueron pasando los días y cada vez se veían con más frecuencia. Él tenía el poder de sacarle las carcajadas más sinceras, se sentía segura cuando lo tenía cerca. Ella se había convertido en su debilidad, la veía tan frágil que necesitaba cuidarla, pero sobre todo, hacerla reír. Su sonrisa podía contra todo. Un café negro si se encontraban de mañana, el mate nunca faltaba en sus tardes juntos y un buen vino blanco si se veían de noche. Eran los infaltables. Se hacían bien. Ella seguía yendo a terapia y él, a los controles; pero ninguno preguntaba sobre eso. Se prestaban libros, CDs, revistas viejas, y después armaban pequeños debates en los que muchas veces no estaban de acuerdo, pero siempre terminaban riéndose a carcajadas.
Un día, Alma estaba en el sillón de su casa, mirando la televisión, cuando le llegó un mensaje de Julián. Ella miró el celular y al ver su nombre, sonrió. Su papá, que justo estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina, la vio.
-¿Puedo saber quién es?- preguntó él.
-Nada especial pá. Simplemente conocí a alguien que me hace bien- comentó ella. 
-Me alegro mucho, hija. Cuando quieras venir con esa persona a casa, las puertas están abiertas, ¿sí?
-Lo voy a pensar mejor, ¿dale?
Unas semanas después, Alma se animó a invitar a Julián a cenar a su casa. No iba a ser gran cosa, pero para ella era un paso importante. Se miró al espejo para cerciorarse de que estaba preparada, y vio la alianza que aún llevaba puesta. La miró con nostalgia.
-Te llevo siempre en mi corazón- dijo en voz alta, mirando hacia arriba. Se sacó el anillo, le dio un beso y lo guardó en su alhajero.
Salió de la habitación y mientras caminaba por el pasillo, tocó la puerta de la habitación de su hermana.
-Juls, apurá que quiero que estés lista cuando llegue Julián- gritó. Pero no había respuesta del otro lado.
Sonó el timbre y Alma abrió la puerta. Julián estaba de traje. Ella lo miraba de pie a cabeza.
-¿No te parece mucho?- le dijo riéndose.
-No me digas nada, estoy nervioso y quiero causar una buena impresión.
Ella lo abrazó.
-Papá, llegó Julián- gritó Alma.
Mientras él se acomodaba el saco, el papá se acercaba a saludar.
-Hola, Julián. Bienvenido- dijo mientras se daban un apretón de manos.
-Muchas gracias, señor.
-No, por favor, no me digas señor. Pablo está bien.
-Pablo, entonces. ¿Tu hermana no está?- dijo Julián, mirando a Alma.
-Se supone que sí, pero parece que la abdujeron los extraterrestres. Juliaaaa, ¿podés bajar?- gritó.
-Estoy bajando, estoy yendo, estoy llegando- dije a los gritos.
Levanté la vista y lo vi. Si la vida daba vueltas, ésta era una de esas. Juro que nunca relacioné nada, ni me imaginé que una cosa así podía pasar. Sentía cómo la presión me iba bajando de a poco. Se me aflojaron las piernas, pero logré sentarme en uno de los escalones de la escalera.
-Juls, ¿Qué pasa? ¿Estás bien?- dijo Alma, sentándose a mi lado.
-¿Vos sos su Julián?- dije mirándolo fijo, con la voz entrecortada.
Él sólo me miraba. Creo que entró en pánico porque no reaccionaba. Tenía miedo que le pase algo, así que junté fuerzas, me levanté y me paré frente a él.
-Ey, mirame. Respirá, por favor- dije.
-No puedo- me contestó como pudo.
-¿Me pueden explicar qué está pasando? ¿Ustedes ya se conocían de antes?- dijo mi hermana.
Abrí la puerta, lo saqué del brazo y lo senté en la vereda.
-Respirá profundo conmigo, dale.
-Ella no puede ser…no puede pasar…-no logró terminar la frase sin largarse a llorar desconsoladamente. Parecía un niño que había perdido de vista a su mamá.
Me senté a su lado y lo abracé. Mi papá y mi hermana caminaban hacia nosotros.
-No entiendo nada, ¿me pueden explicar qué pasa entre ustedes?- gritó Alma.
-Pará, no, no, no es nada de lo que te estás imaginando- fue lo único que logré decir sin llorar. 
-Julia, vos nunca me mentiste. No me hagas esto ahora, por favor- me contestó sollozando.
-No, hermana, nunca te mentí, lo juro. Vamos todos adentro y te explicamos, ¿sí?
-Necesito irme- dijo Julián, con desesperación.
-No, no te vas. Vamos a enfrentar esto. Sé que podés. Pudiste con cosas peores- le dije.
Entramos los cuatro y nos sentamos en el living. Julián y Alma lloraban, yo intentaba no hacerlo y papá me miraba con cara de desconcierto. Alguien tenía que hablar y claramente iba a ser yo quién de las explicaciones de lo que estaba pasando.
-Almi, yo te voy a explicar todo, con lujo de detalles; pero dejame terminar, por favor.
-Empezá de una vez- me contestó de manera cortante.
-¿Te acordás del “chico de la 458”?
-¿Qué tiene que ver el chico del trasplante de corazón con todo esto, Julia?
-Ese chico soy yo- dijo Julián, entre lágrimas.
Alma miraba al suelo, intentando procesar la información que le acabábamos de dar.
-O sea que ustedes…-dijo ella.
- Sí, Julián y yo nos conocemos desde hace varios años- le contesté.
-Alma, tu hermana me salvó la vida. Jamás me imaginé que tu Juls, era mi doctora Julia. No relacioné nunca, perdón- dijo Julián.
-Ay bueno chicos, tampoco es para tanto, son coincidencias de la vida- dijo papá, sin saber que esa no era la historia completa.
-Sí, es verdad- dijo Alma- es fuerte, porque con Julián prometimos no hablar de la cirugía, pero yo sin saber que se trataba de “esa cirugía”. Juls, se que sos la mejor médica que puede existir y esto me convence aún más. Es raro que justo seas vos la que lo operó a Julián, pero bueno, podía pasar ¿no?
Yo no podía mirarla a los ojos. Faltaba la peor parte de todo esto. ¿Cómo le digo? ¿Cómo se dice una cosa así? Pero no podía pasar más tiempo. Me levanté del sillón y me senté al lado de ella.
-Mi vida, vos sabés que te amo y que te cuidé siempre porque sos lo más importante que tengo. Lo sabés, ¿verdad? –le dije mirándola a los ojos.
-Sí, Juls, lo sé. Está todo bien, de verdad. Ninguno de los dos sabía quién era el otro. Fue un malentendido, no te enrosques.
-Eso sí fue un mal entendido, pero hay algo más que tenés que saber. Cuando viajé a la isla para traerte a casa después de la muerte de Valentín, tuve que hacer todo el papelerío burocrático y me di con la sorpresa de que Valentín era un donante registrado de órganos y tejidos. Cuando me enteré de eso, pensé inmediatamente en mi paciente, que se moría si no lo trasplantábamos rápido. Así que averigüé todos los trámites que tenía que hacer para traer el corazón de Valentín al país cuanto antes. Hice los estudios de compatibilidad y milagrosamente dieron positivos.
-¿Vos me estás diciendo que el corazón de mi marido fallecido está latiendo dentro de él?- me preguntó con un hilito con voz que apenas de escuchaba.
-Ese corazón estaba destinado para él porque…-pero no me dejó terminar.
-Contestame lo que te pregunté, Julia- me gritó desesperada.
-Sí. El corazón que salvó la vida de Julián es el de Valentín- le contesté y bajé la mirada.
-Explicame cómo pudiste hacerme algo así, a mí, a tu hermana, tu mejor amiga. ¿Cómo pudiste, Julia? ¿Cómo no me vas a contar una cosa como ésta? Vos me consolabas en este mismo sillón cada vez que me deprimía por la muerte de Valentín. Eras vos la que me abrazaba, la que me llevaba a terapia para poder superar la pérdida. No entiendo cómo podés decir que me amás y sos capaz de hacerme algo así…-gritaba desaforada y caminaba de un lado al otro en el living.
-Lo único que quería era protegerte de todo esto- la interrumpí. No quería sumarte otro sufrimiento como tener que firmar todo el papelerío del traslado del cuerpo y todo eso de lo que me hice cargo sola. Toda la vida te cuidé y…-no pude terminar porque Julián se metió en la conversación.
-No te enojes con ella sola. Yo también sabía que el cuñado de la doctora me había donado el corazón que me salvó la vida. Pero ella nunca me dijo el nombre ni ningún dato que me haga dar cuenta quién eras vos. No te enojes con ella, ni le digas este tipo de cosas hirientes, te vas a arrepentir Alma. Ella da la vida por vos.
-Y yo la daba por ella hasta hace una hora- dijo Alma y se fue corriendo a su habitación.
Pasaron las semanas y ella seguía sin hablarme. Vivir en la misma casa era insoportable, así que yo pasaba la mayor cantidad de tiempo posible en el hospital. A Julián lo veía en los controles y, según lo que me contaba, Alma no le contestaba los mensajes ni los llamados. Se la pasaba encerrada en la habitación, con la música a todo volumen.
Un mediodía, me llamó papá desesperado, diciendo que Alma no aparecía por ningún lado, que faltaba ropa y que había sacado sus ahorros de la caja en la que guardaba la plata.
-Tranquilo pá, yo me encargo.
Llamé a Julián para ver si sabía algo, pero él tampoco tenía rastros de ella. Nos reunimos en casa para salir a buscarla en el auto. Cuando entré a la habitación de Alma, me fijé qué era lo que se había llevado. La manta gigante, algunos shorts, casi todos los pijamas, una caja con fotos viejas y, para completar la lista, el CD de Stevie Wonder. Ahí me di cuenta donde estaba.
Tenía razón. Estaba en la casa de la costa, sentada en la orilla del mar, quemando fotos viejas y escuchando Isn’t she lovely en el DVD portátil. Me acerqué despacio y me senté al lado de ella en silencio.
-¿Cómo me encontraste?
-Te conozco más que vos misma- la abracé y lloramos juntas, un rato largo.
Después se acercó Julián y ella nos agarró de las manos a ambos.
-Les quiero pedir perdón por todo lo que les dije, por todos estos días horribles que les hice pasar. Siento que necesito mucha ayuda para poder con esto, sobre todo la de ustedes dos, porque todavía no logro superar tanto dolor. Fue muy fuerte para mí. La pérdida de Valentín, el trasplante, nuestra pelea Juls. Todo junto me sobrepasó. Sé que soy muy difícil de llevar, pero prometo que voy a poner todo de mí para estar mejor. Lo único que les pido es que no me dejen sola, por favor. Juls, no dejes de abrazarme nunca porque sin vos no puedo. Y Julián, es raro hablarte y pensar que dentro tuyo está el corazón de Valentín, es como si estuviesen los dos unidos.
-Lo estamos, Alma- contestó Julián-, no sólo por el corazón; sino también por el inmenso amor que los dos sentimos por vos. Él siempre va a estar en vos, en mí, en todos. Yo no me voy a ir a ningún lado.
-Yo tampoco- le dije-, no estás sola. Siempre vamos a estar aquí para vos.
Agarré una hoja de papel, escribí “Siempre con nosotros” y la metí en una botella.
-Yo creo que el alma de Valentín sigue surfeando en el mar- la miré a Alma, y ella asintió con una sonrisa. Tiré la botella y me senté. Estuvimos horas ahí, los tres, mirando el mar. De fondo se escuchaba cantar a Stevie; Isn’t she lovely, por supuesto.  

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⏰ Última actualización: Apr 05, 2017 ⏰

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