Parte 4

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Se había quedado completamente dormido, y despertó temeroso de que Yuuri no estuviera en su cama, pues ni siquiera le sintió volver a la cama la noche anterior. Pero él estaba ahí, con un rostro tan hermoso como jamás le había visto.

Yuri pensó que no había nada mejor en el mundo que ver dormir a la persona que amaba; y también pensó que era bueno haber estado tan cansado el día anterior, porque ser masajeado por las gloriosas manos de la persona a la que tanto tiempo has amado sería un poco peligroso, además de vergonzoso e inadecuado, teniendo en cuenta que el otro no sentía lo mismo.

Sin darse cuenta lo que hacía, Yuri recorrió el rostro del que dormía con el dorso de su dedo índice, acariciándolo y sonrió deseando que nunca amaneciera, quería quedarse como estaba para siempre.

—¿Estás dormido? —preguntó Yuri bastante bajito, y el japonés no respondió—. Yuuri, te amo —dijo pasando la yema de su dedo pulgar por los labios de su amado—. Desde hace tanto que comienza a desbordarse todo el amor que por ti siento... y ese es mucho amor —confesó al chico dormido para terminar pegando sus labios al del otro que, por el contacto, se removió dándole tremendo susto a Yuri. Pero el otro solo cambió de posición.

—Cerdo, idiota —resopló Yuri sintiendo su corazón acelerado golpetear fuertemente en su pecho—, casi me matas de un susto —y pegó su frente a la espalda del japonés que, pretendiendo dormir, intentaba aliviar la confusión que cargaba.

Yuuri Katsuki era la persona con el sueño más ligero del planeta, se había despertado cuando el rubio comenzó a removerse en su lugar, y se fingió dormido al verlo despertar. No se había perdido nada de lo que el otro hizo, disfrutó del roce de sus dedos en su cara, aunque le confundió un poco; escucharle decir que lo amaba le dejó en shock, pero salió de él una vez que el otro le besó. Entonces le dio la espalda, agradeciendo a la oscuridad poder ocultar el sonrojo que tenía hasta en las orejas.

De rato, la respiración del chico rubio se hizo pesada y lenta, lo que le indicó al azabache que se había dormido de nuevo.

«¿Cómo puedes dormir después de lo que dijiste e hiciste? —pensó el que no lograba conciliar el sueño de nuevo, Yuuri ni siquiera podía controlar su corazón que parecía a punto de estallar de tan acelerado que se encontraba—, ¿te estabas burlando de mí?» —preguntó y se zafó del suave abrazo que el rubio le propinaba.

Desde fuera de la cama lo miró, por alguna razón se veía incluso más hermoso que una hora antes, cuando le vio dormido. Yuuri respiró profundo, negó con la cabeza y fue al baño, necesitaba pensar con claridad y la cercanía del rubio no le estaba ayudando en nada.

—¿Te despertaste temprano? —preguntó Yuuri llegando hasta uno de los baños en el onsen, donde el japonés disfrutaba del agua caliente.

—Ah... mmm... sí —balbuceó Yuuri y el rubio sonrió, el azabache parecía aun dormido. Igual se ducho para entrar al agua, y hacerle un poco más de compañía a su amigo y amor secreto, él había trabajado duro para tener una noche entera con el japonés, no sentía justo que fuera una noche tan corta.

—Podría vivir aquí para siempre —dijo Yuri recargando el cuerpo a una de las rocas en el onsen. Yuuri sonrió pensando en todo lo feliz que le haría eso, vivir bajo el mismo techo, compartir sus días, sus noches... entonces recordó lo que había ocurrido hace horas y se puso en pie de golpe, dejando a la vista su desnudez.

Plisetsky fijó la mirada en su amigo, en esa parte que algunas veces había imaginado y se veía mucho mejor de lo que había pensado. Yuuri sintió la mirada del rubio, y se dejó caer en el agua de nuevo, intentando no pensar en absolutamente nada, aun necesitaba salir de ahí sin que el otro sospechara nada, pues aunque le había escuchado decirle que le amaba, él no debía confiar en las palabras de alguien medio dormido.

»¿Qué fue eso? —preguntó un poco divertido el rubio al ver la expresión avergonzada de Yuuri.

—Recordé que debó ir con Anny, pero me dio frío —contestó Yuuri bastante rápido, enfureciendo al menor. Al parecer la bruja estaba bastante en la mente de su amigo, ni siquiera habían pasado ocho horas de haberla visto por última vez y ya quería verla de nuevo—. Mejor si voy —dijo volviendo a levantarse, siendo lo suficientemente cuidadoso de que la toalla cubriera bien sus partes íntimas.

—Oye, espera —pidió Yuri poniéndose de pie, deteniendo a Yuuri de un brazo cuando pasó a su lado. Pero Yuuri no quería esperar, por eso solo siguió su camino suponiendo que el otro le soltaría al dar el jalón. Pero el ruso no le soltó, provocando que el japonés resbalara debido a la humedad del suelo—. ¡Yuuri! —gritó el rubio intentando sostenerlo, pero el japonés era más pesado que él, y el piso seguía mojado, por eso ambos terminaron en el piso, abrazados.

—¿Qué pasó? —preguntó la castaña que, cuando pasaba por ahí, escuchó el grito del rubio y un estridente golpe—. Pero ¿qué mierda? —preguntó la chica fijando la mirada en el par de chicos desnudos y abrazados a sus pies.

—Venganza —dijo el rubio mirando hacia la molesta chica, y haciendo con sus dedos índice y medio la "v" de la victoria, agradeciendo que hacía demasiado frío como para reaccionar al cuerpo desnudo del chico debajo de él, quien también agradecía que el clima estuviera tan negativo.

Ambos chicos se pusieron de pie después de que Annaisha saliera del lugar, no era correcto que estuviera viendo a dos hombres desnudos, aunque en realidad a ella le emocionaba más la cercanía de los chicos que el hecho de que estuvieran desnudos.

—Lo lamento —se disculpó el ruso y Yuuri negó con la cabeza, había sido un accidente por no tomar en cuenta las condiciones del lugar en que se encontraban. Además el japonés no estaba enojado, había aprendido una buena lección, no volvería a bajar la guardia con el rubio, no si no quería salir lastimado.

—De todas formas —dijo Yuuri terminando de acomodarse su ropa—. No cambiaré de opinión, así que ¿cuándo vuelves a Rusia?

—¿Me estás echando? —preguntó el ruso contrariado—, eso fue un accidente, yo no tenía la intención de hacerte daño —aseguró.

—Estás molestando a mi prometida —señaló el azabache.

—Pero no es como que pudiera pasar algo entre nosotros, de todas formas —indicó el ojiverde rompiendo, de nuevo, el corazón del de ojos oscuros.

—¡Exacto! —gritó Yuuri al borde de las lágrimas—. Si nada va a pasar entre nosotros, entonces vete.

Yuri Plisetsky se quedó mudo, mirando como el japonés salía furioso del vestíbulo; y recargó su espalda a los casilleros, deslizándose por ellos hasta terminar con el trasero pegado al suelo y las manos sosteniendo sus propios cabellos. Sentía que Yuuri había terminado con él para siempre, ¿se había acabado su amistad?


Continúa...

SIETE AÑOS DESPUÉSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora