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Volvío a besar esos labios carnosos, esa parte de él que le impulsaba a nunca dejarlos de morder, sentir y anhelar, esos labios que le podían llevar a otros tiempos recordando los mejores momentos que tuvo con su respectivo dueño, él. Su pelo lacio y azabache, sus ojos negros y tan puros, su sonrisa tímida pero llena de sentimientos. Demonios, cómo amaba a ese ser, a esa persona que le dio el permiso de sentir sus tersos labios y le dio el don de ser la primera en probarlos. Una insignificante gota salada salía de su lagrimal, en camino a su boca para destruir su existencia. Una mezcla de emociones la invadió de una manera tan rápida con el simple hecho de escuchar aquellas palabras provenientes de su primer y verdadero amor.

“Te extrañaré demasiado. Velaré por ti en la otra vida.”

Lo primero en invadirla fue la ira. “¿Por qué en la otra vida?” “¿Qué era lo que no cuidé?” “¿No te interesa si estoy bien” “¿Por qué eres tan egoísta? Quédate un poco más.” Después, le invadió la tristeza, no quería que todo lo que estaba viviendo se esfumara por esas simples palabras. Se sentía bien, libre, segura, amada; sus ojos se llenaban de inspiración y amor al ver su alma reflejada en sus pupilas, y cada que unían sus labios compartían un pequeño trozo de la misma. No quería que esa conexión terminara, no quería ver cómo se extinguía su otra mitad para otra dimensión, que tal vez dentro de muchos años logre alcanzar. Le partía el alma saber que él estaba en sus últimos momentos de vida.

Él, secó una de las tantas lágrimas que desechaba su ahora recuerdo favorito. Una sonrisa débil salió de su rostro, en verdad odiaba verla destrozada, y peor aún: por su culpa. Sin embargo, esas nunca fueron sus intenciones, quería otorgarle paz, alejarla de la tormenta que se aproximaba para él, hacerla un lado para que su felicidad nunca fuera destruida, y no fuera arrasada con la esfuma de su existencia. No le quedaba mucho tiempo, su cuerpo ya no podría resistir, pero sí para poder conceder uno de sus grandes deseos: dejar tranquila a la causa de su felicidad, a la causa de su ser.

Cuando sus labios se separaron, ella arrasó con miles de gotas cristalinas, su mente no quería procesar su realidad, quería volver a estar en su cuento. En su hermoso paraíso donde seguía siendo la amada de su amado, con sus dos preciosas mascotas interpretando el papel de hermosos hijos y representando una familia feliz. Sus brazos lo ceñían con mucho amor y delicadeza, no quería separarse de él ni por un segundo, quería quedarse con él hasta su último suspiro. Y ambos calleron rendidos al sueño, con la única diferencia de que él dormirá para siempre.

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