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La lluvia adornaba el evento como si el cielo mostrara pena ajena a la situación, haciendo el evento aún más desgarrante. Todos permanecían en silencio y con la mirada clavada al suelo, teniendo en su memoria hermosos sucecos que desearían volver a repetir. Admiraban esa caja de cedro adornada con un bello ramo de flores antes de ser ocultado por la tierra que caía encima de éste, llevando así a un ser querido a la otra vida y a la memoria de muchos. Los progenitores de este no pueden ocultar el sufrimiento que les provoca ver a su hijo dentro de un ataúd, a ese pequeño que habían cuidado con tanto cariño y dedicación, para que su tiempo hubiera sido acortado. El aire era tan denso que ningún familiar pudo contener esas lágrimas de tristeza eterna, reclamando el vacío que les dejó ese gran ser.

“¿Por qué nos abandonas?”

“¿Por qué tuviste que irte así sin más?”

“¿Por qué... Lo hiciste?”

Concluyendo el funeral, cada persona se retiró a ser actor de otro escenario, llevándose el trago melancólico y  amargo del anterior.

Y ahí estaba ella, acompañada de la soledad y el pequeño ser que se encontraba creciendo en su vientre, observando esa piedra gravada con el nombre de su amado, vencido por esa maldita enfermedad.

Ella estaba destrozada, cada parte de su ser se ahogaba en una depresión inmensa, intentando reprimir esas emociones en una cara sin expresiones, pero las pequeñas gotas cristalinas no ayudaban en nada, porque cada una de ellas reflejaba la inmensa tristeza que la poseía.

Toda su mitad se había ido, su noción del tiempo había desaparecido, su lógica se corrompía, le invadía la desesperación de poder abrazarlo, su llanto no podía cesar y sus fuerzas se iban quedando en el suelo. Ya no quería luchar, quería quedarse inerte en el pasto y recordar cada recuerdo al lado de su tumba. Ya nada tenía sentido, el causante de su alegría se había esfumado, ya no tenía sentido querer vivir con el alma muerta.

Sad Things.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora