Carry on my wayward

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Podría ser un trabajo más, pero algo andaba mal y Saúl lo sabía. El aíre frío se filtraba por la ventana abierta de Santiago que yacía dormido en el asiento del copiloto. Pronto llegarían a Comala, el pequeño pueblo que cayó en desgracia tras 100 años de su fundación. Los viejos morían ahí y los jóvenes emigraban a pueblos nuevos. Pero algunos se quedaban a cuidar a sus muertos y, a su vez, ellos envejecían esperando que la parca llegara por ellos.

Dos días antes Saúl estaba en un bar con Santiago. Era uno de esos sitios que se pueden encontrar al lado de la carretera y que es un refugio para los camioneros y traileros cansados que anhelan una mala cerveza y caliente compañía.

-¿Qué pasa Saúl? Andas muy callado hoy.

-No es nada compadre, solo estaba pensando, ya me cansé de andar peregrinando sin destino.

-Sabes que es nuestro trabajo, si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hace?

-En eso tienes razón, solo que alguna vez me gustaría pararme un rato, dormir una noche entera y levantarme tarde para variar. A veces quisiera ignorar todo lo que sé.

-Me pasa a veces, pero sabes que alguien debe detenerlos. Esos monstruos no sueñan con vacaciones-Santiago calló y estuvieron un rato en silencio. Después de dar el último sorbo a su cerveza volteó a un rincón del local y le dijo a Saúl- Mira esa de la esquina, la güerita, ¿la quieres o me la quedo?

-Quédatela- dijo Saúl cabizbajo- Hoy no tengo ganas de hacerlo.

-Bueno, me ocupo yo entonces.

Santiago se alejó en busca de su presa. Saúl solo vio cómo se perdía Santiago con la güerita al entrar en el cuarto trasero donde se hospedaban esa noche. Pidió otra cerveza y después de dos tragos decidió que lo mejor sería irse a dormir a su camioneta. Salió del recinto y se encontró con una noche fresca que le resulto demasiado agradable. El aire frío alejo su somnolencia y se animó a dar un pequeño paseo junto a la carretera.

El camino estaba desierto, no vio señales de vida más allá de la algarabía que salía del bar, por eso se le hizo extraño escuchar unos gemidos cercanos, como si alguien disfrutara del placer de la carne. Le pareció que provenían de un tráiler cercano. Curioso y extrañado se acercó para ver si encontraba la fuente de tan excitantes sonidos; se elevó sobre el escalón del tráiler más próximo para asomarse cuidadosamente por la ventana pero... nada. Pero los gemidos se oían más cercanos ahora, así que con renovada curiosidad cruzó frente a la trompa del tráiler en busca del extraño ruido y al dar la vuelta tuvo ante sí una visión grotesca y extrañamente excitante: una hermosa mujer recostada sobe la llanta delantera del coche y abierta de piernas mantiene la cabeza de lo que parece ser un perro por debajo de su falda, mientras el animal lame su coño ella, con los ojos cerrados, gime de placer.

Saúl, ante la imagen que se le presenta, emite un grito ahogado de sorpresa haciendo que en un instante la mujer volteé a verlo y el animal salga huyendo despavorido hacia la oscuridad.

-Oh, disculpa, no tenía idea...- dice Saúl sonrojado.

-Tranquilo, no pasa nada, debería disculparme yo- dijo la mujer con una sonrisa burlona- No es lo que piensas, mi nombre es Sandra por cierto.

-Saúl... soy Saúl. Tranquila, no me interesa indagar en lo que acabo de ver, he visto peores cosas- y echó a andar hacia su camioneta sin mirar atrás.

-Espera, podría acompañarte, tal vez invitarte una cerveza- dijo Sandra mientras corriendo alcanzaba a Saúl.

-No, gracias. Debo dormí, mañana partimos temprana.

Sandra lo tomo del hombro y lo aventó contra el vagón del tráiler.

-Te esperaba a ti- dijo Sandra apurada- solo me entretenía mientras llegabas. Esperar puede ser muy aburrido.

Sin advertirlo, los labios de Saúl se encontraron con los de Sandra en un beso embriagador que casi le roba el sentido. Con toda su fuerza de voluntad Saúl toma del hombro a Sandra y la aleja diciendo:

-¿Qué? No entiendo...

-Tranquilo, pronto lo harás- y lo tomo de la mano para dirigirlo a su camioneta, era como si ella lo supiera todo.

-¿Cómo sabes?

-Tranquilo, podemos divertirnos antes de que tengas que trabajar. Vamos, abre la camioneta, comienzo a tener frío.

Saúl, obediente, abrió el vehículo, ella tomo la chamarra de Saúl y una manta que acostumbraba usar Santiago para cubrir sus sueños en la carretera y cerró la puerta.

-Hoy dormiremos en un hotel de mil estrellas- y diciendo esto colocó la manta sobre la zona de carga de la camioneta de Saúl, luego subió ella misma e invito a Saúl a que la imitara.

Saúl absorto y cansado hacía todo lo que ella mandaba, pero sin saber cómo, tomó conciencia de que su nueva compañera se encontraba desnuda recostada sobre la manta invitándolo al amor. Él se dejó llevar por ella, la pasión avivó un fuego en sus corazones que alejó toda sensación de frío; los besos alternaban con las caricias y se fundieron sus cuerpos en un abrazo eterno que se perdía en lo efímero de su existencia. Ella gritaba sin preocupación por lo que la rodeaba y él se concentraba en el vaivén de sus cuerpos hasta que descargo su artillería entre los muslos de la afrodita caída.

Tras toda la actividad Saúl cayo rendido en los brazos de Morfeo, feliz y satisfecho como le parecía que nunca había estado. Pero luego entre un estado de sueño y de vigilia vio a Sandra con un rostro de angustia y pronunciando estas palabras.

-¡En Comala! Sé a qué te dedicas, necesito tu ayuda. Búscame en Comala

Y luego, nada. Saúl nuevamente cayó en lasprofundidades de su sueño. Y cuando despertó ya era de día, y ella no estaba ahí.

TrozosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora