Trote 3

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—Buen día —saludó Baek en su tercer día en aquel trabajo de jardinero.

Sí, él había escogido aquel oficio. Afortunadamente las plantaciones se hacían en un invernadero especial, donde había varios frutos, verduras, flores e inclusive plantas medicinales. Su jefe era un hombre llamado MinSeok, cambia forma lechuza. Amable, de buen carácter, comprensivo y paciente. Al principio le había sido completamente ajeno la manera de ser de aquél que poseía ojos grandes y era de baja estatura.

—Buen día, Baek —respondió su jefe con una sonrisa brillante dejando de lado el regado de las plantas desde el otro lado de un pequeño barandal que dividía la entrada convencional del invernadero.

El castaño sonrió levemente, encaminándose a un pequeño cuarto al fondo donde había casilleros. Se aproximó a uno dejando colgada su chamarra y colocándose sus botas para no ensuciar sus zapatos, un delantal especial con sus herramientas e implementos además de un sombrero y guantes especiales. Estando listo salió y recorrió un pequeño pasillo que le llevaría al invernadero.

Aunque llevara sólo un par de días ahí, la sensación de tranquilidad le tenía contento. La sabiduría de las plantas que le transmitía MinSeok, le entretenía y le llenaba de curiosidad por lo que, en sus ratos libres, iba a la biblioteca a pedir libros relacionados a las plantas que había en el invernadero. LuHan sonreía feliz de ver que, aunque aún persistían pesadillas, Baek mostraba interés en su trabajo y se distraía.

—La pequeña Lily tiene sed —habló su jefe en cuanto cruzó la puerta —. Dale de beber, ¿sí?

Baek sonrió y asintió, caminando hacia su jefe y tomando la regadera que le había extendido amablemente. El castaño se dirigió a Lily, que era nada menos que un brote de lo que sería una fresa. Sí, su jefe tenía la costumbre de nombrar a sus plantas. Todas poseían un nombre y un pequeño letrero donde se anotaban los días que llevaban en aquel lugar.

Era una mañana tranquila, como había notado que así eran en aquel lugar que, LuHan le había comentado, D.O protegía. Le fue increíble saber que aquel alfa de mala reputación (igual o peor que SeHun) custodiara aquello. LuHan le explicó que la reputación del alfa ayudaba a no levantar sospechas y que ese lugar se mantuviera en secreto. Maravillado y agradecido estaba, por ello trabajaba diligentemente.

—¡Hola! Tiempo sin verte, ChanYeol-ssi —exclamó MinSeok, llamando la atención de Baek.

El castaño dirigió su mirar a aquel hombre de mayor altura que él, con cabellos negros como el ébano, recordándole un poco a aquel semental que había visto la noche que fue liberado. Sus ojos fríos, dorados, asemejándose a las flamas bravas de una chimenea, se posaron en él. Su rostro era proporcional a su cuerpo, con facciones bien delineadas. Su torso cubierto por una camiseta blanca de manga corta, dejando ver sus brazos trabajados y con un par de tatuajes en sus antebrazos. Pantalón de mezclilla con manchas de barro en sus rodillas y muslos, le dio a entender que había estado trabajando.

Le recorrió de la cabeza a los pies con lentitud, asimilando que también el otro le miraba con intensidad. El ambiente se sentía algo tenso, como si cualquier acción pudiera romperla.

A ChanYeol le estaba molestando, no tanto que el otro le mirara, sino la sensación que le estaba ocasionando. Su rostro fino, pequeño, con labios delgados, rosados, ojos curiosos y con toques de inocencia, piel blanca y que recordaba portaba marcas que se escondían tras aquellas ropas de jardinero que le hacían ver como un adolescente. En su interior, al hacer contacto visual con aquellos orbes chocolate, tuvo la iniciativa de acercarse a él y tocarlo, para constatar que era real, porque no concebía que fuera tan hermoso.

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