Trote 8

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— Ha pasado un mes, ChanYeol —destacó JongIn, quien acompañaba a un solitario semental sentado en una roca en lo alto de una pequeña colina, observando la finca donde vivían en ese momento.

Para el más alto no era novedad, llevaba contando los días desde que entró en aquella habitación donde un desorientado BaekHyun se encontraba. Había olvidado cómo se sentía la felicidad de ver a alguien querido. Le habían dicho que llevaban cerca de semana y media sin respuesta cuando él, ChanYeol, despertó de la inconsciencia. Al principio sintió pánico de no saber dónde estaba hasta que entró KyungSoo a calmarlo y explicarle todo; también para decirle que BaekHyun seguía sin despertar y que no parecía querer hacerlo.

Aunque indiferencia se pudo notar en su rostro, ChanYeol sintió un nudo en su garganta. Habían pasado por tanto y...

Al cabo de unas horas despierto, ChanYeol recibió la visita de JongDae, con quien tuvo una conversación bastante sincera y profunda. Se dejó ver por completo ante alguien, dándose cuenta que hubo alivio después de soltar recuerdos dolorosos y heridas que seguían sangrando sin piedad. El alfa lechuza se mantuvo en silencio, escuchándolo hasta el final, hasta que habló de BaekHyun. Y fue ahí donde el otro, con sabiduría propia de su especie, le hizo saber que esa alma por la que tanto esperó, la que impidió —de cierta forma— enlazarse con su antigua pareja, yacía en el cuerpo frágil, mancillado por SeHun y menudo de Baek.

ChanYeol visitó al omega tan pronto terminó de hablar con JongDae, viendo con curiosidad a tan desoladora figura. Con la venda caída, con las emociones a flor de piel, el mayor tomó la fría mano del menor, sintiendo alivio con sólo tocarla. Su padre en una ocasión le habló cómo se sentía tener a tu pareja destinada a tu lado, entre tus manos: una maravillosa sensación, indescriptible.

Fue ahí cuando el más alto sonrió con la mirada cargada de esperanza posada en el rostro dormido de Baek. Se prometió esperar a que abriera los ojos para seguir el sendero que el destino había trazado con anterioridad.

Buenas intenciones.

Un corazón buscando ser abrazado con amor.

Un alma herida pidiendo a su otra mitad que la ayude.

Pero no todo resulta como uno quiere, como desearíamos que pasara.

Ese día que ChanYeol llamó al menor como "su omega", fue doloroso escuchar una negación y que se alejara de él.

Había olvidado que su pareja destinada estaba más rota que él.

Es así como pasó el tiempo y Baek lo evitaba, también a KyungSoo y a JongIn. No hablaba con nadie, no se dejaba tocar por nadie, parecía irse encerrando cada vez más en sí mismo.

A las tres semanas, ChanYeol se armó de valor y fue donde dormía el menor, encontrándolo mirando la luna con los ojos rebosantes de lágrimas. Cuando sus ojos se encontraron, supo que la misma petición seguía ahí: Aléjate.

Dolía, dolía demasiado y se sentía morir cada día que pasaba, porque su caballo pedía a relinchos desgarradores por su otra mitad.

— Lo sé — respondió el más alto, suspirando al recordar lo que había pasado.

— ¿No harás algo?

ChanYeol le miró por el rabillo del ojo, no queriendo responder a esa incógnita pues él tampoco sabía qué hacer. ¿Cómo acercarse? No quería asustar a Baek, tampoco quería dejarlo ir... era solo...

—  ¡Ey, tú! —llamó KyungSoo, quien subía esa pequeña colina —. Necesito que hagas algo.

— ¿Ha pasado algo? — cuestionó desconcertado, el beta.

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