Capítulo 21

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Tengo las manos manchadas de sangre.
Todo a mi alrededor está teñido de carmesí, brillante y aterrador... Corro por el jardín de mi casa, oyendo a la lejanía a Reita, vociferando una cuenta regresiva. Mis piernas se mueven sin que yo les de la orden y soy guiada por unos gritos ensordecedores que me llaman.
Alguien grita mi nombre.
Corro y, aunque quiero limpiarme las manos, mi ropa también está ensangrentada. ¿Por qué?
Ingreso a la casa y subo las escaleras a toda velocidad; alguien me llama, alguien pide por mí, alguien...

—¡Todo fue tu culpa, Mickaellie! ¡Mickaellie! —los gritos aumentan—. ¡Tú me obligaste a matar a Erika! ¡Mickaellie! ¡Todo lo que sucede es por tu culpa! ¡Todos a los que amas sufren por tu culpa, Mickaellie!

Abro los ojos.

—¿Mickaellie? ¿Estás ahí dentro?

Unos golpes a un vidrio me devuelven a la realidad. Estoy llorando, encorvada en el asiento de un coche. Imágenes de lo que sucedió en estas últimas horas me pasan por la mente y recuerdo dónde estoy y por qué.

Maldita pesadilla.

No respondo, probablemente sea alguien que viene a por mí y va a matarme. Sin embargo, tal vez pueda oír mi llanto.

—Mickaellie, soy Kai, ¿te acuerdas de mí? ¿Estás consciente? Mierda, tengo que llamar a una ambulancia —murmura.

Le saco el seguro a las puertas y salgo a trompicones del coche, siendo cegada por la luz. Kai me atrapa antes de caer al suelo, me estabiliza e intenta que me sostenga por mi cuenta, pero no puedo. Estoy agotada en todo sentido y ni siquiera sé dónde demonios estoy. Solo veo puros árboles.

El castaño me pide que lo mire y lo hago. Sé que él es amable, pero lo noto tan preocupado que me parece un poco hostil.

—¿Estás bien? ¿Te duele algo? —pregunta y me examina.

No sé qué responder. Esto, definitivamente, no es estar bien. Me aferro a su pecho, donde noto un chaleco de policía, y lloro. Por primera vez en mucho tiempo me siento a salvo.

—Está bien, intenta calmarte, ¿de acuerdo? ¿Traes alguna pertenencia en el coche? —pregunta y yo asiento—. Bien, toma todo lo que sea importante.

Lo suelto y como puedo voy a rescatar la licencia de conducir de mamá, algunos documentos, la llave y mi teléfono. No puedo creer que el coche haya quedado tan destrozado. La delantera está totalmente incrustada en un árbol y los vidrios están magullados. A unos cuántos metros lejos se ve la carretera de la que me he desviado.

Kai llama mi atención y luego de guardar mis cosas, me ayuda a ir hasta el coche que tiene estacionado metros atrás. Creo que esto es un bosque... No tengo idea de dónde estoy parada.

—¿Qué...? —pregunto, y me aclaro la garganta—. ¿Qué vamos a hacer con el coche?

—Luego hablamos de eso. Ahora lo importante es que estés a salvo, así que sube al mío.

—¿A dónde iremos? —siseo.

— A un lugar seguro.

No comprendo cómo es que sabe que estoy en peligro, pero agradezco la ayuda y me subo sin pensarlo. Él lleva un cigarrillo en la boca, y aunque el humo me molesta, no soy capaz de quejarme. Me pregunta si estoy herida y me ofrece una botella con agua. La bebo, porque estoy sedienta, y niego a su pregunta. Por suerte nada me ha pasado, pero ahora que lo pienso, podría haber muerto.

—Sé que hay cosas en las que no debería meterme, Mickaellie, pero... Yuu me lo ha contado todo. Sé que es complicado para ti, así que me ha pedido que te mantenga a salvo mientras él intenta arreglar su mierda. Quiero decir, sus asuntos.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora