Música

9 0 0
                                    


Estoy en mi habitación. Con mis audífonos. Recostado en mi cama, con mis ojos cerrados y mis manos entre cruzadas. Me conecto con la música, esta vez me desconecto del mundo. Se cruzan las melodías con mis pensamientos, tanto, que me quedo dormido y logro soñar cada palabra, como si mis sueños tuviesen banda sonora, o como si las canciones que escucho fuesen el libreto. Se puede sentir tan real, puedo respirar los paisajes a los que me transporto, puedo sentir la arena en caminos abiertos, el viento me acaricia. Todo esto lo siento con los ojos cerrados, soñando y con mis audífonos.

Esto me pasa muy seguido en la intimidad de mi habitación. Pero no se lo cuento a nadie, este es mi rincón, mi refugio. Además, sería tomado por loco. 

Gracias a mi papá desde niño he logrado desarrollar mi oído, tanto que puedo decir que tengo oído absoluto. Es un don. Por eso puedo sacarle provecho a la música. 

Tengo un cuaderno ya bastante viejo, en el que escribo mis letras

Tengo un cuaderno ya bastante viejo, en el que escribo mis letras

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


pero gracias a mis bloqueos creativos, ya llevo un tiempo sin hacerlo. Entre la presión de la escuela, algún mal entendido con mis papas o por cansancio mental. Escribir una canción no es como chasquear los dedos, mas allá de la métrica, es que la letra tenga sentido, en general no canto mentiras, así que si no es parte de mi vida o cuento una historia, no escribo. Eso si, el lugar no importa, pero mi habitación es el santuario, aquí han nacido las canciones que mas amo 

¿cómo es mi habitación? 

Cama sencilla que nunca está tendida, ventana al patio de la casa, entrada de luz natural, repisa llena de libros en desorden, escritorio con lampara de lectura, mi notebook, junto a mi cama una pequeña mesa en la que descansa mi cancionero, una base de guitarra que mantiene vacía porque si la guitarra no está en mis manos, está acostada en mi cama.

Si, duermo con mi guitarra.

En las paredes afiches de conciertos de jazz, me encanta el jazz, tengo un torna-mesa para escuchar un LP que mi abuelo me regaló, de Charlie Parker un gran expositor del jazz. Aunque ahora lo puedo encontrar fácilmente en youtube, pero no es fácil encontrar un LP.

No, no compongo jazz, o bueno, lo he intentado. También con el bossa nova y el bluess, pero, ¿un jazzero solista? para ello tendría que aprender el saxofón y seguirle los pasos a Coleman Hawkins, pero aún no empiezo. 

Toco guitarra y piano, además canto. La mayoría son baladas. ¿Qué otro genero interpretaría un loco solitario como yo? Poesía.

Sigo... En las paredes no tengo ninguna foto de amigos, familiares o cualquier persona que me conozca, está plagado de músicos que ni saben que yo existo. También guardo un espacio en el que pego hojas con ideas para futuras canciones. Y así se llena toda la pared, ya ni recuerdo su color.  Y el piso, bueno, en eso si soy ordenado, no dejo ropa en el piso, en una silla, si, en el borde de la cama, si, pero en el piso, no.

Y esa es mi habitación, común para un joven de mi edad, con diecisiete años no se pueden tener muchas cosas propias, ya veremos qué pasa cuando tenga apartamento propio.

Es hora de irme al parque, salgo sin mi guitarra y sin mis audífonos, salgo a buscar nuevos sonidos. 

Perfecto nada ha cambiado, mi lugar, casi como reservado, está disponible. Me acuesto a la sombra del árbol, cierro mis ojos, ahí está el aleteo de las palomas y hoy regresaron mas. Falta algo, el músico callejero aun no ha llegado, siempre está antes que yo. Abro mis ojos y volteo a buscarlo en el lugar que siempre se sienta, ahí está, pero no está tocando, su guitarra está guardada en el estuche y él cómodo con los ojos cerrados con el rostro al cielo y sonríe. Lo reparo un momento, esperando a ver si inicia, pero no, esto va a tardar. Tengo que saber porque hoy no estoy escuchando su guitarra.

Me acerco a él. E interrumpo su silencio.

-Hoy no está tocando- le digo casi como regaño

-¿Y usted cuando va a empezar a tocar?- me responde sin abrir los ojos, parece conocerme

-¿cómo?- pregunto confundido

-Lo veo todos los días a la misma hora escuchando, pero se nota que usted es músico también. ¿cuándo va a empezar a tocar?- sigue con los ojos cerrados

¿Qué pasa con este hombre? ¿Cómo sabe que soy músico? ¿De dónde salió?

-¿cómo sabe que soy músico?- le pregunto con cierta desconfianza

-Por sus dedos se nota que toca guitarra- dice sin salir de su meditación

¿Mis dedos? Pero si desde que me acerqué no ha abierto los ojos. Ahora tengo intriga y al mismo tiempo me siento asechado.

-¿Por qué no se sienta?- me dice golpeando con la palma de su mano el lugar disponible junto a él.

Claro, me siento. Prevenido. No me iba a quedar con la intriga.

-Mi nombre es "C"- Por fin abre los ojos y me extiende la mano para presentarse

- ¿C?- 

¿Su nombre es una letra?

-Si, "C" ... como la letra para la nota Do, de Canción, de Cielo, de Canto, de Composición... "C"- Me responde con una sonrisa y seguridad.

-El mio es Cristian... También es con "C" de Cero, de Callar... "C"- 

-Yo también hacía lo que usted hace ahora, venir al parque a escuchar. Es relajante, al verlo me acordé y quise retomarlo. Somos muy apresurados que olvidamos detenernos unos minutos a dejar de oír y comenzar a escuchar. ¿Sabe? no soy un hippie suelto, tengo mi empleo de medio tiempo, saco una hora en la tarde para compartir mi música aquí, luego debo dictar un taller de guitarra en el salón comunal. Me gusta compartir lo que se, lo que he aprendido. De nada serviría la música sino se escucha, ¿cierto?- Ahí está su discurso.

Su discurso suena como, "Cristian salga de su encierro y que los demás escuchen su música" ... Totalmente así me sentí, como si C supiera que no me gusta se aludido por un público.

-Somos muy diferentes- le dije

-¿Seguro? ¿Tiene miedo que al escuchar su música los demás descubran lo que siente?-

-Soy muy reservado-

-Somos mas emocionales de lo que usted se puede imaginar. La música nos delata y al mismo tiempo nos relaja. Si no somos capaces de expresar lo que sentimos, la guitarra puede hablar por nosotros, pero si nadie escucha, se muere. Cristian, deja salir lo que piensa, lo que escribe no puede morir en las hojas amarillas de un cuaderno viejo, si no puede hablar, canta-

-No es fácil-

-¿Quién dijo que lo fácil vale la pena?  ... Mira- Saca algo del bolsillo de su chaqueta - He tenido esta púa por muchos años, el papá de mi abuelo la usó con su banda, así que es bastante vieja. Quiero que usted la tenga-

-¿cómo? no puedo recibirla, es como si yo regalara mi guitarra- le digo sorprendido

-Para que esté mas tranquilo, no se la regalo, se la presto. Me la devuelve cuando entienda realmente lo que le acabo de decir-

-...Pero...- titubeo

-No se preocupe, yo sabré cuando me la puede regresar, ese día se la pido. Igual, venimos al mismo parque, no hay pierde. Nos vemos mañana. No olvide usarla, pero por fuera de su habitación, que escuchen lo que interpreta-

No se cómo responder a eso. Sencillamente él se va y yo quedo confundido.




Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 08, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

CERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora