Ares: Diosa de Guerra (pausada)

Capitulo 1: Matar es algo natural..¿no?

Pequeña Nota: Es mi primera historia que entro a un mundo donde no hablo de lobos, ni mates, pero el amor sigue siendo igual de efímero y misterioso, al igual que mis anteriores historias, espero que les guste a quienes los lean, algo que deben saber es que:

-de vez en cuando incluiré un narrador que estará entre ** y en negrita

-Si escribo entre paréntesis son notas de autor

-(...) es un lapso de tiempo indefinido

eso es todo ya no los fastidio ;)  

-Por-favor señora, piedad, lamento haberla ofendido-rogaba el moribundo general Romano alrededor de sus hombres, cuyas cabezas yacían en la punta de lanzas y otros se encontraban descuartizados.

-¿Viniste a mi con un ejercito de 1000 hombres para atacarme y ahora pides piedad? Soy Ares, Diosa de Guerra, la sangre de los caídos alimenta mi fuerza, como su carne y destruyo países cuando yo lo deseo y créeme-levante mi espada inoxidable a pesar de haber sido bañada con litros y litros de sangre-Yo nunca tengo piedad-a pesar de que se puso a llorar y desesperarse lo decapite.

Vi a mi alrededor, quizás exagere, hay demasiada sangre como para cubrir estas colinas, ¿son tan frágiles los humanos? Ni siquiera traje mi armadura Espartana, solo mi vestido que uso en mi casa, en los montes, tengo que limpiar mi espada en algún lugar decente no aquí. 

Soy consciente que soy una diosa rara, pero no puedo evitarlo. Amo la guerra, las muertes, la sangre que decora como pintura la tierra, las diferentes estrategias que se pueden emplear en un campo de batalla y muchas cosas más. No puedo evitar reírme como una maníaca frente a todos los cadáveres. 

¿Hay alguien que pueda hacerme frente?

-Siempre exageras-escuche hablar a Enio. Los humanos la conocen como la "Destructora de Ciudades", yo solo la conozco como mi luchadora mas cercana.

-Amas tanto este ambiente como yo, sino no vendrías corriendo donde mi Enio-recogí una de las cabezas de los muertos-¿Deseas?-le pregunté lanzandole mi obsequio-No gracias Diosa, no tengo sed de sangre, bebí antes de venir-dijo mientras bajaba la mirada. Le lance una mirada de desaprobación-La próxima vez ven con el estomago vacío, no me gusta beber sola-le regañe mientras me sentaba en la colina. No soy una vampiro, simplemente que cada dios tiene su forma de alimentarse.

Resoplé en el aire de medio día, era un día cálido, mi hermano Ateneas, dios de la sabiduría se encuentra debatiendo nuestra intervención en el mundo humano con mi padre Zeus, dios del Rayo. No entiendo porque mi hermano decide solucionar todo con palabras y debate, cuando la manera mas fácil es cortar la cabeza de quienes se te oponen.

-Diosa-me llamo mi fiel sirvienta Enio, sacándome de mis pensamientos, sonreí para mi misma, dejaré que los pacifistas y filósofos resuelvan sus propios problemas, me levanto y la miro con superioridad y arrogancia, no me creo superior a ella pero siempre debo mostrar mi lado fuerte a los que me rodean, al fin y al cabo soy una diosa.

-Mi hermana menor, Eris, la espera para su cena y su baño, señora-dicta una de las guerreras casi tan sádicas como yo.

-Excelente-digo como cumplido por el labor de administrar mi hogar, cumplir mis ordenes e incluso visitar el mundo humano cuando se lo requiere por petición mía-dile a tu hermana que estoy muy satisfecha con ella, de igual manera que contigo-se arrodilla sorprendiéndome-el solo hecho de servirle me es suficiente-empuña la espada que le regale al suelo, siento su corazón latir con honestidad y tranquilidad.

(No confundirse, Enio es su guerrera mas fiel y Eris, hermana de Enio es a quien se refiere Ares en el párrafo de aquí arriba)

Yo ruedo los ojos, no porque no me guste ser adorada, simplemente porque Enio me da mucho crédito por salvarle la vida a ella y a su hermana, antes eran hermanas humanas que iban a ser violadas a la edad de 7, yo pase por ahí y aunque evite que las violaran ya habían sido golpeadas.