La resolución

1.2K 116 94
                                    



—No es nada, pequeño. Esta noche duerme conmigo, en mi cama. —Jugueteaba con los cabellos de Yurio, quién tenía una cara de asco total y absoluto. ¿Le acababa de proponer lo que creía?

¿Disculpa? —dijo dispuesto a darle un buen par de golpes en sus partes nobles, pues ¿quién carambas se creía? En esa situación, ni su apellido le iba a ayudar.

—Es tarde, tenemos sueño y... puede que eso ponga celoso al katsudon —dijo meditando sus opciones. Yurio estaba meditando su propuesta mientras veía la cama. Apenas había espacio para ambos, aunque no por mucho.

—Si me quedo a dormir contigo, mañana terminaré apestando a ti. Si de por si, tras una leve salida y apenas un besito en la mejilla ya apesto a ti —dijo como si la sola idea de oler a alfa le revolviera el estómago.

—Me dueles Yurio. Pensaba que querías mi ayuda. —Víctor ya estaba en modo drama queen y Yurio no quería lidiar con eso, por lo que aceptó. Lidiar con Víctor cuando se ponía en ese plan pesado solo le causaba jaqueca. Ahora comprendía a Yakov. ¡Con razón el pobre estaba calvo! A veces Víctor podía ser insoportable.

A la mañana siguiente, todos fueron a comer con Hiroko, quien miraba curiosa a Víctor, pues todos habían visto el beso que le dio a Yuuri y del cual su hijo no le había dicho nada. Considerando que ahora un alfa menor de edad apestaba a Víctor y que su hijo parecía estar por la calle de la amargura, supuso que lo de Víctor fue algo de una sola vez, algo que podría considerarse un error.

No podía juzgar ni meterse donde no le llamaba, pero miraba a su alrededor y pudo observar como Phichit estaba al tanto de su hijo, le ayudaba a sentarse, pararse, exageraba cuidándole. Era cierto que Yuuri estaba enfermo, pero tanta atención se le hizo sospechosa. ¿Habría sido su hijo quien dejase a Víctor por el tailandés? Ciertamente era un joven guapo, atento y muy buena persona. Su hijo solo buscaba a los mejores, así que, cualquiera que fuera su decisión, la iba a respetar.

—Yuuri... —Phichit miraba lo poco que comía su amigo. Le preocupaba. Había pasado la noche en vela investigando sobre la enfermedad, había encontrado datos que conocía de sobra como el hecho de que se puede ya morir de amor (literalmente), que las espinas y rosas eran lo que dañaban la garganta y ocasionaban que la persona (si no se cuidaba o sanaba) terminara asfixiándose con ellas. Había incluso leído testimonios de cómo había personas en la actualidad traumadas tras ver morir a alguien de hanahaki, porque si bien es una enfermedad que tiene que ver con rosas a manera del cuerpo de darle "regalos" a su ser amado, el final de la enfermedad no era lindo, su muerte era lenta, dolorosa y le hacía preguntarse si podría lidiar con lo que podía pasar.

Su resolución era estar a su lado, y eso implicaba estar al tanto de todo. Pero si no comía, su sistema inmunológico iba a ser débil, le afectaría. Sin mencionar que el estar cerca de Víctor y ver cómo él ya tenía a un alfa a su lado no era lo más ideal ahora mismo. Su amigo de verdad podía morir por un mal de amores.

Volteó a ver a Víctor, maldijo por lo bajo, le lanzó una mirada de "muérete maldito" y siguió comiendo, hablando de vez en cuando con Hiroko y Yuuri. Siempre evitando a la parejita rusa.

—Yuuri... ¿Podemos salir a recorrer Hasetsu? Quiero salir a tomar selfies. —Eso le arrancó una sonrisa a Yuuri y se alegró de ser el causante de su sonrisa. Al menos aún podía hacer eso. Aún podía hacerle sonreír de vez en cuando. Sin embargo, mostró sus dientes a la parejita rusa en cuanto el japonés fue a su cuarto para alistarse para salir. Total, Yuuri ya había aceptado salir con él y llevarle a patinar y presentarle a Yuuko, las gemelas y al esposo de Yuuko.

HanahakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora