Pintalabios rojo coral, sobrepasarán tu pupila y marcarán lo que esta noche será mío. <<¿Qué piensas de mí? ¿Seré lo bastante zorra para conquistarte? Podríamos comprobarlo ahora mismo>>.
Dime lo que quieres. Por favor, estoy loca por tí.
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-¡Delilah estúpida! ¡Despiértate ya que son las putas ocho de la mañana!Mi hermano... Como siempre tan cariñoso. Abro los ojos y me incorporo de la cama. Me duele la cabeza... <<Normal, bebiste ayer hasta que te quedaste ciega>> Me recuerda mi mente.
-Vamos, yo te llevaré al instituto. Vístete rápido. -Da media vuelta y se marcha cerrando la puerta. Oigo como baja las escaleras.-
Me visto, me tomo un paracetamol y bajo al garaje, donde está aparcado el coche de mi hermano. Abro la puerta y me siento en el asiento del copiloto.
Él arranca el motor y conduce hasta el instituto. Durante el trayecto admiro el cabello ondulado de mi hermano, que le cae sobre los hombros suavemente.
Se detiene en la puerta principal con el coche y me besa en la mejilla.
-Te recogeré luego también. -Dicho esto se quedó mirando al frente-.Me bajo del coche y me cuelgo la mochila sobre los hombros. Me toca literatura a primera hora, con el profesor que amo en secreto, el señor Chris Garder. Su nombre provoca suspiros, entre ellos el mío. Tiene veintitrés años, pero para la edad para mi son solo números.
Caminó a mi ritmo al aula seis, a pesar de que llegue cinco minutos tarde. Entro a clase y Chris deja de dar clase.
-Vaya, pero si tenemos aquí a la señorita Anderson. Que sorpresa que haya decidido asistir a nuestra maravillosa clase. -Me dedicó una sonrisa encantadora-.
-Buenos días para usted también. -Le devolví la sonrisa y me sente en primera fila, para admirar su belleza-.
La hora transucurrió ligera, se me pasan volando sus clases. Sonó el timbre y me levanté de mi silla, con las cosas sin recoger. Siempre salgo la última de clase para asegurarme que ninguna perra se quede a hablar con Chris después de clase.
-Señorita Anderson, ¿tiene unos minutos? -Su mirada quedó fija en mis manos, que sujetaban mi estuche-.
Deje el estuché en la mesa y le corregí.
-Por favor, llámeme Delilah. -Le sonreí simpáticamente para no parecer borde- Y claro que tengo tiempo para hablar con usted.
-Fantástico. -Colocó una columna de folios sobre su mesa-. Acérquese.
Me acerqué a su mesa y me quedé a su lado, esperando a lo que sea que quisiera decirme. Él se levantó, cerró la puerta y volvió junto a mí.
-Quería preguntarle por qué falta tanto a mis clases. No quiero ponerle una falta grave, pero si no me trae justificantes médicos sobre sus ausencias tendré que hacerlo. -Dió un sorbo a su botella de agua-.
-No es nada médico. Son solo... problemas familiares. -La peor excusa de todas, pero podría colar-.
Chris asintió y dejó su botella sobre la mesa.
-No conseguirá aprobar este semestre si sigue faltando a mis clases.
-Señor, usted ya sabe que no me importa suspender. -Bajé la mirada al suelo, y él soltó una carcajada-.
-¡Pero qué poca esperanza! -Me sonrió- No seas así Delilah, con esa actitud no se puede llegar a ninguna parte. Podríamos hacer una cosa.
-¿El qué? -Levanté la vista y le miré a los ojos-.
-Podría darte clases por la tarde, para que más o menos avances y no te quedes atrás. ¿Qué opinas?
Esta oportunidad no la voy a desaprovechar. Es una manera de pasar más tiempo con Chris, y no voy a negar su petición.
-No es mala idea. ¿Puede ser todas las tardes después de clase?
-Por supuesto. -contestó- Si no te da tiempo podríamos almorzar juntos.
Mi corazón dió un brinco. Y creo que mis pezones también. Para esto si que vale la pena faltar a clase... Je, je, je.