Me despierto sintiendo un cuerpo cálido envuelto a mi alrededor, abro los ojos lentamente y recorro la habitación con la mirada, recordando de pronto que estoy en el hotel, donde, se supone que tenía que hacer la entrevista súper importante que Jack no podía hacer y acabo acostándome con él tío. Me he vuelto loca. Tengo que salir antes de que él despierte y no sepa cómo demonios mírale a la cara. Lentamente me deslizo a través de las sabanas, intentando no despertarlo. Observo la habitación para encontrar mi ropa y la encuentro tirada en medio del cuarto, pero no encuentro mis minúsculas bragas, me doy la vuelta para mirar en la cama, donde está Chad, todavía durmiendo, y veo que las malditas están enrolladas con la sabana y medio cuerpo de él. Mierda, ahora iré sin bragas. Suspiro profundamente para darme ánimos y me digo mentalmente que no pasa nada, que es un riesgo muy pequeño, para eso traje la chaqueta larga. Cojo los zapatos con la mano y me marcho al saloncillo que hay en la otra habitación, donde me cambio rápidamente y cojo el bolso del sofá. Desvió mi mirada a la habitación, recordando todo lo que una enajenación mental puede causar, dado que no me explico como yo pude hacer lo que hice con él. Bueno, vale, se por qué lo hice, se llama deseo, pero no soy así.
Escucho un ruido el dormitorio de Chad, cortando mi respiración cruzo toda la estancia hasta llegar a la puerta, silenciosamente.
Deslizo mi mano por el picaporte, girándolo para abrir la puerta, escucho como Chad me llama desde la habitación y mi cuerpo entra en pánico.
No puede verme, por favor... no puede verme.
Abro la puerta y salgo rápidamente al pasillo, dejándola abierta a mi paso. Pulso el botón del ascensor, rogando a quien quiera escucharme que me dé tiempo para escapar. Cuando el ascensor llega hace el maldito sonido característico, para avisarte de que está en la planta y puedes entrar. Camino hacía adelante como si el diablo mismo estuviera pisándome los talones, me acerco a la pared, colocando mi espalda en esta y apretando el botón repetidas veces, fulminando el panel como si fuera mi peor enemigo. Por fin las puertas del ascensor empiezan a cerrarse y mis ojos chocan con una enfadada y fría mirada gris.