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Siempre me ha parecido absurdo, desde un punto de vista objetivo, buscar el
significado o el objeto de nuestra propia existencia o de la de todas las
criaturas. Y, sin embargo, todos tenemos ciertos ideales que determinan la
dirección de nuestros esfuerzos y nuestros juicios. En tal sentido, nunca he
perseguido la comodidad y la felicidad como fines en sí mismos... Llamo a este
planteamiento ético el ideal de la pocilga. Los ideales que han iluminado mi
camino y me han proporcionado una y otra vez nuevo valor para afrontar la
vida alegremente, han sido Belleza, Bondad y Verdad. Sin un sentimiento de
comunidad con hombres de mentalidad similar, sin ocuparme del mundo
objetivo, sin el eterno inalcanzable en las tareas del arte y de la ciencia, la vida
me habría parecido vacía. Los objetivos triviales de los esfuerzos humanos
(posesiones, éxito público, lujo) me han parecido despreciables.
Mi profundo sentido de la justicia social y de la responsabilidad social ha
contrastado siempre, curiosamente, con mi notoria falta de necesidad de un
contacto directo con otros seres humanos y otras comunidades humanas. Soy
en verdad un “viajero solitario” y jamás he pertenecido a mi país, a mi casa, a
mis amigos, ni siquiera a mi familia inmediata, con todo mi corazón. Frente a
todos estos lazos, jamás he sentimientos que crecen con los años. Uno toma
clara conciencia, aunque sin lamentarlo, de los límites del entendimiento y la
armonía con otras personas. No hay duda de que con esto uno pierde parte de
su inocencia y de su tranquilidad; por otra parte, gana una gran independencia
respecto a las opiniones, los hábitos y los juicios de sus semejantes y evita la
tentación de apoyar su equilibrio interno en tan inseguros cimientos.
Mi ideal político es la democracia. Que se respete a cada hombre como
individuo y que no se convierta a ninguno de ellos en ídolo. Es una ironía del
destino el que yo mismo haya sido objeto de excesiva admiración y reverencia
por parte de mis semejantes, sin causa ni mérito mío. La causa de esto quizá
sea el deseo, inalcanzable para muchos, de comprender las pocas ideas a las
que he llegado con mis débiles fuerzas gracias a una lucha incesante. Tengo
plena conciencia de que para que una sociedad pueda lograr sus objetivos es
necesario que haya alguien que piense, dirija y asuma, en términos generales, la

El mundo tal como yo lo veoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora