Prólogo:
Nos escondíamos en esa habitación de piedra claustrofóbica, evitando lo inevitable. La abracé, estaba temblando y pálida como el humo que recorría las calles de aquella ciudad. Nunca volveríamos a casa. Ella lloraba, yo también. En silencio, tentando a la suerte para darnos unos días más de vida. Pero no, los pasos estaban cada vez más cerca. Uno, dos, tres, ya era predecible que nos encontrara. Cuatro, cinco, seis, y siete. Ya está delante de la puerta de hierro. Es fuerte y está totalmente blindada, ¿y qué? La derribó igual que un bebé destroza una torre de juguete por mero capricho. Ella lloraba, yo también. Ocho, nueve, miré aquel rostro deformado por el odio y la oscuridad. Diez. Adiós, Marianna, siento no poder protejerte. Siempre te amé, no lo olvides. Si vamos a algún sitio, por favor, no te olvides de mí, espéramo. Nunca pudimos haber saltado esa vieja cerca...
Y si alguien lo hace, necesito que lea esto, seguro que le ayudará a escapar de aquí. Así que dejé el cuaderno que había empezado a escribir desde que llegué a ese maldito lugar. Que tenga piedad, por favor. Que me mate, pero que deje vivir a Marianna. Necesita vivir. Mi hijo necesita vivir.
Me coge del cuello de la camisa con aquella mano falta de varios dedos. Levanta el cuchillo. Ella llora, yo ya no. Marianna, recuérdame como el hombre que siempre quisiste. No debimos llamar a la muerte, nunca debimos ir más allá de la valla. La curiosidad mató al gato. Adiós...
Hola, lindo cuervo, ¿que haces aquí?
No es peligroso, pero, ¿y si viene aquí?
Deberíamos construir un pueblo, ¿no es así?
Y una bonita valla, ¿qué te parece a ti?
Un pueblo sin monstruos, sin sangre y sin muerte
con una gran alambrada, ¿a ti que te parece?
Los habitantes: elegimos quién se lo merece
Nosotros gobernaremos, seremos los reyes.
[...]
Oh, lindo cuervo, ¿por qué me traicionaste?
¿Era poco poder el que yo podía darte?
Si esa gente viene, seguro van a quemarme
Tengo miedo; ojalá pudiera quedarme.
[...]
En mi propio pueblo ya reina la codicia,
maldito cuervo, ¿por qué no te mataría?
Este pueblo está maldito, ¿quién lo diría?
Aquella valla es la única que separa la luz de la oscuridad...
ESTÁS LEYENDO
Más allá de la valla
Horror"-Ese poema me lo cantaba mi abuela varias veces que la iba a visitar. Dicen que esta es la valla que separa la luz de la oscuridad. Venga, tíos, deberíamos irnos de aquí... -¿Te crees la nana de tu abuela? Anda ya, yo voy. A saber lo que hay, ¡qué...