Ser tratados de la misma forma

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Muy bien, este discurso nunca se presentó en ningún concurso ni nada por el estilo. Sucede que hace un año, a principios del 2016, para una clase llamada "Global English", una maestra nos pidió como tarea la biografía de alguien a quien admiráramos por lo que pensaba, un poema, un pensamiento. Los últimos dos podían ser de alguien más o propios. Como ya tenía esta idea dándome vueltas en la cabeza aproveché para escribirlo y aquí estamos; lo entregué sólo como una tarea.

A pesar de no haberlo presentado, el discurso en sí me gusta, espero que ustedes también lo disfruten.

Por cierto, este discurso fue escrito originalmente en inglés, pero tuve que traducirlo para publicarlo en esa antología.

Ser tratados de la misma forma

Cuando era una niña, mi padre solía decirme que yo no era mejor que nadie sólo por el color de mis ojos o el color de mi piel; que tener cierta posición económica o usar cierta ropa no me hacía diferente en esencia a ninguna otra persona. Me dijo que sólo mis acciones definirían qué tipo de persona era yo, sólo mis decisiones.

Sin embargo, las decisiones que un niño toma son muy distintas a las de un adulto.

Buenos días, mi nombre es Ana Karen V. y les presentaré este discurso titulado "Ser tratados de la misma forma".

Empecemos con algo simple, decisiones de niño, mismas que no van más allá de "¿Quieres helado de fresa o de chocolate? ¿Quieres pie o pastel? ¿A o B?" Sin embargo, cuando uno crece esas sencillas preguntas dejan de ser tan sencillas. Ya no se trata de tu postre, sino de la ropa que usas, de la carrera que vas a estudiar, de tu sexualidad. Y entonces, por supuesto, ya no se trata sólo de A o B, sino de A, B, C o D.

Y, por otro lado, no somos tan libres de tomar decisiones como pensamos que somos. Empecemos con algo simple, una pregunta digna de un niño: ¿las niñas usan rosa o azul?

¿Ven? Lo que importa no es la pregunta en sí misma, no se trata sólo de los colores que acabo de mencionar, es el mero hecho de que preguntas como esta siquiera deban ser voceadas. ¿Por qué damos un sexo a los colores? ¿Por qué preguntamos "¿Las niñas juegan con carros o con muñecas?"? ¿Por qué?

Y, por supuesto, la pregunta ya tiene una respuesta, ha permanecido respondida desde antes de que nosotros naciéramos. "¡Por qué preguntas, las niñas usan rosa! "Por supuesto que los niños juegan con carros y las niñas con muñecas, ¡por dios!"

De esto es de lo que estoy hablando. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué no puede un niño rosa y una niña azul? ¿Por qué está mal, por qué es tan escandaloso, cuando se trata de un color sin género?

Por supuesto, la razón de que esté aquí haciendo estas preguntas no es un color. Claro que puedes usar lo que quieras porque es tu decisión. Lo que quería ejemplificar con esto son los estereotipos.

Por cierto, lamento informarles que México, nuestro país, es una nación sexista, machista. Sí, así es, vivimos en un país que adora la discriminación.

Sé que quieren debatir este punto ahora mismo. ¿Por qué machista si desde 1950 las mujeres tienen el derecho al voto? ¡Eso es un gran avance!

Déjenme preguntarles, ¿lo es en realidad? ¿Comparado a qué? ¿A la democracia recién nacida de la antigua Grecia, en donde sólo los hombres con bienes podían votar, excluyendo a más de la mitad de la población compuesta de mujeres y esclavos? Entonces sí, oh sí, ¡hemos avanzado tanto, este es un gran avance!

Sin embargo, la antigua Atenas fue hace tres mil años. Así que, en realidad, no es un adelanto tan grande como el que nos han hecho creer.

Ahora, he aquí un hecho, soy una mujer. No lo escogí, no lo decidí. No me preguntaron para que respondiera "Sí, quiero nacer mujer". Por supuesto, ahora mismo estoy orgullosa de lo que soy y de lo que represento. Sin embargo, eso no significa que esté cegada y no está consciente de las miles de pequeñas cosas que acompañan al ser mujer.

Para empezar, ser mujer significa que me pagarán 21% menos que a un hombre por ejecutar el mismo trabajo. He ahí nuestra justicia.

No nacemos sabiendo de estereotipos, los aprendemos, de nuestros padres, de nuestros maestros, de los medios de comunicación, de cualquiera a quien conocemos. Nos dicen quiénes ser, qué se espera de nosotros, qué hacer, a dónde ir. Los estereotipos son una decisión nuestra y al mismo tiempo no lo son.

Como niños, no nos damos cuenta de lo que es correcto y lo que no lo es, porque dependemos de nuestros padres y de los adultos en quienes confiamos para que nos enseñen, y esta es la parte en la que los estereotipos, los roles de género y tantas otras cosas son implantadas en nuestras mentes. A pesar de ello, con el tiempo desarrollamos nuestro propio criterio. No queremos ser una copia exacta de nuestra madre o padre, lo cual es comprensible, porque somos distintos a ellos.

Es entonces cuando debemos decidir si lo que aprendimos de niños era bueno o malo. México, por ejemplo, no se convertirá en un continente sólo porque eso nos hayan enseñado.

Los estereotipos varían, por supuesto, de un siglo a otro, de una religión a otra, de un país a otro.

Y aquí es donde la gente dice "Bueno, está bien, quizás no somos tan justos, tan equitativos, pero por lo menos no somos como los países musulmanes, como Egipto o Afganistán".

Esto realmente me sorprende, pues me hace pensar "¡Excelente! ¡Hemos dejado de ser consideradas ganado y ahora sólo son 36 de cada 100 mujeres, es decir, casi la mitad de la población femenina, las que reportan ser abusadas por sus parejas! ¡Son sólo ocho las mujeres asesinadas diariamente sólo porque son mujeres! ¡Sólo es un cuarto de nuestra paga la que nos es arrebatada! ¡Es grandioso! ¡Estamos tan cerca de la igualdad!"

Los estereotipos no afectan sólo a las mujeres, por supuesto que no. Un hombre, por ejemplo, no tendría que abusar a una mujer si la sociedad no le requiriera que lo hiciera. Un hombre no tendría que ser tan violento si se le ofreciera otra manera de airar sus emociones en lugar de que se les enseñara que "los hombres nunca lloran". Los roles de género no existirían si nosotros dejáramos de burlarnos de un hombre que ayuda a lavar los trastes en casa y si dejáramos de sentirnos ofendidos porque una mujer mantiene a su familia con su propio trabajo.

Últimamente he escuchado varios comentarios diciendo que en los últimos años, en las últimas décadas, la homosexualidad se ha convertido en un punto de discusión y la gente habla de nuevas leyes y nos piden que cambiemos nuestra mentalidad, que aprendamos a ser tolerantes y la gente debate y "¿está bien?", "¿está mal?"

Bueno, no estoy aquí para dar una clase de historia y explicar cómo eran las cosas para la gente gay de la antigua Grecia y la antigua Roma hace tres mil años, pero escuchar estas cosas me ha hecho reflexionar un poco, porque... por qué estamos luchando por los derechos de las personas homosexuales, por los derechos de las personas transexuales, por.... ¿por qué, cuando el racismo, el sexismo y los roles de género aún controlan con tanta fuerza a nuestra sociedad?

Y me lo pregunto porque, ¿cómo queremos defender a alguien más cuando no podemos defendernos a nosotros mismos?

Hace tan sólo unas semanas leí que el primer refugio para animales fue fundado en Inglaterra alrededor de los 1800's, y la publicación decía que resultaba curioso el hecho de que una mujer estuviera dispuesta a defender a un animal sin voz cuando las mujeres tenían a su vez tan pocos derechos.

Cuando alguien hace algo bueno o amable decimos, como si fuéramos nosotros mejores que cualquier otra especie, "¡Es fantástico, es un acto tan humano!". Sin embargo, cuando alguien hace algo cruel y atroz decimos, "¡Qué terrible, qué inhumano!"

Creo que ya ha sido suficiente discusión y suficiente debate. No estamos luchando por los derechos de las mujeres ni por los derechos de las personas pertenecientes a la comunidad LGBTQ ni por los derechos de los animales. Estamos luchando por los derechos humanos, así de sencillo.

Porque la igualdad no significa que todos seamos iguales, significa que nos esté permitido ser diferentes pero que seremos tratados de la misma forma.

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Que me tiemblen las piernas, pero no la vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora