Sorpresas inimagnables !

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"¿Qué diablos fue eso?" exigió Angie, limpiándose ketchup de la comisura de la boca. Se quedó mirando a dulce con obvia mirada de desaprobación.
Dulce la miró con confusión. "¿Qué?" Angie usó el resto de su perrito caliente para apuntar en dirección de la primera y única "cliente" del día. "Acabas de regalarle tu pintura a una completa desconocida," dijo. "¿Sinceramente crees que va a mandarte el dinero?"
"No importa," contestó Dulce, su mirada inconscientemente regresando a la desconocida a unos metros. "Le gustó mi pintura."
Angie agitó la cabeza. "Te tiraste lo más grande con esa pieza. ¿Por qué la regalaste? ¿Y quince dólares? ¡Creí que ibas a venderla por treinta!"
Dulce se rió, abriendo la bolsa de galletitas que le había comprado a un vendedor. Como si la diferencias de quince dólares hiciera gran impacto en su estándar de vida. Además, el arte no iba de ganar dinero. Iba de autoexpresión y hacer sentir a otra gente... algo... lo que fuera. Además, la joven parecía... simpática.
Era un día tan hermoso. La gente había salido, el clima era cálido sin ser desagradablemente caluroso. Una buena brisa movía el aire. La gente era feliz e iba a lo suyo.
"¿Por qué estás sonriendo?" preguntó angie con suspicacia.
Dulce sólo se encogió de hombros y le ofreció una galletita a su amiga. Eran buenas. Crujientes y saciantes. "Es que es un día precioso. Quizá regale todas mis pinturas." Rápidamente miró el boceto del Angel of Waters y fue a por él. "Excepto éste." Metió la hoja con cuidado en su mochila.
"Ésa es otra cosa," dijo angie, señalándolo con la lata de Pepsi de su mano. "¿Qué pasa con ese dibujo? ¿Qué fue esa mirada que me diste antes?"
"Se supone que es un regalo," contestó Dulce pacientemente.
"¿Para...?"
¿Por qué tenía angie que ser tan inquisitiva? dulce miró a su mejor amiga y se mordió con indecisión el labio inferior. Va a creer que es estúpido. "Ana"
angie dejó de masticar por un momento mientras sus ojos castaños volaban a los de dulce Tragó. "Ana," repitió. "¿Online Ana?"
Dulce se apresuró en explicarse. "Verás, su alias es PoetayAngel, así que me figuré que probablemente le gustan los ángeles. Nunca dijo que sí, pero puedo asumirlo. De todas formas, pensaba mandarle el boceto del ángel. Quizá le guste."
Angie asintió despacio. "¿No crees que te estás poniendo un poco demasiado amistosa con esa lesbiana?" preguntó. "Podría empezar a hacerse una idea equivocada. Quiero decir, conversaciones online de toda la noche, regalos no solicitados..." Hizo una pausa. "A menos que se esté haciendo la idea correcta." Le dio un codazo a dulce y le guiñó.
Dulce miró al cielo. "No es eso para nada. No la conoces."
"Tampoco tú," señaló angie, terminando su perrito caliente. "Podría ser como... enorme, horrible... tío viejo. Con parche en el ojo y barriga cervecera. Y que le guste eructar el alfabeto en público y pasearse desnudo por su apartamento."
Dulce se rió. No podía imaginarse a Ana haciendo ninguna de esas cosas. "Es una chica. Y tiene veinticinco años. Y es poeta y actriz."
"Eso dice," discutió angie "No sabes seguro ninguna de esas cosas. ¿Te ha enviado ya una foto de ella?"
Dulce se lo pensó. "Bueno, no. Pero yo tampoco le he mandado una de mí. No tiene idea de mi aspecto. Por lo que sabe, yo podría ser el gordo del parche."
******************
"Es bellísima," gimoteó Anahi, cayendo sobre el sofá con un sordo golpe. Se puso uno de los cojines del sofá sobre la cara y le gimió. Entonces lo tiró al lado. "Tiene los ojos más hermoso del mundo. Y su sonrisa... oh, uau... y su voz. Es como... como miel... o algo que es dulce y..." Perdió el hilo y volvió a gemir.
"Mm, oh, sí, justo ahí," ucker gimió con dicha desde la mesa de masaje. "Abajo... abajo... aaaaah..."
"Y me dio la pintura," continuó Anahi. "Sólo porque sí. ¿Por qué haría eso? Quizá sintió una conexión entre nosotras, ¿sabes? Como algún tipo de empuje..." Lo consideró y agitó la cabeza. "O quizá sólo es la persona más dulce de todo el mundo. Y yo soy la capulla que está mintiéndole."
Un continuo gemir fue la contestación.
Anahi echó una mirada por encima del sofá y entrecerró los ojos. Ucker estaba espatarrado en la mesa de masaje llevando nada más que una toalla mientras una pizpireta rubia trabajaba sus músculos. "¿Me estás escuchando?" le exigió.
Ninguna respuesta.
"¿Ucker?"
Los soñolientos ojos cafes se enfocaron en su dirección. "Oh, eh, Anny. No me di cuenta que estabas en casa."
Anahi tiró el cojín del sofá en su dirección. Falló y, en su lugar, le pegó a la masajista. Uups.
Irritados ojos verdes se entrecerraron, mientras la rubia se inclinaba para recuperar el objeto. "¿Perdió algo?" preguntó, sosteniendo el cojín del sofá.
Anahi sonrió dulcemente. "¿Te importaría atizarle en la cabeza con él?" preguntó.
"Eh, eh, no hay necesidad de violencia," exclamó ucker
"Su hora acabó," anunció la masajista, devolviendo el cojín a Anahi, que logró cogerlo a pesar del hecho que sus habilidades atléticas eran más que escasas.
Ucker rodó fuera de la mesa de masaje, cuidadoso en mantener la toalla alrededor de su cintura. "Soy feliz, feliz," comentó. "anahi, lo que fueras a pagarle a esta mujer, dóblalo."
Anahi miró al cielo. "¿Oíste algo de lo que dije?"
"¿Cuándo?"
"Antes."
Ucker arqueó una ceja. "¿Estabas hablando?" preguntó. Se encogió de hombros y pareció notar la pintura por primera vez. Estaba apoyada contra la parte de atrás del sofá, a medio metro de donde él estaba. "¿Qué es eso?"
Detrás de él, la masajista plegó la mesa y se preparó para irse. Ucker fue momentáneamente distraído por la salida de la mujer.
Anahi miró de nuevo al cielo y reemplazó el cojín de sofá antes de ponerse en pie. "Eso es una pintura," le informó. Se acercó a él para también contemplarla.
Ucker le lanzó una mirada indescifrable y se arrodilló para inspeccionar el lienzo. Agitó la cabeza y pasó un dedo por la esquina inferior derecha. "¿Dm. Espinosa?" miró sobre su hombro. "¿Qué hiciste?"
Soltó un largo suspiro y se apoyó contra la parte de atrás del sofá. "La conocí, ucker" dijo. "Quiero decir, ella no sabía quién era yo. Ninguno de mis yo. Pero yo sabía que era ella."
"¿Y?"
"Uau," musitó anahi
Ucker se puso de pie, asintiendo. "¿Así que fuiste a ella y le compraste otra pieza de arte?" adivinó. "¿Peluca.... gafas...?"
Anahi se encogió de hombros.
Ucker se rascó la nuca y miró fijamente a su mejor amiga. "¿Así que esta chica cree que eres tres personas distintas?" Hizo una pausa para reconsiderarlo. "No. No. No sabe que eres tres personas distintas." Lanzó las manos al aire con exasperación. "¿Cómo no has desarrollado ya personalidad múltiple?" Los ojos cafes se entrecerraron ligeramente. "¿O lo has hecho?"
Anahi soltó un largo suspiro y se dejó caer de espaldas, sus piernas colgando por encima del sofá. Se quedó mirando la vista al revés del centro de entretenimiento y gimió. "¿Por qué tenía que ser hermosa?" preguntó. "No podía ser fea. No. Por supuesto que no, eso habría sido demasiado simple."
Ucker apareció a su lado un momento después y se sentó. La miró un largo momento antes de sonreír. "¿Hermosa? ¿Y hetero, dices?"
"Ni siquiera lo pienses," advirtió anahi
"¿Por qué?" Anahi abrió la boca para responder, pero al instante la cerró. Se giró, cuidadosa de no golpear la cabeza de ucker con sus piernas, y logró ponerse en posición sedente. "No es mía," respondió suavemente.
"¿Sólo quieres que lo sea?"
Anahi frunció el entrecejo y agitó la cabeza. "Realmente no importa. Nunca funcionaría."
"¿Porque eres anahi Puente?"
"Entre otras cosas. Por no mencionar que es hetero."
"Más que no tiene idea de quién eres."
Suspiró de nuevo. "Y es sólo una cosa online."
"Así que, claramente, jamás nada podría salir de esto," concordó ucker.
"Cierto," le dijo Anahi, aunque su voz no tenía inflexión. Que deprimente era esto. Agitó la cabeza y se puso de pie para recuperar la pintura. La depositó contra la mesa de café para que ambos pudieran mirarla. "Es preciosa, ¿verdad?" preguntó, reclamando su sitio en el sofá.
"Es un amanecer."
"Y los amaneceres son preciosos." Levantó la vista hasta él. "Me la dio. Gratis. Me dijo que le mandara después el dinero por correo, aunque no creo que espere que lo haga."
Ucker resopló. "Menudo negocio tiene montado."
La mirada de Anahi regresó a la pintura. "Pidió quince dólares." Inclinó la cabeza a un lado y consideró el brillante uso del color. "Pero apenas creo que sea un precio justo."
Ucker asintió. "Quizá cinco dólares."
Le lanzó un codazo al estómago. Fuerte. "No seas cretino."
Ucker se frotó la lesión y suspiró. "¿Qué estás tramando ahora, Anny?"
Anahi sonrió. "Creo que esta pintura vale mucho más que eso."
Él captó su mirada y arqueó una ceja. "¿Cuánto más?"
"Mucho."
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"¡Ya voy!" gritó Dulce, saliendo de su dormitorio hacia la puerta delantera. "Golpea un poco más fuerte, ¿por qué no?" masculló gruñonamente. El ruidoso golpeteo en la puerta la había sacado del más maravilloso de los sueños. Había habido un unicornio y un bosque y un hermoso amanecer. Y hadas. Las hadas eran preciosas. Debería conseguirse un hada. Bostezó. Necesito café.
¡¡¡¡Pum!!!!
Jesucristo. "¡Ya voy!" gritó de nuevo, mientras abría de golpe la puerta. Pestañeó un par de veces. "¿Poncho?"
Él se sonrió mientras notaba su atuendo. "Lindo pijama," dijo. Levantó un pequeño bulto de sobres. "¿Revisas tu correo a menudo?"
Dulce frunció el ceño y arrebató la correspondencia de su agarre. "¿Qué haces revisando mi correo?" preguntó.
Poncho pareció herido, aunque no lo bastante para parecer convincente. "¿Puedo entrar?"
Dulce dejó la puerta abierta y se retiró a la cocina. Café. Necesito café. Montones y montones de café. Tiró los sobres en la mesa de la cocina y se dirigió hacia la cafetera. Estaba vacía. Nota mental: Matar a angie
Poncho estaba como en casa dirigiéndose directamente al refrigerador. Sacó un cartón de zumo de naranja y se sirvió una taza. "¿Te desperté?"
Dulce ojeó rápidamente la hora en el microondas. "Bueno, son las ocho de la mañana," respondió fríamente. Logró poner en marcha la cafetera y se dio la vuelta para enfrentar a su novio. Ex- novio. Bueno, lo que fuera. Se apoyó contra la barra y le observó tragarse la taza entera de zumo de un largo trago. ¿Siempre hizo ese irritante ruido al tragar?
Poncho se sentó mientras se servía otra taza. "Acabo de terminar de cargar mis cosas en un camión de mudanzas. Estoy muerto."
"¿Todo empacado?"
Él asintió, terminando el resto del zumo. Apuntó al cubo de basura, tiró, falló. Se encogió de hombros y miró a Dulce "Sí, me voy mañana," la informó. "Pero quería asegurarme que todo estaba listo para entonces."
La mirada de dulce estaba enfocada en el goteante cartón de zumo de naranja sobre el suelo de su cocina. ¡¡Café!! Llevó su mirada a Poncho. "Que fenomenal," dijo. "¿Por qué estás aquí?"
Poncho frunció el ceño ligeramente y se retrepó en la silla. "Bueno, quería que supieras que me sentí muy mal por lo que pasó en noche de la graduación," dijo. "Estuvo mal por mi parte planear algo tan importante sin tu consentimiento."
Dulce le permitió continuar.
Así que lo hizo. "Y he estado dándole vueltas," dijo, de repente poniéndose serio. "Y actué como un cretino esa noche."
Sin discusión al respecto. Dulce decidió que sería una larga charla, así que sacó una silla y se sentó.
"Temí que pudieses haber ido a tus padres a quejarte," continuó Poncho, "así que fui a hablar hace unos días con Ben."
Dulce se paralizó. "¡¿Tú que?!"
Poncho levantó la mano para sosegarla. "Cuando llegué allí me di cuenta que no les habías dicho nada, y aprecio que quisieras protegerme, pero fui un cretino irresponsable y tenía que decir la verdad. Así que me senté con Ben y tuvimos una larga conversación. De hombre a hombre."
A Dulce no le gustaba en absoluto a donde iba esto.
Poncho asintió. "Acordamos en que era hora."
"Hora." Repitió la palabra como si nunca la hubiera oído antes. "¿Hora de qué?"
Poncho se aclaró la garganta y, al instante siguiente, estaba sobre una rodilla, sosteniendo una caja de terciopelo en una mano. Con la otra, la abrió. "¿Te casarás conmigo?"

EL LADO CIEGO DEL AMOR  !! PORTIÑON!! ♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora