El me acorralo contra los casilleros, y exigió saber que pasaba. Me sentía tan pequeña frente a el.
No pude decirle.
Ellos veian, con sus miradas penetrantes, vigilando cada paso que hago, uno en falso, y estaria degollada en un santiamén.
Solo podría evadir su mirada y fingir que no vi aquella mueca de dolor en su rostro. Y no de ese dolor fisico, si no de aquel dolor emocional del cual yo era la causante.
Aún conservaba esperanzas.
Esperanzas en poder volver junto a él, porque en estos momentos, el causante de mis sonrisas, era él.