Carta XXXIII

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Ballet
una actividad del colegio que era lo suficientemente inútil como para saltarnosla.
Anna y yo nos encontramos sentadas una frente a la otra en un sepulcral silencio, silencio que entre nosotras no era incómodo, era un silencio lleno de complicidad y pequeñas risas ahogadas que rompían el silencio de vez en cuando.
Pero en un momento dado un sonido estridente rompía el silencio sobresaltando a ambas.

Cartas al silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora