Abismo

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Después de clases se había tomado la molestia de subir dos pisos más arriba hasta el tejado de su edificio. Podía sentir el viento fresco golpeando su cara mientras ocultaba sus manos en los bolsillos de la sudadera. La medicación seguía surcando sus venas haciéndolo más lento y pesado su andar, había logrado mantener su mente en blanco por bastante tiempo, tanto que no se dio cuenta cuando sus pies quedaron a la orilla del edificio justo donde no había barandal de protección.

A su cabeza no parecía importarle el riesgo de dar otro paso y terminar frito. Casi nueve metros hacia una muerte segura y ni siquiera sudaba frío.

Toda su vida le había temido a las alturas, antes subirse a una silla era comenzar un calvario. Comenzaba a sudar, a temblar y sentía las manos heladas del miedo. Ahora ni siquiera una pizca de miedo lo hacia retroceder.

Un rápido pensamiento bombardeo su cabeza como si fuera buena idea ¿y si termino con todo esto?

Tentado a saltar asomo un pie por la cornisa del edificio. Le evitaría problemas a mis padres, es incluso imposible que me salve de esta caída.

Tomó aire y devolvió el pie a su sitio anterior, mirando aun la enorme caída. Pensó en los gastos funerarios, en el trauma de sus compañeros quienes presenciarían su caída, en lo mucho que haría llorar a su hermana la cual se culparía de todo a pesar de no tener culpa de nada. Ya suficientes problemas les daba a sus padres como para darles otro en que pensar.

Por primera vez levanto la vista hacia el paisaje que dejaba ver su escuela. Edificios marrones erguidos con superioridad en donde ahora se efectuaban las clases de la tarde, canchas llenas de pasto mal cortado, y más allá de las rejas de la escuela se veía la pequeña ciudad donde vivía.

Tan apacible. Tan hermoso.

Tanto que le daba asco.

Volteo la mirada y apartándose de la orilla con un movimiento brusco, volcó fuera todo lo que había cargado su estómago. Desde el pobre desayuno de la mañana, hasta parte del fármaco que lo había drogado hasta ese momento.

Uno de los efectos secundarios de las pastillas, a parte de dejarte idiota un buen rato, eran los mareos y la constante sensación de tener la boca seca a la cual continuamente le ponen sal en la lengua.

Se maldijo al ver la mancha de vomito, era lógico que nadie subiría hasta ahí a limpiar ¿Cómo lo sabia? Llevaba meses sin subir ahí, y aun estaba el condón usado tirado en una de las esquinas protegidas por barandal de concreto.
No quería que su vomito se quedara ahí secándose y verlo ahí meses después, demasiado asqueroso cono para imaginarlo.

Se limpio la boca y bajo por las escaleras a paso lento. Tomó uno de los pequeños botes de plástico esparcidos por los pasillos, y un poco de papel de los baños para disponerse a subir de nuevo y limpiar su desastre. No quería dejar evidencias de su paso por el lugar.

Después de unos 20 minutos limpiando, volvió a bajar hasta la primera planta. Ya había tenido suficiente de alturas, estar demasiado cerca de las nubes podía volverte loco. Ese pensamiento si que lo hizo reír. No es como si volver a bajar le regresara su cordura.

Le agradaba escuchar el sonido del tacón del zapato golpear la loza en un ruido casi sordo, pero se podía distinguir cuando había dos o más pisadas en un mismo lugar. Para su suerte, sus pisadas siempre habían sido como las de un gato. Silenciosas, rápidas, inadvertidas. No le gustaban sus pisadas.

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⏰ Última actualización: Oct 02, 2017 ⏰

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