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Mia siempre lo había sabido.

A muy corta edad supo que iba a morir. Cuando su padre había caído muerto frente a sus ojos y luego se la llevaron a ver como reaccionaba con electrochoques.

Ahora estaba segura de que el momento había llegado. Desde el día en que su padre murió la habían asaltado con preguntas sobre una máquina de la que no sabía nada. Aún no recordaba nada, pero iban a matarla tratando de conseguir información que no estaba ahí.

Pensó en esa vez en que su padre la había sacado del cuarto a medianoche, diciéndole que la quería y que mantuviera silencio. Había una puerta de emergencia en un lugar bastante alejdo y ya llegaban a ella cuando escuchó el disparo. El disparo que había acabado con todo lo que amaba. Lo que le quedaba.

Su padre no le había dicho mucho sobre lo que pasó con su madre, pero con el tiempo Mia lo adivino.

Su padre se había enamorado de una metahumana. Mia era el producto de ese enamoramiento. Su madre había muerto al dar a luz, o eso le habíam dicho. Su padre jamás lo había superado.

Por eso había querido sacarla de ahí, mantenerla seguro de aquellos monstruos que decían pensar en el bien de todos.

Ahora le tocaba a ella. Solo esperaba que se rindieran rápido y no buscaran causarle más dolor.

La puerta se abrió y el oficial Ethan entró. Tenía ojos cafés y cabello castaño claro. No parecía alguien que quisiera hacerle daño. Pero Mia sabía que no se podía fiar de su apariencia.

A lo largo de su vida había conocido a muchas personas que parecían buenas, en las que ella creía que podía confiar. Todos acabaron lastimándola, todo por tener un estúpido ADN diferente. Ella odiaba su poder.

Ethan no dijo nada y la tomó del brazo, la llevó a una habitación con una silla en el centro y un cristal que dejaba ver la habitación del otro lado.

-Señorita Emerson-dijo con voz neutra-. Soy el oficial Shane Wilson. Supongo que sabe porque está aquí.

-No sé nada sobre su estúpida máquina, si insiste en lo contrario las cosas pueden ir mal-respondió Mia.

-Creí que diría eso-Shane sonrió-. Es por eso que usaremos un par de insentivos. Ethan, no es necesario qje estés dentro ahora así que si gustas puedes salir.

Ethan salió del cuarto y al cabo de un momento apareció junto al oficial Shane.

-Comenzaremos aumentando la temperatura de la habitacción, este caso sus habilodades no podrán ayudarla.

Mia se estremeció de una manera casi imperceptible. La habían sometido a eso antes. Por sus poderes era mucho más sensible al calor. Algo que para cualquiera sería normal, hacía que ella sintiera su piel ardiendo y ampollas se formaban en sus brazos. Lo peor era que con eso no podía defenderse, cualquier intento de mantener algo frío fracasaba y la agotaba.

Ella sabía que todo lo que ellos le harían sería en vano. Habían tratado de sacarle información desde que era una niña y nunca habían conseguido nada.

Pero esta vez la matarían, lo sabía. Lo que se preguntaba era ¿por qué ahora y no antes? Todas esas veces en que habían empleado todos los métodos que conocían para no haber podido sacarle nada, pero ahora iban a deshacerse de ella.

Sintió como la temperatura empezaba a subir, trató de pensar en su padre para olvidar el calor. Recordaba que el la peinaba, todos los días algo diferente, aunque siempre salía mal. Mia se reía al verse en el espejo y su padre comenzaba a reír con ella.

La temperatura aumento un poco más y a pesar de no ser una temperatura muy alta, para Mia era como cuando alguien acerca la mano a la llama de la estufa. Empezó a sudar y vio la piel descubierta volviendose roja.

Trató de formar nieve en la palma de su mano, pero sin importar cuanto se esforzara solo conseguía humedecer un poco su mano.

Ahora pensó en los pocos buenos momentos a lo largo de su vida. Había habido un soldado, bastante viejo, llamado Robert. El jugaba con ella cuando era niño y le decía que si formaba una bola de nieve la convertiría en helado. Mia lo hacía gustosa y entonces el le ponía un dulce jarabe encima. Ella amaba hacer eso con él, no se cansaba de comer los helados que el le ayudaba a crear.

La última vez que lo vio él había preparado helado para ambos y le dijo adiós con una sonrisa triste. Mia se enteró, unos años después, de que se había suicidado cuando su esposa había muerto.

La temperatura aumentó y Mia comenzó a sentirse mareada, vio que en su mano comenzaba a formarse una llaga y empezaron a arderle las puntas de los dedos.

Cuando tenía diez años conoció a Justin, que tenía ocho. Tenía ojos verdes y cabello rizado de color zanhoria.

Comían juntos de vez en cuando y el podía hacer crecer plantas en donde sea. Reía a carcajadas cuandos Justin hizo crecer una maragarita en la cabeza de un soldado y una rosa en la oreja del cocinero. Le regalaba a Mia flores y plantas aromaticas que ella tenía bien escondidas.

Justin había muerto cuando, en un ataque de rebeldía en el que trataba de salir de su cuarto, le habían dado una descarga demasiado fuerte. Mia había llorado sobre sus flores hasta que se marchitaron.

Empezó a sentir un calor demasiado fuerte y dejó escapar un gemido de dolor. No quería mostrarse débil pero no pudo evitarlo, esto la superaba.

Miró hacía el otro lado del cristal, Shane tenía una pequeña sonrisilla satisfecha y Ethan...Ethan parecía a punto de vomitar, sin importar cuanto tratara de ocultarlo.

Mia comenzó a sentir el olor de su piel chamuscandose, quiso morirse ahí mismo. Esto era lo peor que podían hacerle.

-Ahora, señorita Emerson, ¿recuerda algo que puede sernos útil?-dijo Shane.

-Ya les he dicho que no sé nada-respondió Mia jadeante.

Ethan vio horrorizado como Shane reía casi imperceptiblemente y aumentaba la temperatura. Ver a esa chica que al principio se mostraba fuerte y dispuesta a luchar con lo que le pusieran en frente marchitándose poco a poco lo hacía sentir asquedo consigo mismo por permitir que eso pasara.

Era horrible ver como la voluntad de Mia se reducía. Cada sonido que soltaba era de un dolor absoluto y hacía que Ethan se sintiera cada vez peor.

-No tengo la paciencia para soportar tu terquedad-dijo Shane con furia-. Dime lo que sabes.

Mia se veía demasiado agotada. Usando lo último de sus fuerzas levantó la mano y le mostró a Shane el dedo corazón. Después se desplomó por completo, inconsciente.

Shane solto un gruñido y luego se dirigió a Ethan:

-Sácala de mi vista. ¡YA!

Ethan entró al cuarto que aún tenía la temperatura alta. A el ese calor solo lo hizo sudar pero supo que a Mia la había afectado mucho más en cuanto la levantó del suelo, con un brazo bajo sus rodillas y otro en su espalda.

Tenía algunas ampollas en los brazos y la piel roja. Cuando la sostuvo la sintió demasiado liviana y no pudo evitar poner una mueca.

La llevó hasta su habitación y bajo la calefacción al mínimo. La dejó en la cama con la mayor delicadeza posible y se prometió en silencio no volver a sentir algo así de nuevo. No quería sentirse mal por ella; sabía que, como todos, iba a morir y sentir aunque sea un poco de simpatía por ella solo empeoraría las cosas.


Coldest HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora