2. El día en que el mundo calló

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Era marzo, los arboles comenzaban a teñirse de rojo y ámbar, los días comenzaban a ser más cortos y la placentera sensación del verano poco a poco iba quedando olvidada.

Y para nosotros, Jun, Freja y yo, era el momento de los nuevos inicios.

Éramos los menores de cinco hermanos, las expectativas de nuestros padres eran muy altas cuando pensaban en nosotros.

Habíamos llegado esa mañana a la ciudad, que comparada de donde veníamos era un universo completamente diferente, y aunque cada centímetro nos pareciera novedoso y diferente, las personas aquí ni siquiera nos veían. Me hacía sentir un poco mejor, que no nos notaran.

La gente parecía mucho más sofisticada que de donde veníamos y quizás el doble de paranoica, no dejaron de correr por las estaciones hasta que bajamos por fin en Ferrero.

El departamento era pequeño y como no habíamos tenido tiempo de traer todas las cosas solo teníamos un par de colchones, un televisor pequeño, un poco de comida y ropa que trajimos en nuestros bolsos, parecía más cercano a un expendedor de Crack, comentario que le agradecería a Freja que un hogar, pero ya lo seria, solo tomaría un poco de tiempo.

El cansancio llego a nosotros en una ola de quejas de Freja sobre todo en general y en un refunfuño de Jun por no haber comido durante el viaje, entonces fue que mamá llamo.

― Hijo, ¿porque no contestabas? ―estaba alterada, no es que fuera una reacción anormal en nuestra madre, pero solo me pareció un poco extraño, teníamos todo planeado desde que salimos, y no era especialmente tarde para que se preocupara porque no llamáramos ―estas bien, ¿tus hermanas están bien?

― Si, mamá, acabamos de llegar al departamento―la voz al teléfono sonaba preocupada, intranquila, busque comprensión en los ojos de mi hermano, él también había sentido eso ―mamá, ¿porque estas tan nerviosa?

― ¿No lo han visto? ―dijo ella, Freja encogió los hombros, "¿había algo que ver?" ―está en todos lados, hoy han atacado el aeropuerto ―en un movimiento instantáneo alguno de los dos encendió la pequeña televisión del living ―tienen que volver ahora mismo.

Las imágenes aparecieron claras en la pantalla, el titular del noticiero que comenzaba horas antes de lo acordado decía, "Ataque terrorista en Aeropuerto", "terrorista" la palabra nos puso nerviosos a los tres, podía verlo. Algo que leíamos en noticias extranjeras, pero no aquí, una alarma silenciosa se abrió paso en nosotros.

Mostraban una explosión y llamas, mientras seguían sacando personas heridas desde el interior del edificio destruido, una muchedumbre pálida e inconsciente en camillas, tantas personas.

― Tranquila, nosotros estamos bien ―mamá dijo algo inteligible al teléfono, Jun tenso la boca en una línea pálida.

― Cariño tranquila ―era papá ―Jun, necesito que hablemos a solas ―Jun camino hacia la habitación.

― No, esto no está bien ―Freja se levantó, yo la tome de la mano ―suéltame Cala, ya no somos niñas, porque tendría que haber algo que puede decirle a Jun y no a nosotras ―Freja parecía traicionada pero no se movió.

En la televisión, no dejaron de hablar de los posibles responsables y en el número de muertos que había dejado la explosión.

― Él nos lo dirá ―Freja quito su mano de la mía y camino al baño.

Afuera el sol comenzaba a ocultarse, la ciudad de pronto pareció cobrar vida, las luces de los edificios a teñir la tarde, pequeños faroles distantes que brillaban por la ventana.

Our last DaysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora