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No soy feliz.

Está bien, estoy exagerando.

No soy totalmente feliz.

Muchos se preguntaran por qué y la respuesta es muy sencilla.

Tengo mucho pero la mayoría de las ocasiones siento que no tengo nada.

Si alguien me escuchara decir eso diría que estoy completamente loca; porque bueno, soy atractiva, con un cuerpo bonito, tengo popularidad, dinero, unos padres amorosos, dos hermanos mayores maravillosos y dos mejores amigas completamente leales y sinceras.

Además de que soy capitana del equipo de animadoras y presidenta del grupo de decoración; siempre estoy a la moda, con las mejores ropas y zapatos, y tengo el mejor cabello del instituto.

Y a pesar de tener todo eso, hay algo que quiero y que no puedo tener; para ser más sincera no es un algo, más bien es un alguien.

Matías.

Algunos pensaran que se trata del chico más popular y guapo del instituto, pero no es así. Ese puesto lo ocupan mis hermanos mayores Nathan y Noah o como algunos se refieren a ellos. Los mellizos Evans.

Pero olvidemos eso y centrémonos en lo que nos importa en estos momentos.

Matías es el hermano mayor de Kiara, una de mis mejores amigas.

Él es un chico atractivo, nada del otro mundo, en varias ocasiones usa lentes y ropa, podríamos decir que cómoda. La mayor parte del tiempo se la pasa leyendo algún libro o un comic, por lo cual es considerado un nerd con todas las de la ley. Claro que no ayuda que ocupe el puesto número uno de calificaciones en toda la escuela y que pase algunas tardes con el equipo de ajedrez.

Nos conocimos cuando yo tenía diez años y él once, Nathan y Noah lo habían invitado a la casa a comer; fue ese mismo día donde conocí a Kiara y Audrey que lo acompañaron.

Por supuesto, al principio no le prestaba la mínima de atención, hasta que cumplí catorce años; ahí fue cuando todo cambio para mí.

Fue un día normal como cualquier otro, y creí que así seguiría, pero ese día vi algo que me hizo mirar a Matías con otros ojos y quedar totalmente prendada de él.

Dos años después mis sentimientos seguían haciéndose más fuertes con el paso de los días.

¿Cuál era el único problema?

¿Qué Matías se llevara bien con mis hermanos? No.

¿Qué su hermana fuera una de mis mejores amigas? Tampoco.

El problema era que Matías parecía NO soportarme.

No me dirigía ni una palabra, si no era absolutamente necesario y ni que hablar de que me mirara más de dos segundo seguidos.

Pero eso no hacía que mis ilusiones se rompieran, él valía la pena para esforzarme día tras día, para así ganarme su amor aunque me tomara años.

Todo por ti PRÓXIMAMENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora