PENÚLTIMO CAPITULO 44

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—Lauren,por favor no seas mala —insistió—, cuéntame algún detalle—.Le di un poco de lo que quería.
—Es sencillamente fantástica—le comenté—. ¿Qué más quieres que te cuente?
—Siempre has tenido una gran vena sádica — aquello me pareció bastante injusto—, pero ya, te lo sacaré, ya —me dijo, fingiendo decepción.
—Bueno está bien —le dije suspirando con resignación—te diré solo un pequeño detalle
—Sí, lo sabía, sabía que no me dejarías con las ganas de saber —dice con una sonrisa victoriosa—y todo por tu vena sádica.
Abro mis ojos a mas no poder con indignidad
—¡No soy sádica! ¿Sabes qué?¡ya no te diré nada!.
—Era broma Lauren—dice riendo nerviosamente —bueno, no es broma, pero te pido disculpas, ¿ok?—yo asiento seriamente—ahora cuéntame.
—Pues... veras..., hay veces en las que Camila me despierta dándome sexo oral—le digo en voz baja a pesar del ruido que hay en el bar, ella abre la boca incrédula.
—¿Camila te hace eso en las mañanas, para despertarte?. —pregunta más que curiosa. Yo asiento lentamente con una sonrisa risueña.
—Sí,—le respondo con una sonrisa —aunque no todas las mañanas, sólo a veces, te confieso que la primera vez que lo hizo me sorprendió, pero es muy placentero.
—Vaya, es sin duda la mujer perfecta—dice impactada—Hanna nunca lo ha hecho, ¡Y como me gustaría! —se lo propondré.
—Suerte con eso.
La protagonista nuestra conversación volvió a la Mesa
.—Había mucha fila en el baño y parece que se la pasaron excelente cuando yo no estaba —comentó al sentarse a mi lado. Me encantó recibirla con un exquisito beso.
—No estábamos hablando de ti cariño—intente negar.
—Sí que estábamos hablando de ti. —Keana no estaba dispuesta a cambiar de conversación. Muy satisfecha, me guiñó un ojo.
—¿Y entonces de qué hablaban? — preguntó en un tono inocente la mujer latina que estaba a mi lado.
—Luego te lo cuento. —La verdad es que quería cambiar de tema, pues ya me sentía lo bastante incómoda.
—En la cama te lo cuenta Camila.—la castaña no podía evitar soltar cada comentario picante que se le ocurría. — oh tal vez te lo diga mañana a primera hora del día cuando tú la despier...
— Keana! Si no te callas ahora mismo, te arrepentirás —le dije entre dientes.
Puso cara de no haber roto un plato en su vida. Mientras nos mirábamos fijamente, Camila se apoyó en mi hombro y se echó a reír.
—Estaban hablando de la conversación telefónica que tuvieron antes.
Dada su pericia, habría sido un milagro que no hubiera captado al menos una parte del tema. Gracias a Dios que fue la parte más inocente. Le lancé una mirada amenazadora a Keana y, finalmente, secundó mi estrategia.
—Sí, exacto. Estábamos hablando de la llamada telefónica. —Sonrió mi amiga—. ¡Estaba segura de haber oído algo!
—¡Ya, pero no colgaste! —gruñí, aún un poco preocupada.
—¡Por favor! —Keana reaccionó como si la hubiera ofendido—. ¿Cómo iba a dejar pasar una oportunidad así? Además... —Se apartó un poco de mí—. Además, hace mucho tiempo que no te oigo emitir esa clase de ruiditos.
Menos mal que había sido previsora y ya esperaba mi reacción porque, de no haber sido así, mi puño habría aterrizado en su estómago
—Me parece que será buena idea que las deje solas. Detesto interrumpir los rituales de cortejo. —dijo Camila y por la forma en que se le curvaron hacia arriba las comisuras de sus labios carnosos, supe que la situación le divertía mucho más que a mí.
—¿Cortejo?—dije con indignación—. Me parece que estás malinterpretando la situación.
—No —en esas cosas no se equivocaba. Nadie podía engañarla—. Está claro que se gustan —concluyó Camila en tono un tanto celoso, casi imperceptible.
Keana la miró primero a ella y luego a mí.
—Es cierto —admitió—.Me gustan mucho las dos —añadió después, sin dejar de observarnos—. Están hechas la una para la otra —afirmó con seguridad. Tras echarle un último vistazo a Camila, concluyó—: Y me alegro de que por fin Lauren te haya encontrado —dijo, mientras me señalaba a mí— porque llevaba mucho tiempo Buscándote.
Pensé que no soportaría aquella situación por mucho más tiempo.
—Eres maravillosa, —dije, a punto de llorar—. ¿Te enfadas si nos vamos?
—Por supuesto No. —estaba muy contenta—. Ya es hora de irnos, Lo entiendo perfectamente. Además, pensaba que ni siquiera vendrían —añadió, con una sonrisa.

Salimos del bar "Cherries". Caminamos al estacionamiento sin pronunciar palabra, Keana caminaba un poco mareada, meciéndose levemente, los Cosmopolitan sí que le cayeron fuerte.
—¿Estas segura que puedes conducir Keana? —le pregunto Camila —porque de lo contrario Lauren te puede llevar.
—Eso es cierto—afirme.
—Tranquilas chicas, soy excelente conductora, no se te olvide Lauren —dice al subirse a su lujoso auto y bajar la ventanilla—cuida de esa latina Jauregui, o lo haré yo—frunzo el ceño —es broma, relájate y recuerda lo que hablamos —confianza—dice moviendo los labios sin que Camila lo escuchara.
—Adiós Keana—digo al darle un beso en la mejilla
—Adiós amiga—mira a Camila —adiós hermosa latina —dice al sacar su brazo por la ventanilla de su auto y toma su mano dejándole un sonoro beso en ella. Y mira hacia el cielo—¿lo ves? —le pregunta a Camila señalando la luna, ambas alzamos la vista y observamos la luna rodeada de estrellas —allí en el cielo donde está, se muere de envidia por tu belleza Camila.
Mi morena se sonroja y le sonríe dándole un beso en la mejilla de despedida.
—Hasta pronto Keana, conduce con cuidado por favor —le pide mi morena.
—Lo haré—dice al guiñarle un ojo y encender su auto, perdiéndose en la carretera.
—¿A mi casa o a la tuya? —pregunté de repente.
Camila me miró, pero fui incapaz de descifrar sus pensamientos.
—Yo me voy a mi casa y tú te vas a la tuya—contestó enigmáticamente.
Me pregunté si la velada con Keana le había traído malos recuerdos, si con sus insinuaciones la había hecho pensar en ella misma o en el Trabajo que hasta hace unos meses tuvo. Se dio cuenta de que yo estaba algo inquieta.
—No tiene nada que ver contigo —aclaró—. Me encantaría pasar la noche contigo, pero tengo muchas cosas que hacer, y estudiar para unos exámenes de la universidad. —dudó por un momento—. Me voy a casa —dijo, aunque parecía como si hubiera pronunciado esas palabras muy a su pesar.
.—Pero no sola —dije de repente.
—Ya te he dicho que... —intentó protestar.
—Te llevó en mi auto y te acompaño hasta la puerta —insistí, sin hacerle caso—, como tiene que ser.
—Ah sí, es verdad—recordó—, eres muy educada. Yo más bien diría galante —sonrió—, pero la palabra no te gusta. Bueno, está bien —accedió— pero sólo hasta la puerta —añadió en tono de cautela.
Me puse una mano sobre el corazón.
—Por supuesto que sí. —Exagere un poco el gesto caballeresco con una reverencia ligeramente sarcástica—. Le doy mi palabra, señora mía.
—Eso me tranquiliza —admitió con una mirada risueña. —porque de verdad tengo que estudiar.
Le rodee la cintura con un brazo y partimos en dirección a mi auto, que, por desgracia, no estaba muy lejos. Cuando llegamos, a su edificio me estacione. Y me bajé del auto abriéndole la puerta para que saliera, estaba cumpliendo mi palabra de acompañarla hasta la puerta, para ser sincera, no quería irme, no quería apartarme de su lado.
—Bueno, pues ya hemos llegado—dije, en tono dubitativo.
—Hasta mañana —dijo ella—. Te llamaré.
—Pero no me vuelvas a llamar a la oficina—medio en broma, puse los ojos en blanco— me muero.
—Y yo. —Su voz sonó un tanto ronca. Se acercó a mí, me abrazó y me besó.
Las caricias de su lengua me hicieron estremecer de pies a cabeza. Me clavo un muslo entre las piernas y me empujó contra el marco de la puerta, al mismo tiempo que deslizaba una mano y me tocaba el trasero.
—Ojalá pudieras quedarte —susurró junto a mi boca—,pero realmente necesito estudiar para los exámenes. —Me besó apasionadamente una vez más, después se apartó de mí y dio un paso hacia atrás. Yo me quedé donde estaba, apoyada en la puerta y con los ojos cerrados. Aún notaba su lengua en mi boca y su muslo entre las piernas. La sangre me hervía en las venas. Me dio un golpecito en el hombro.
—Despierta —dijo, entre risas. Seguí con los ojos cerrados.
—¿Cómo puedes pedirme eso? —Pregunté, embobada—. Estoy en el país de tus besos.
—¿De verdad? —se burló—. Nunca he estado allí.
—No me extraña—comenté, aún embobada—. Que yo sepa, no puedes besarte a ti misma.
—Vamos —se decidió—. Sube conmigo—dijo, mientras abría la puerta.
Abrí los ojos.
—Te he dado mi palabra, y tienes que estudiar —Al parecer se le había olvidado ese detalle.
—Pero te acabo de invitar —respondió. No esperaba mi negativa y estaba un tanto sorprendida—y el examen es en dos semanas aún tengo tiempo de estudiar
—Eso no cambia las cosas amor . —Di un paso y la besé en esos labios tan carnosos y exquisitos—. Buenas noches Camz.
—Buenas noches Lolo.
Se quedó junto a la puerta, envuelta en una luz de un farol que la iluminaba desde atrás, y me observó con amor. La saludé con la mano, me subí a mi auto y me fui.

Mi Reina De La Noche CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora