(Parte 2)
Su lengua recorriendo un pezón hizo que la costurera temblara, encendiendo en ella un fuego feroz que quiso recorrer el cuerpo entero de la modelo, tan cándida, tan inexperta, pero tan buena alumna. Ambas lenguas lamían despacio el cuerpo de la otra, sus dedos exploraban lugares húmedos ya por la excitación. Necesitaban estar más cómodas y se tumbaron en el diván de pruebas. Una sobre la otra, mezclando miembros de ambas. Sus bocas juntas, sus pechos rozándose, su abdomen liso, casi infantil en el caso de la modelo, su monte liso y llano, como el claro de un bosque, sin hierbas ni arbustos. Limpio y suave para una boca exigente. Así la costurera se apremió en hacer rodar su lengua casi como en una tortura por dicho claro hasta llegar al núcleo, allí redujo la velocidad y aumentó la presión haciendo vibrar de placer a la modelo. Entonces introdujo un dedo suavemente en aquella cueva húmeda y caliente provocando un orgasmo brutal en la modelo que jadeó hasta que el placer dejó de inundar su ser.
La habitación viciada por un olor a mujer fue colándose por debajo de la puerta y llenando el pasillo contiguo hasta llegar a la oficina del contable.
El pobre hombre inmerso en sus números apenas se dio cuenta cuando aquella esencia inundó su ser haciendo de él un zombi, que guiado por sus instintos primarios lo dirigió hasta aquel nido lujurioso.
Apoyó su oído para escuchar algo y su sentido se llenó gloriosamente de sonidos femeninos de placer. Titubeó un poco pero su hombría pudo con su inseguridad y giró el pomo despacio, abriendo la puerta. La tenue luz apenas le dejó distinguir bien lo que ocurría. El calor se escapaba y cerró tras de sí.
Sus pupilas se adaptaron a esa oscuridad y el asombro apareció en su cara. Aquel diván azul marino contenía los cuerpos rosados y arrebolados por el calor de dos mujeres jóvenes que disfrutaban del sexo sin tapujos, lamiendo, tocando y besando rincones que él no sabía que se pudieran siquiera tocar por el decoro.ustedes me dicen si continuo...
