(Tercera parte)
Entonces miró de reojo a la joven muchacha y con la mano le indicó que se uniera a ella, la modelo reticente al principio sólo se acercó a la costurera continuando con besos y mordiscos por su cuello. Sus manos cubrieron sus lindos pechos, duros por pura excitación. Pero la costurera quería que la joven probara aquel sabor a hombre y la incitó con un beso largo entre ellas que la costurera fue dirigiendo directamente hacía el miembro expectante del contable. Así consiguió que ambas se besaran y lamieran con el pene entre sus bocas.
La costurera la dejó sola chupando el néctar masculino mientras ella se concentraba en la piel de sus testículos, metiéndoselos en la boca enteros.
El hombre al verse a punto de llegar al orgasmo las apartó a ambas y les indicó que siguieran entre ellas, entonces la costurera se tumbó sobre la modelo comenzando a besarla y bajando por su cuerpo hasta llegar a su sexo de nuevo. Lamió el botón del placer e introdujo dos dedos profundamente en su hueco mojado.
La costurera estaba disponible corporalmente por su parte trasera y el contable no dudó en penetrarla hasta el fondo como un macho cubre a una hembra a cuatro patas, haciéndola emitir un sonido gutural primitivo.
El sexo de él no logró controlarse y bombeó apenas unas cuantas veces hasta sacarlo y salpicar a la costurera por todas sus nalgas con aquel líquido blanco y caliente. Ellas continuaban, le dieron tiempo a recuperar fuerzas y a comenzar a lamer a la costurera su sexo desde abajo, tumbado bajo su cuerpo. Abrazó sus caderas y chupó intensamente aquel volcán a punto de estallar.
Ambas mujeres excitadas por lenguas ávidas del néctar del amor llegaron al clímax casi al mismo tiempo.
Los cuerpos rodaron y se relajaron sobre aquel diván ahora más blanco que azul marino, dejando que aquella experiencia se enfriara en la mente de todos.