12 de abril, noche lluviosa. Pedro festejaba su cumpleaños número veinticinco en la "Montaña", el bar al que iban siempre él y sus amigos. Incontables noches habían pasado allí, innumerables risas y pintas de cerveza, canciones y tristezas por igual.
Y ahí estaban otra vez, alrededor de la mesa añeja pero familiar.
- No para de llover. Creo que deberíamos esperar un rato más o, en caso de que no pare, llamamos un taxi -dijo Seba, el mejor amigo de Pedro.
- ¡Ni loco! Son las 2:30 a.m, y mañana trabajo. La pasé genial pero tengo que irme a casa -le respondió Pedro como podía, entre la ebriedad y el sueño-. Me mata tener este paraguas de cuarta, me voy a empapar.
Pedro saludó a Seba, y después a Nicolás y Matías, sus ex compañeros de secundaria. Éstos no se encontraban en mejor estado que él, por lo que asintieron con la cabeza y se recostaron sobre el respaldo del sillón del bar.
Y se fue. Caminando a paso de borracho, Pedro luchaba por no resbalarse a la vez que intentaba ver en frente suyo, acción que se le dificultaba entre la ebriedad y la lluvia incesable. Entre nubarrones de agua y vapor, logró llegar hasta su edificio. Mientras ponía las llaves en la puerta, escuchó un chapoteo seguido de un grito.
Una chica jóven, vestida de fiesta y sin nada más que un bolso y un paraguas yacía tendida en el suelo mojado.
- ¿Es... Estás bien? -le preguntó Pedro mientras bajaba los 3 escalones que había entre la entrada del edificio y la vereda.
- S-Sí, se me rompió el tacón y me caí. Me golpeé un poco las rodillas pero estoy bien. Perdón si te asusté, no hay nadie en la calle y tal vez pensaste que estaban robando a alguien o algo peor.
-N-N-No, no, no, nada de eso. Es que tomé un poco de más y no reacciono muy rápido. Ven, ponte debajo del techo, así no te mojas tanto.
La chica se levantó y con la ayuda de Pedro camino con el tacón roto hasta el pequeño saliente del edificio, que los resguardaba de la lluvia.
- Si quieres, puedes pasar y llamar un taxi, o lo que necesites. Además, el edificio está calefaccionado. A menos que quieras agarrarte una neumonía o algo peor, te aconsejaría que entraras.
- Está bien -dijo la chica, un poco tímida-. P-puedo... ¿Puedo llamar a un taxi desde tu celular? El mío se quedó sin batería.
- Eso no va a ser posible -Pedro sacó el celular de su bolsillo y presionó varias veces el botón de encendido-. Sin batería. Pero puedes subir y esperar en el pasillo de mi piso mientras te llamo uno desde el fijo.
La chica asintió y se dirigieron hacia el ascensor. Una vez en el quinto piso, ambos bajaron y fueron hasta la 503.
- Aquí es -dijo Pedro mientras ponía las llaves en la cerradura-. Puedes sentarte junto a la pared, te avisaré cuando haya llamado.
La chica se sentó en el piso de alfombra y se dispuso a esperar. Antes de entrar, Pedro dió media vuelta.
- Por cierto, ¿cómo te llamas?
- Clara.
- Muy bien, Clara. Ya vengo.
Ya dentro, vió el desorden que había dejado la noche anterior mientras festejaba con sus amigos antes de ir al bar. Ordenó superficialmente las cosas y fue hacia el fijo.
- Buenas noches, empresa de taxis "Mediterráneo", ¿en qué le puedo ayudar?
- Buenas noches, deseaba pedir un taxi lo más pronto que pueda.
- Disculpe señor, nuestro tiempo de espera más corto es de cuarenta minutos. Aunque si así lo desea, puedo hacer la reserva ya mismo.
Pedro insultó en su interior a la muchacha al otro lado del teléfono.
- En un momento vuelvo a llamar, tengo que verificarlo.
- Que tenga buenas noches, y disculpe las molestias.
Colgó y fue hacia la puerta.
- Hay demora de diez min...
Giro su cabeza hacia ambos lados del pasillo, pero Clara ya no estaba. Pensó que seguramente se había cansado de esperar y decidió irse caminando para no demorar más la llegada a su casa. Miró su reloj, 3:30 a.m. Una hora había pasado ya desde su salida del bar.
- Bueno, entonces me voy a dormir -dijo, y cerró la puerta.
Fue hacia su cama y se desplomó sobre ella. Qué cómoda estaba, se sentía como la caricia de una bella mujer. Se sentía muy suave, casi como...
- ¡Ah! -gritó mientras se volteaba. Una persona estaba junto a él-. C-Clara, pensé que te habías ido. ¿Qué haces en mi departamento? ¿Cuándo entraste?
- Cuando estabas hablando por teléfono, hacía frío en el pasillo, así que entré.
- Sí, pero no me dijiste nada, ni te anunciaste. Me diste un buen susto.
- Perdón, no era mi intención. ¿Qué puedo hacer para que me disculpes? -dijo en tono seductor mientras acariciaba la pierna de Pedro.
- N-no sé - tragó saliva mientras pensaba si estaba pasando realmente.
- Yo creo que sí - dijo sonriendo.
Lentamente lo desvistió, se besaron, y cuando casi llegaban al clímax, Clara sacó unas esposas.
- Vamos a hacerlo un poco más picante.
- Lo que tú quieras - dijo Pedro con una sonrisa que mezclaba placer e incertidumbre.
Esposó ambas muñecas con el respaldo de la cama, sus pies al otro extremo y dijo:
- ¿Sigo o no?
- Sigue, sigue, por favor.
- De acuerdo.
Se agachó al costado de la cama y levantó su bolso. Lo abrió, y sacó un juguete muy... Peculiar. Un vibrador, pero no uno común y corriente. El objeto sexual estaba repleto de tornillos oxidados, doblados, con algunas manchas de sangre.
- ¿Q-qué vas a hacer con e-eso? - preguntó Pedro, mientras sus nervios se intensificaban.
- ¿Tú qué crees? Voy a metértelo todo.
- N-no, no, es broma ¿no? No puedes hacer eso.
- Claro que puedo, tú me pediste que siguiera, yo sólo estoy siguiendo.
La mujer antes tímida y tierna había cambiado su cara a una llena de maldad. Lentamente deslizaba el juguete dentro de Pedro, mientras éste gritaba agonizante, sangrando. Tornillo a tornillo entraba cada vez más dentro de él, y la mujer sonreía cada vez más, cada vez más lujuriosa, mientras su sonrisa se volvía cada vez más psicópata.
- Es hermoso, ¿verdad? Me encanta encontrar hombres como tú, borrachos y despistados. Todos creen que la pobre mujer necesita ayuda, y aprovechan para acostarse con ella. Incluso tú, que no tuviste esa intención, no dudaste ni un segundo cuando mi mano se deslizaba dentro de tus pantalones. Adoro seguirlos durante días, hacerlos míos, hacerlos sufrir, - y mientras deslizaba el último tornillo dentro de Pedro, sacó un cuchillo de su bolso, lo miró a los ojos- Feliz cumpleaños.
Y mientras Pedro escuchaba lo que serían las últimas palabras que oiría en su vida, la mujer le cortó el cuello.
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No todo es lo que parece
Short StorySólo una historia que se me ocurrió hace un tiempo, escribí un borrador, y ahora la vuelco acá. Saludos A JBAM.