-Los muebles te esperan ansiosos, Raúl.
Dijo su hermanita desde el borde del techo, que tenía de fondo un cielo anochecido y despejado, pero a la vez, vacío de estrellas. La blancura de la luna lograba su cometido: de su hermanita, solo se distinguía su silueta, la cual se encontraba arropada en una sábana negra sin detalles para observar. Muy lejos estaba él para que sus gritos alcanzasen los oídos de ella.
-Sube, ellos te aguardan impacientes en busca de brindarte alegría y ratos gratos. Desean jugar a la luz de los candiles y corretear por los pisos de algarrobo. Anda, Raúl. Que nos invitan a disfrutar un paseo entre esos pasillos de por allá. ¿Los ves, verdad? No temas, el techo y las paredes serán tu abrigo; los tapices y la pintura evitarán que sientas asfixia; te advierto en realidad que son estrechos esos caminos. Pero anda, que lo único malo que puede pasar es que no te diviertas al comienzo, pero te aseguro que todo irá oscureciendo cada vez mas, hasta que no tengas la necesidad de ver. La oscuridad no será un impedimento y ataque hacia tus ojos, será una inexistencia en donde podrás caer y nadar a tu gusto. La comida no será necesaria nunca mas. Anda Raúl, que los insectos no serán motivo de preocupación, te comerán la ropa para que no te abrace el calor. Anda Raúl.
Y Raúl subió.
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La Sala de las Sonrisas Torcidas
PoesíaRelatos poéticos y oscuros. No esperes el best seller de Stephen King, esto es otra cosa.