Sucrette

327 56 32
                                    

Contenía sus lágrimas al punto de que sentía como su garganta se desgarraba, el chico que más amaba estaba aferrado a los brazos de su mejor amiga, demostrando un cariño más allá de amistad, sus ojos se humedecieron y deslizó el dorso de su mano con disimulo. Cuando al fin soltó a la chica de cabello claro sus ojos se posaron en ella con intriga, y las palabras que salieron de sus labios fueron más dañinas que una lanza.

-Muchas gracias por acompañarme, pero, ¿Cuál es tu nombre?

Él la había olvidado por completo.

Los gritos en la sala de espera llamaron la atención de la gente, Rosalya trataba de calmar a su amiga, pero ella estaba desesperada. En un momento que pudo estar a solas con Lysandro en su habitación, había descubierto que él estaba (o había estado) enamorado de Rosalya, y al parecer todo había vuelto a ser como en aquel entonces para él, sin siquiera recordar a la que actualmente era su novia. El corazón de Sucrette estaba roto en mil pedazos.

-Él te ama Sucrette, hace mucho tiempo sintió algo por mi pero no fue nada importante, Lysandro solo tiene ojos para ti ahora.

Las inocentes palabras de Rosalya no ayudaron a la desconsolada Sucrette, quien ya no sabía cómo mirar el rostro de su amiga, ni menos el de su novio.

"No fui, -ni soy -una persona importante para él"

Eran las palabras que se habían incrustado en su cabeza, quemándola como el hierro al dente, cayendo en un vacío oscuro y sin salida... cayendo en una tumba.

No quería ver a Lysandro, no quería sufrir ni molestarlo con su presencia, sabiendo que no la recordaría y esa misma noche terminó con todo el sufrimiento.

-Prométeme que jamás le dirás sobre mí, que no intentaras hacer que me recuerde... promete que jamás me conociste.

-Él te ama, te recordará si... -las palabras de Rosalya se detuvieron cuando las lágrimas no la dejaron respirar.

-Yo sé que eso jamás se hará realidad -habló Sucrette con su​ voz cortada -algo dentro de mi corazón lo dice.

Y de la misma forma en que su presencia se esfumó entre las manos de su amado, desapareció como una sombra en la oscuridad.

Llegar a una ciudad nueva de seguro sería mejor para su vida. Había conocido a una muchacha muy amable, Elena, y rápidamente se hicieron amigas, era una de las pocas personas con las que charlaba y unas de las pocas que noto su dolor.

El recuerdo de Lysandro pesaba en su cabeza como un yunque, aferrándola al piso sin mover sus pies; recordando su voz, sus dedos acariciando sus mejillas, su aroma cuando​ le abrazaba. Se sentía dentro de un caldero, consumiéndose lentamente en las llamas del dolor, oprimiendo su pecho el punto de que doliera al respirar y llorando hasta el punto de quedar sin lágrimas. Entonces encontró la forma de sacar ese dolor, de cambiar el dolor de su alma por el dolor físico, hiriendo sus brazos y piernas con una navaja desgastada. Vivió así hasta sus dieciocho años, cuando una noche su intento de aliviar el alma había llegado muy lejos.

Estuvo dos años más de su vida encerrada en un manicomio; por la depresión tan severa que tenía y los múltiples intentos de autodestrucción. Sometida a miles de medicamentos que la dejaban sedada al punto de pestañear con lentitud, pero a pesar de ello en su mente seguía dibujándose el perfil de aquel chico con vestimenta victoriana y palabras suaves como el algodón.

¿Por qué no podía olvidarlo? ¿Por qué lo recordaba incluso como si aún pudiese sentir sus labios? ¿Por qué lo amaba al punto de destruir su propio cuerpo?

Muchas veces deseó poder olvidarlo como él lo hizo con ella, pero parecía que la vida jugaba con ella, porque cada día era más difícil vivir con ese recuerdo​.

Recuerdos Olvidados [Lysandro] [Corazón de Melón]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora