Dinoamor

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A Tsukki le gustan pocas cosas, tan pocas que pueden ser contadas con los dedos. Pero hay algo que le gusta desde que era solo un niño. A Tsukki le gustan los dinosaurios.

No es experto en el tema, y no es que quiera serlo. Su gusto por los dinosaurios es un pasatiempo. Desde pequeño, su madre le compraba dinosaurios de plástico, los comenzó a acumular y a hacer una linda colección, que ahora solo servía de adorno en su habitación.

A veces, cuando estaba acostado en su cama sin hacer nada, mientras escuchaba música o leía algún manga, veía a sus dinosaurios​ en el estante de la pared. Estaban ahí, todos sus preciados dinosaurios. Cada que los veía, no podía evitar sentir un poco de nostalgia, recordando cuando era pequeño y jugaba con ellos.

Recordaba los tiempos en los que tomaba a cada uno de ellos, les ponía nombre —el nombre científico del reptil— y lo cambiaba un poco para hacerlo parecer el de una mascota. También recordaba haberles puesto su personalidad propia, que iba de acuerdo a su apariencia.

Un día, apenas iba terminado su tarea, y como buen fin de semana, su amigo Yamaguchi iría de visita, le había avisado que llegaría un poco tarde ya que su madre le había mandado a hacer algo. Por eso, Tsukki tenía algo de tiempo libre para desperdiciar. Se recostó en cama, puso sus cascos a un volumen estable, y se dedicó a esperar sin hacer nada.

Pronto, su vista se posó en los lindos dinosaurios. Tsukki estaba lúcido, más que nunca, así que tomó una decisión completamente consciente. Se levantó de su cama, caminó hasta su escritorio, donde arriba se encontraban los dinosaurios en el estante. Tomó algunos de ellos y los dejó en el escritorio.

De todos los que había ahí, tomó sólo tres. Esos eran sus favoritos.

Un lindo Stegosaurus, color anaranjado. Un Diplodocus, verde, pero no se acercaba en nada a uno real. Y el famoso Tiranosaurus, de color rojo, muy hermoso, muy bien hecho, era su favorito de todos desde que se lo compró su hermano.

Si se lo preguntaban, no lo diría, pero tenían nombres, nombres que le puso cuando era niño y aún jugaba con ellos. Por supuesto, el Tiranosaurus se llamaba Rex, clásico ¿no? Pues para Tsukki ya no era cool, era muy irónico, pero aún así no haría nada por cambiarle el nombre, después de todo ya no jugaba con ellos. El nombre del Stegosaurus, era su secreto, nadie en la vida debía saberlo, hasta ese día seguía dándole un poco de vergüenza, y no solía tomarle importancia por lo mismo de que ya no jugaba con ellos. El Stegosaurus se llamaba Tadashi, porque era adorable, era un dinosaurio muy lindo, y cuando lo vio por primera vez no pudo evitar pensar en su mejor amigo. Para finalizar, el Diplodocus se llamaba Akiteru, bueno, en la época en que lo obtuvo aún admiraba a su hermano, pero por la misma razón por la que los otros dos dinusaurios seguían con su nombre, no se lo cambiaría al Diplodocus.

Llegó uno de esos momentos de nostalgia, donde recordaba cuando jugaba con ellos, y para el colmo, recordaba mayormente las veces que llegó a jugar con Yamaguchi.

Tenía tres de ellos en frente, ¿qué podía perder?

🌟🌙🌟

Rex daba pequeños pasos, estaba nervioso, y se acercaba al herbívoro que le gustaba.

El Tiranosaurus estaba enamorado, desde la primera vez que lo vio. Fue amor a primera vista, y tras el paso de los años ese amor creció tanto que tenía que hacer algo al respecto. Ya no lo soportaba, se iba a declarar.

Dinoamor - TsukkiYamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora