2. Matar o morir

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El señor Fold Rest, uno de los Cuatro Grandes que presidían las Cuatro Nacione, estaba todavía durmiendo cuando llamaron a su puerta. Desganado se levantó y, pasándose una mano por los verdosos ojos, se arregló un poco. Fold Rest se pasó una bata de seda por los hombros y se entretuvo colocándose los lujosos zapados antes de abrir.

Al otro lado, estaba el comandante de su Guardia Árida, ser Pol. Ser Pol era un hombre calvo, corpulento e increíblemente dócil. Acataba (casi) todas sus órdenes sin más que un asentimiento, aunque a veces se rebelaba cuando lo enviaba a matar a jóvenes y niños. Después de todo, el comandante era padre y le tenía un cariño inefable a su hija.

-¿Qué pasa, Pol?-Soltó, intentando parecer regio aun medio dormido. Lo consiguió, no obstante, y el hombre calvo se puso más recto si cabe.

-Tenemos notícias de su hija Blakeila, señor- le dijo en un tono firme y directo que no se dejaba llevar por las ramas-. Según nuestros espías en la Otra Tierra, la señorita Blakeila escapó ayer de la escuela a la que estaba asistiendo. Han aparecido cuatro personas muertas, sin signos aparentes de violencia, excepto una marca en la frente de cada víctima. Tampoco están sus informes, su falsa información ni ninguna foto suya; como si ella nunca hubiese estado.

-Keila, Keila...-Murmuró Fold Rest y se hizo a un lado para que el comandante entrase a la habitación-. La enseñé demasiado bien... Y mi maldito hermano Lamie habrá continuado mi entrenamiento-luego se dirigió a ser Pol-. ¿Las personas que mi hija ha matado son importantes? ¿Podrían suponer un problema para ella? - No era preocupación lo que le llevaba a pronunciar esas preguntas, era cierto respeto a que su hija llegase de nuevo a él.

-El director del centro-negó con la cabeza-, dos limpiadoras y un guardia. Además, un joven llamado Kile ha desaparecido con ella. No hemos podido seguir su rastro, pero de él sí tenemos información.

Lord Fold Rest escuchó bien las palabras, se giró y empezó a andar por la habitación. Ser Pol se quedó parado cerca de la puerta.

-Debemos avisar a los Buscadores- caviló-, Keila no tardará mucho tiempo en aparecer aquí en Symell. Y, por si fuera poco, su magia es sumamente avanzada para su edad. Supondrá un grave problema si llega a alguna aldea y no hay más de dos Buscadores o Creadores presentes. Podría llegar aquí con suma facilidad. Está demasiado preparada...

-Podemos enviar parte de la Guardia Árida a las aldeas más cercanas al palacio-propuso Pol, frunciendo el ceño.

-No-dijo rotundamente Lord Fold-. Keila viene aquí, a por mí. Necesito toda la protección posible para los que viven en el palacio. A mi hija no le importa matar a más personas si consigue llegar hasta a mí. En ese sentido es como yo: descorazonada.

Pol asintió.

-¿Puedo hacerle una pregunta? - Dijo, tras unos instantes de silencio.

-Adelante, comandante- asintió el nombre señor.

-¿Cómo puede matar de esa manera si tan solo tiene dieciséis años y... fue besada por el dragón?

-Por esas mismas razones, ser Pol- respondió-. Fue besada por el dragon y él le dejó parte de su poder. Y la edad es lo de menos, ya he dicho que sabe usar magia muy avanzada-se giró hacia él, cayendo de pronto en un detalle que había pasado de largo-. ¿Qué ponía en la frente de los muertos?

-Hokat po draks-respondió el comandante, sin pronunciar muy bien las palabras.

-Muerto por el dragón-musitó Lord Fold-. Una manera muy digna de marcar a sus víctimas, no se puede negar. Demasiado pretenciosa, diría yo.

El señor Fold Rest se quedó pensativo un momento.

-¿Qué me puedes decir del chico que también ha escapado con ella? El tal Quiler.

-Kile, mi señor-lo corrigió sutilmente Pol-. No sabemos mucho del muchacho por el momento, sus padres murieron hace años y vivía con su abuela, de ella se está ocupando uno de mis mejores hombres. Pronto volverá desde la Otra Tierra con más noticias.

-Avisadme si encontráis algún rastro de magia, por débil que sea- ordenó y Pol asintió-. Si Keila se alía con alguien poderoso, la Guardia Árida tendrá poco que hacer. Viene a matarme, Pol, tenlo en mente.

Ser Pol abrió muchísimo los ojos, visiblemente sorprendido.

-¿Por qué vendría a mataros vuestra propia hija?

-La abandoné a su suerte a los diez años, comandante, no lo olvides. Es hija de uno de los Cuatro Grandes de las Naciones, en la Otra Tierra también habrá orbes. Sin duda, mi querido hermano Lamie sabe donde hay uno. Si es así, la profecía no tardará nada en pronunciarse y, como todo orbe sabe, la venganza es lo primero que pide un Creador de Fuego.

Ser Pol asintió, asimilando las palabras.

-Entonces, ¿reforzamos la Guardia Árida y dejamos las aldeas sin protección?

Lord Fold se sentó en una silla, enfrente de una preciosa mesa de roble.

-Asegúrate de que hay un Creador fiel a mí en cada aldea. Yo llamaré a los Buscadores para que se encargen de Keila nada más llegue.

Ser Pol hizo una reverencia e hizo ademán de marcharse.

-Ser Pol, una última cosa.

-¿Sí, mi señor?

-Si la ves, mátala al instante.

-Pero, mi señor, es su...

-No es una petición, ser Pol- lo interrumpió, en tono duro-. Mátala nada más veas una cabellera ígnea como la suya, ¿me has entendido?

Ser Pol apretó los dientes, asintió y se marchó tras despedirse con respeto. Matar a una niña, ¿cómo iba a hacerlo?

-Maldita hija mía-oyó que rugía Lord Fold desde sus aposentos.

Ser Pol escupió en el suelo, solo tenía dos opciones: matar o morir. Y no estaba dispuesto a cumplir la segunda.

Keila GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora