3. Bruja en Pokal

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Keila y Kile corrían entre la gente que hacía sus compras en la gran ciudad de Pokal. Los dos jóvenes se alejaban lo más rápido posible de la escuela, de la masacre que Keila había dejado allí y que no tardaría en descubrir alguien.

Cuando pararon a descansar a un callejón sucio y maloliente, Kile miró a su amiga. No entendía qué estaba pasando, pero cuando Keila le había dicho si quería marcharse con ella, una sola palabra había acudido a su mente.

-¿Por qué vamos tan deprisa?- Le preguntó, jadeando por el ritmo al que había llegado la marcha.

-Ha habido muertes-respondió inmediatamente Keila, sin pararse a pensar-. Y me van a relacionar con ellas.

Kile deslizó la espalda por la pared hasta quedar sentado en el suelo, necesitaba recuperar el aliento como fuera y la repentina confesión de Keila le había hecho perder el equilibrio.

-¿Por qué le echarían la culpa a una joven de dieciséis años por la muerte de algunas personas? - Preguntó y depués se planteó otra pregunta-: ¿Y cómo sabes que ha muerto gente?

Keila se sentó frente a él, lo miró a los ojos y suspiró.

-Los maté yo-dijo sin preocuparse-. Tranquilo, no usé armas de fuego ni ningún tipo de arma blanca. Demasiada sangre, en mi opinión.

Kile la miró con los ojos cristalinos muy abiertos.

-¿Cómo los mataste? ¿A quién mataste? ¿Cómo los pudiste matar? ¿Por qué lo hiciste, Keila?- Soltó a gran velocidad, sin pensar muy bien nada.

-Kile, te avisé cuando te pregunté si querías irte de ahí conmigo: he hecho cosas malas y cosas horribles. Aceptaste venir y no quiero que te eches atrás ahora. ¿Queda claro? Estamos juntos en esto.

Kile asintió con cuidado y la miró a los ojos, buscando un resquicio de arrepentimiento o de compasión en ellos, pero no lo encontró.

-¿Puedes responderme aunque sea a una sola pregunta?-Dijo despacio.

Keila puso los ojos en blanco, aquello le parecía una tontería, pero aceptó.

-Una sola- asintió.

Kile se removió incómodo en el suelo.

-¿Cómo los mataste si no tenías armas?

Keila se pasó una mano por el pelo, pensativa. ¿Cómo se lo iba a explicar sin que la tachara de loca?

-A ver... Es difícil de explicar sin que te coja un infarto aquí mismo-respondió-. Para empezar, yo no soy de aquí.

-Tenía claro que no eras de Pokal- rebatió Kile.

-No-se rio Keila por su inocencia-. No soy de este mundo. No me interrumpas antes de que acabe- avisó cuando vio que el joven abría los labios para decir alguna cosa-. Vengo de un mundo llamado Symell, que está dividido en Cuatro Naciones y Cuatro Señores se hacen cargo de cada uno- suspiró antes de proseguir su narración-. Yo soy la legítima heredera de la Nación de Fuego, es decir, hija del actual señor. Sin embargo, él me abandonó con solo diez años en este mundo porque quería tener un varón y no una hembra- la rabia tiñó de algún modo sus palabras-. Pero antes de dejarme en este mundo me entrenó como a un guerrero, me enseñó a matar con todo tipo de armas, a planear estrategias brillantes en menos de un minuto, a crear fuego y a usarlo para cualquier cosa, entre demás. Una de las enseñanzas básicas para un heredero del Fuego es enseñarse a matar con los ojos. Quiero decir, entrar a través de tus ojos en la otra persona y desde ahí, matarlos por dentro.

Kile la miraba asombrado, intentando asimilar tan extraña información. Aunque la mitad de cosas no lograba entenderlas o, simplemente, le parecían fruto de la magia.

-Los mataste con los ojos- dijo, resolviendo su propia pregunta.

-Así es- asintió-. Y te voy a demostrar que no estoy inventándome nada. Tienes que confiar en mí.

Dicho esto, Keila se levantó y le tendió una mano al muchacho.

-¿Dónde vamos?

-Una sola pregunta- replicó la joven-. Ya la has usado, querido.

Kile puso los ojos en blanco.

-No me gusta esto.

Keila sonrió.

-Ya lo sé, pero...

-Tengo que confiar en ti- terminó Kile, con media sonrisa-. Confío en ti, Grace.

Keila asomó la cabeza por el callejón e, inmediatamente, se pegó a la pared. Rodeó el cuello de Kile con los brazos y lo acercó por completo a ella. El joven se puso nervioso y su corazón empezó a latir con fuerza.

-Sígueme el rollo-susurró Keila, demasiado cerca de sus labios y condujo sus manos a su cintura.

-¿Qué pasa? - Logró preguntar Kile, sorprendido y confundido.

-La bruja de Pokal está ahí fuera-respondió deprisa-. Si nos reconoce, nos podemos dar por muertos.

A Kile le bastó eso para besar a Keila con urgencia y hacer que rodeara su cintura con las piernas.

-Draks desum- susurró Keila sobre los labios del chico.

Keila GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora