El Fantasma

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Corrí lejos del lugar donde apareció el esqueleto hasta llegar a otra sala donde alguna vez fue una habitación, al parecer. Ahí, un hombre me tomó de los hombros.

— Señorita, ¿le ocurre algo? Pareciera que vio un fantasma —dijo con voz serena, y tal vez, con un toque burlón.
Estaba exaltada— ¡Un, un…! ¡Un esqueleto...! ¡Estaba en la sala! —lo llevo hasta la sala donde recibí el susto de mi vida— ¡Un esqueleto tocó mi cuello! ¡Quería matarme!
— Debe de alucinar, señorita Richardson, aquí no hay ningún esqueleto —me explicaba mientras lo jalaba hasta la habitación.
— ¡No! ¡Yo lo vi, no soy tonta! —llegamos a la sala, pero no había nada. Todo estaba sereno, cálido y en orden. Incluso unas velas estaban encedidas por todo el salón, y eso era aterrador, todo estaba oscuro antes— Y-yo, yo lo vi. ¡Lo juro! —dije tartamudeando— ¡Ni siquiera había velas!
El hombre, de quien por fin pude fijarme en su aspecto, rió un poco— Señorita, tal vez tenga un poco de fiebre por la lluvia, pero, lo que yo veo en el suelo —se dirige hacia allá—, son unos recuadros —los levanta y me mira como si yo hubiera hecho la travesura—. Venga, la llevaré a una habitación donde podrá quitarse esos harapos —miro mi ropa mojada, ¿era en serio lo que dijo?
— Qué amable —dije con sarcasmo.
Llegamos a la habitación. Era pequeña, pero se veía acogedora.
— Recomiendo que se vista de una vez, no quiero verla enferma... —escoge un vestido que se encontraba sobre la cama y me lo da, era como si ya supiera que iba a venir— este le sentará muy bien a sus hermosos ojos verdes… lamento si no estuve con usted hace unos mimutos. A veces la casa se divierte sola... —lo miro extrañada. No sabía qué me perturbaba más, si lo que dijo sobre la casa, o que él estuviera más blanco que lo blanco. Una liga mantenía atada su rizada y corta cabellera. Parecía ser de otro siglo. Admito, tenía un gran porte— Apresúrese, su comida estará lista en un minuto más —salió, y al segundo volvió—. Fue un placer conocerla, Rose Richardson —hace una gran reverencia—. Michael... señorita —como si me hubiera leído la mente respondió a mi duda. Su nombre era Michael... ¿cómo sabía él mi nombre? Nunca se lo dije. Después desapareció.

Me tranquilicé, me vestí y bajé a cenar. Era extraño usar un viejo vestido, pero más extraño todavía que me quedara como anillo al dedo. La cena estaba servida ya, toda la vajilla era de metal, muy curioso, y Michael ya no volvió a aparecer por ningún lado. Después de haber cenado me vestí con mi ropa, la cual estaba seca y doblada sobre la cama, que también era extraño, y me fui. Esta vez mi coche sí arrancó y pude salir de esa extraña experiencia.
Pasaron tres días, había recibido una llamada de la compañía que se encargaba de la casa abandonada, habían dicho que nunca me presenté para ver la casa, lo cual fue extraño porque sí había ido, y lo había informado, pero… al final terminé comprando la preciosa casa llamada 'Neverland".
Pasó un mes, ya había contratado a millones de personas para que le dieran mantenimiento tanto a la casa como al jardín, y quedó bastante bien. Ya era mi propio "hogar, dulce hogar".
Al poco tiempo invité a una amiga a que conociera mi casa. Aunque lo malo era que ella sí creía en los fantasmas, y después de haberle contado lo que me sucedió insistió aún más en venir.

— ¡Tú casa es enorme! —dijo Laurette impresionada.
— Gracias, Laurette —dije complacida—. Y espero que vengas a visitarme de vez en cuando, Neverland es tan grande que me siento muy sola.
— ¿Neverland? No sabía que las casas tenían que ser bautizadas.
— Ya se llamaba así, no es que yo me haya querido familiarizar con la casa.
— ¿Es en serio que hay un fantasma en tu casa?
— ¡No! ¡Por su puesto que no! Sólo fue una muy, muy mala broma.
— ¿Y cómo estás segura de ello?
— Porque yo no creo en los fantasmas, Lauri... —le dije con una tierna sonrisa.
— Oye, sabes que los fantasmas sí existen —me afirmó—. Mi abuela nos contaba mucho de ellos, cuando vivía en la casa de su tía, ¿lo recuerdas?
— Lo recuerdo perfectamente, pero yo no creo en ellos. No es personal.
— Sólo ten cuidado. Es una casa del siglo pasado o antepasado, aquí pudo haber ocurrido un acto de homicidio o suicidio, podrías investigar de tu casa, no está de más que sepas en dónde vives y con quién —me replicó seriamente.
— ¿"Y con quién"? —imito su voz— ¡Nadie más vive aquí! Laurette, ¡los fantasmas no existen! —grité convencida.
— Eso, amiga mía, no lo sabemos.
— No va a pasar nada, tontita. Estaré bien —le prometí a mi amiga.

Y tal vez ese fue mi más grande error, ¡invocar a quien no es llamado!  Pasó una semana, yo estaba a punto de irme a dormir cuando alguien tocó el timbre de la puerta. Al principio pensé que era el sueño el que me había echo escuchar eso, pero volvió a sonar dos veces más. Para cuando había tomado conciencia de que no era el sueño, me levanté para abrir.  Me asomé, no había nadie, estaba molesta por eso, y tal vez un poco aterrada, tal vez alguien quería hacerme daño o simplemente jugarme una broma. No me importó, así que me fui a dormir.
Eran las tres de la madrugada, yo dormía tranquilamente cuando de repente, ¡alguien comenzó a tocar la puerta como loco! Eso me levantó de un susto, aquella "persona" no paraba de dar fuertes golpes en la puerta, y me aterré, tal vez alguien quería asaltarme. Bajé lentamente, y tomé un palo de escoba por si lo llegase a necesitar. Seguían golpeando fuertemente la puerta, yo quité los seguros, abrí rápidamente y lista para golpear al que estuviera haciendo semejante escandalo, pero, no era nadie.

Me asomé a los lados, no había nada ni nadie, y muy enojada cerré la puerta— ¿Quién rayos —mientras volteaba para irme—, toca la puerta a estas horas…? —¡era él de nuevo! Di un brinco a la vez que gritaba— ¡¿Qué demonios te pasa?! –grité muy asustada. Al parecer, estaba molesto.
— ¡¿Qué hace usted aquí?!
— ¡Lo mismo me pregunto yo! ¡¿Y cómo entró?! —le cuestioné— ¡Es una casa ajena! ¡Mi Casa!
— No lo diré de nuevo —ignoró mis preguntas—, ¿qué hace usted aquí?
— Como le dije, es mi casa, la compré hace un mes. Además –lo recordé—, ¡usted me incitó a que la comprara!
— ¡¡Eso es mentira!! –Comenzó a llover. Yo estaba aterrada, pensé que me violaría o algo parecido.
— ¿Qué quiere? —le pregunté con miedo.
— Esta no es su casa... no es de nadie, ¡nadie debe de habitarla! Ellos podrían matarla —me advirtió.
— ¿Quiénes? —me aterraron sus palabras— ¡Salga de mi casa ahora mismo!
Se acercó a mí muy molesto, podía sentir su helada aura— Escúcheme bien, señorita. Es otoño….
— El otoño inicia en una semana —le interrumpí.
— Entonces mientras pueda, váyase de aquí y no vuelva. Si se queda después del primer día de otoño…— se limitó a terminar la oración, y con esas palabras salió de la casa para perderse entre la neblina.

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⏰ Última actualización: Apr 18, 2017 ⏰

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