Todo empezará con mi nacimiento, soy una niña y tengo ocho años, cuando me preguntan mi edad me gusta contarla con los dedos. Pero, yo sé de la existencia del sexo, he tomado una cerveza entera yo sola y mis brazos están estampados con círculos que a su vez, están hechos por cigarros.
En mi fiesta de cumpleaños, mi mamá bailó sin parar hasta la madrugada, eso me confunde. Ella me nombró Lucía y también me dio un hermano, aunque él ya existía cuando yo llegué. A veces él me da dinero para comprar dulces o calcomanías si cumplo ciertos retos, se ríe mientras los realizo, siempre término diciendo cosas que no quiero...
Me gusta disfrutar de mi dolor, acostarme y llorar, ese penetrante, pero pequeño ardor cuando emergen las lágrimas, es maravilloso.
Amo brincar, correr y comer, cuando hay eventos recojo junto a mi familia latas de bebidas.
Una niña me regaló una de sus muñecas, la cuido lo mejor que puedo, pues también me gusta jugar con ella.
Pasa el tiempo.
Me duelen mucho más los brazos.
Ahora el cuerpo.
Ya no quiero esto.
El color azul ya no me gusta.
