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Lauren se definía a sí misma como una chica rara, solitaria y llena de problemas. Lo sabía porque mientras
los demás en la sala de diálisis veían televisión, hablaban, leían un libro o revisaban sus notificaciones en Twitter, ella terminaba el crucigrama que había estado haciendo antes de que la chica de la ventana la
interrumpiera. Lauren tenía una rutina simple, y le gustaba seguirla al pie de la letra. Se levantaba a las cinco, sorprendida de que
su corazón rechazado hubiese sobrevivido una noche más,
tomaba sus medicamentos para intentar que su estúpido cuerpo dejara de atacar al órgano vital que la mantenía con vida, comía un desayuno ligero, hacia un crucigrama y luego volvía a dormir hasta que su madre la despertaba para almorzar.

Luego de esto subía a su habitación y
miraba por la ventana. Miraba a la chica que lloraba queriendo decirle algo, preguntarle por que lo hacía, pero su Asperger no se lo permitía. Luego de mirar suficiente tiempo por la ventana, su madre iba a buscarla a su cuarto e iban a sus citas diarias. Cuando no era la diálisis era el psicólogo, cuando no era el psicólogo era el cardiólogo, cuando no era el cardiólogo eran clases de
piano con la señora Hansen, a las cuales asistía junto con Ally, su única amiga. Lo único que le gustaba de todas sus actividades era esta última: la música… tiempo atrás el psicólogo les había dicho a sus padres que ella estaba deprimida. Primero intentaron con grupos de apoyo, pero
estos solo la deprimieron más. Luego intentaron otras cosas, pero no funcionaron. Las clases de piano eran las únicas que parecían hacerle sentir un poquito no tan deprimida. Finalmente llegaba a su casa, y luego de cenar, inyectarse su dosis diaria de insulina (“Gracias por inflamarte y hacerte extirpar, páncreas” Pensaba) y tomar más medicinas (Entre ellas una droga para dormir) Lauren
se quedaba profundamente dormida hasta el día siguiente.

A veces, cuándo Lauren no podía dormir ni con ayuda de las medicinas, pintaba durante la noche, pero esto se salía de su rutina, lo cual lo hacía abandonarlo casi de inmediato.
Pero ese día, por primera vez, Lauren no se sintió mal al dejar su rutina. Se suponía que Lauren debía VER a la
chica, no HABLAR con ella (“En realidad, nos hemos escrito” Se interrumpió), pero cuándo lo hizo se sintió tan bien que podría haberse salido de la rutina durante todo el
día. Esto jamás había sucedido con la señora Marta, su antigua vecina. La anciana señora solo la saludaba de vez en cuando, pero jamás hablaban. Y esto estaba bien. Una voz interrumpió los pensamientos de Lauren.

XX: Buenas tardes, Jauregui –La saludo una voz que conocía bastante bien.

Lauren: Ally Brooke Hernández, acabas de interrumpir mi crucigrama.

Ally: Lo siento. Solo quería hacerte compañía. Puedo irme si quieres.

Lauren sacudió la cabeza casi de inmediato. Le encantaban los crucigramas, pero su madre
sobreprotectora solo le permitía ver a Ally durante las diálisis y cuándo asistían a clases de piano, y en estas
últimas hablar era imposible con la estricta señora Hansen como profesora.

Lauren: Quédate, por favor.
Ally: Sabía que me necesitarías, Jauregui.

Lauren sonrió y luego hizo espacio para que Ally se sentara a su lado. En cuanto lo hizo, ambas se quedaron
en silencio, escuchando el sonido de la máquina de diálisis. Entonces Lauren rodeo a Ally por la cintura con
su brazo libre y apoyo su cabeza en su hombro. Era un abrazo. Torpe, pero lo era. Ally respondió al abrazo de
inmediato. Eran pocas las veces en las que Lauren daba un abrazo
espontaneo. Su psicóloga decía que era a causa del Asperger, pero Ally creía que en realidad la personalidad
de Lauren era así. ¿Por qué echarle la culpa de todo a tu padecimiento? ¿Por qué no puedes ser tu mismo a pesar de todo?

Lauren: Mi vida es espantosa.

Ally: No, no lo es Lauren

Lauren: Por favor, lee mi historial. Trasplantes, rechazos, enfermedades, diálisis… No hay nada bueno en el.

La Chica de la VentanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora