A Camila:
Hola, buenas noches, tal vez madrugadas.
¿Cómo estás? Espero que bien.
Me dijeron que debía escribirte una carta, que de esa manera podría desahogarme, que así podría comenzar a olvidar... pero yo no quiero hacerlo ¿Es tan difícil de entender? Me gusta castigarme con tu recuerdo, recordar cuando sonreías, cuando a la mitad de la noche me llamabas , me gusta pensar que fui yo la causa por la que te fuiste, que yo fallé y que me odias.
Pero, no es verdad.
No me odias, no me quieres... en realidad no sientes nada por mí, simplemente se te acabó el amor, pero el mío se quedó ahí, clavado como un cuchillo que no quiero sacar, que duele cuando lo intento. Ayer vi tu nueva relación ¡Felicidades! Volviste con tu ex, a pesar de que me dijiste que no creías en las segundas partes, supongo eso solo aplicaba para mí.
Nunca bebo tequila, lo sabes, pero anoche lo hice... me gustaba el dolor en la garganta y después del segundo ya no ardía tanto. Quebré algunas botellas fuera de tu antigua casa. Lo siento. Las estrellé contra ese roble que sobresale por la acera, ahí donde hicimos el amor después de aquella gran pelea. Probablemente grité tu nombre y te maldije. Lo siento por eso también.
En fin, hacen muy bonita pareja, sé que nunca le olvidaste, que cuando me conociste quisiste tapar su recuerdo y tal vez te funcionó por algún tiempo, pero creo que es el amor de tu vida y ese no se olvida tan fácil, basta mirarme escribiéndote cartas después de haber pasado todos estos años... Eres el amor de mi vida y duele como el infierno.
Espero todo te resulte bien, porque te deseo lo mejor. Sé que probablemente estés durmiendo, para mí a veces las noches son eternas, sobre todo esos días en que tengo noticias tuyas.
Lamento haberte llamado, gracias por no contestar, hubiera sido penoso que me escucharas llorar. Creo que es todo.
Con amor, dolor y hundida en el olvido, Lauren.