Vientre de suspiros

97 18 42
                                    

«Y eso que llamamos amor es el deseo de unirnos, de fundirnos y de confundirnos.»
~Marcel Schwob, escritor francés~

• • •

Tus labios entreabiertos...

En mi aliento se pierden tus jadeos,
incorpóreos fugitivos
de tu manantial de besos,
que se confunden con los míos
como lo hace mi piel ardiente
en los suspiros de tu vientre.

El rocío de tu lengua...

...me calma, me quema,
me incendia, me altera;
tus dientes perfilando
mi temblorosa silueta,
tu boca tatuando
cada lunar,
cada peca,
hasta crear
con ellas
todas las constelaciones
del firmamento 
sobre mi cuerpo
lleno de goce,
libertad,
deseo,
anhelo,
locura fugaz.

Mi boca traviesa...

...insolente, tu cuello besa;
tu piel tiembla.
Pasión
en mis ojos contemplas.
Pasión y amor, mucho amor.

Ese sentimiento que se refleja
en cada una de las caricias
que queda tatuada en nuestra piel,
esa que se une,
se funde
y se confunde
entre la tinta del laberinto
que cubre nuestro ser,
reflejando un pasado clandestino
que nada importa para querer,
adorar,
cuidar,
proteger
la vida que en tu vientre surgió,
simiente que engendró
el fruto de nuestro amor;
un pedacito de vida creada por los dos.

Tampoco importan los senderos
que tomamos en el pasado,
pues esos mismos pasos
—quién sabe si en ocasiones errados—
nos llevaron a nuestro encuentro,
a conocernos,
a enamorarnos,
a desearnos,
a amarnos;
como aman mis labios la curva de tu cuello,
como aman tus manos, tus besos,
mi vientre abultado,
por finas filigranas surcado.
Mi vientre: cobijo de nuestros sueños
y nuestros futuros desvelos.

No importa nuestra edad,
tampoco nuestra nacionalidad;
el pasado se olvida
y solo pensamos en lo que nos deparará la vida.

Infinita pasión.
Amor eterno.
Inagotable unión
de tu cuerpo fundiéndose en mi cuerpo,
de mi piel diluyéndose en tu piel,
de tus gemidos y jadeos
y mis gritos de placer.
Gritas tú, grito yo,
gritamos
los dos;
gemimos, jadeamos,
delirantes, sollozamos.

Grito y grito y solloza él;
calla con su llanto
el silencio de la noche...

Él, lo más puro
de este mundo corrupto,
lo más cierto
de nuestro incierto pasado y futuro.
«Hijo mío, bienvenido a la vida...»,
dices mientras lloras
y acaricias con ternura su mejilla;
yo, pegado a mi pecho, lo arrullo.
«Lección número uno,
pequeño: cuando mamá se enfade contigo,
regálale flores...»
Lloro a la vez que sonrío.
«...Número dos: los hombres
también lloran;
si no me crees, mira a tu padre ahora...»
Otra lágrima. Otra sonrisa.
Mi vientre vacío;
pero llena mi vida
con algo que nunca supe que quería
hasta que supe que lo tendría.
«...Número tres:
siempre, siempre, te vamos a querer...»

AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora