Capitulo 17

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Christopher se quedó sorprendido. ¿Creía que él iba a hacerles daño? Se preguntó entonces si habría estado mirando entre sus cosas, pero preguntar sólo confirmaría sus sospechas, y además, estaba seguro de que Dulce no habría hecho eso. No, ella era una persona honesta y por eso se arriesgaba a preguntar directamente. Y él no sabía qué decir.

— ¿Dónde has estado, Christopher?

No iba a dejarlo escapar, evidentemente. Y sabía que la única manera de calmar sus miedos era contarle... Lo único que podía contarle. Aunque no quería hacerlo.

—Muy bien. Te lo contaré cuando me haya cambiado de ropa.

Luego subió a la habitación, evitando su mirada. Tenía que quitarse el chaleco antibalas. Dulce no debía descubrir que debajo de la parka no llevaba sólo un jersey y una camiseta.
Cuando volvió a bajar a la cocina, ella estaba sacando los platos del lavavajillas.

—Tus cosas... —dijo en voz baja, devolviéndole la bolsa y el termo.

—Gracias.

— ¿Esto es por lo de ayer, Dulce? Porque si es así, ya he admitido que me pasé de la raya. Podemos dejarlo ahí.

— ¿Tan malo es lo que tienes que contarme? ¿Tanto como para que intentes cambiar de conversación a toda costa?

Christopher suspiró. Había cometido un error... Y eso era algo que se lo comía vivo. Casi tanto como verse obligado a pedir la baja. Él no necesitaba unas vacaciones, necesitaba trabajar.
Y si no sintiera aquel extraño deseo de protegerla, le diría la verdad y acabaría con todo. Él odiaba las mentiras.

—Fue hace un mes... —empezó a decir, pero tuvo que aclararse la garganta—Debíamos detener a un delincuente peligroso y sabíamos que tenía armas, así que fuimos preparados.
Christopher tragó saliva. ¿Hasta dónde podía contarle? Lo suficiente para tranquilizarla y no tanto como para descubrir la verdadera razón por la que estaba allí.
Dulce cerró la puerta del lavavajillas y volvió a mirarlo fijamente. Y él, sin saber qué hacer con las manos, las metió en los bolsillos del pantalón.

—Cuando reunimos información sobre un caso, normalmente es lo suficientemente completa para trazar la mejor táctica posible. Todo estaba bien organizado, todo el mundo sabía cuál era su trabajo. Pero él sabía que íbamos a buscarlo. No sé si nos vio o alguien le dio la información, pero nos recibió en la puerta.

Christopher levantó la mirada un momento. Dulce no podía saber lo duro que era para él contarle aquello. Mientras hablaba, las imágenes que había intentado olvidar por todos los medios volvían a su cabeza. Imágenes a cámara lenta, cuando en realidad, todo ocurrió en unos segundos. El momento en el que se dio cuenta del desastre...

—Él disparó y nosotros devolvimos los disparos. Debes entender que según la información que teníamos, estaba solo. Y no había razones para desconfiar. Pero no estaba solo. Había una chica, su hija. Murió de un disparo.

— ¿Le disparaste tú?

— ¿Yo personalmente? No.

— ¿Entonces por qué cargas con la culpa?

¿No era suficiente haberle contado la verdad? ¿Por qué tenía que seguir haciendo preguntas? Daba igual quién hubiese apretado el gatillo, había sido un error fatal.

—Era mi equipo, Dulce. Yo estaba a cargo de esos hombres.

—Fue un error, un error trágico...Christopher sacó las manos de los bolsillos. —No lo entiendes. Yo no puedo cometer errores. ¿Dirías lo mismo si hubiera sido Jenn? ¿Si hubiera sido tu hija la chica que murió?

Luego se dio la vuelta para salir al porche. Necesitaba respirar un poco de aire fresco. Contárselo a Dulce, había vuelto a enfurecerlo. Sencillamente, no había sitio para ese tipo de errores en su trabajo. Preocuparse por matar a un inocente o perder aun miembro de su equipo, era mucho más importante que el peligro para su propia vida.

Su jefe le había dicho que la baja no era negociable, aunque lo único que Christopher quería era volver al trabajo. Necesitaba concentrarse en algo, no tiempo libre para pensar en todo lo que había hecho mal. Pero luego esa baja se había convertido en parte de una misión, y eso le gustaba aún menos.

Dulce salió al porche tras él y puso una mano en su brazo, pero Christopher se
apartó.

—Lo siento. No debería haber insistido en que me lo contaras.

—Ahora que lo sabes puedes dejar de preguntar. El brusco tono la hizo dar un paso atrás, y Christopher se odió a sí mismo por hacerle daño. Ésa era precisamente la razón por la que le gustaría decirle la verdad.

No quería mentirle a Dulce. Podía convencerse a sí mismo de que no le estaba mintiendo, que sólo había soslayado la verdad... Pero era lo mismo. No podía hablarle de su misión y protegerla al mismo tiempo. Y él sabía qué era lo más importante.

—Gracias por contármelo de todas formas.

Al menos su respuesta parecía haberlasatisfecho, pensó Christopher, preguntándose cómo sería su relación a partir de aquelmomento.

—Tienes que entender una cosa, Dulce: Soy uncomisario de policía y hago mi trabajo. Y si tengo que lidiar con consecuenciasdesagradables, lo hago.

—Eso ha quedado muy claro... —murmuró ella, entrando de nuevo en la casa.
Christopher golpeó uno de los pilares del porche, frustrado. Él odiaba lamentira con todas sus fuerzas, pero aquello no tenía nada que ver con lahonestidad o la deshonestidad, sino con la protección. Protección para ella,para él, y para toda la comunidad. Sortearun poco la verdad no debería ser tan importante. Dulce era algo temporalen su vida y no había sitio para las emociones.

Pero al recordar el beso de la noche anterior se sintió culpable de nuevo.
Culpable porque Dulce era, en cierto modo, parte de su trabajo, cuando lo únicoque él quería hacer era volver a tenerla entre sus brazos. Pero en aquel momento lo mejor sería mantener las distancias. Dulce se cambiólas bolsas de mano para poder abrir la puerta. Era media tarde, y aún teníatiempo de hacer los filetes y el pastel que había planeado para la cena. Lahora del desayuno y la cena eran los únicos momentos en los que veía aChristopher desde aquella conversación.

Después de desayunar guardaba la comida en una mochila y estaba todo el día fuera.Volvía cansado, cenaba, y pasaba la tarde en su habitación.
Las pocas veces que había hablado con él,estaba sentado en su cuarto leyendo o trabajando en el ordenador.


Irresistible AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora