Capitulo 15

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Sorprendida, lo primero que notó fue que sus labios sabían ligeramente al vino blanco que habían tomado durante la cena. Dulce cerró los ojos al sentir la fuerza de su brazo en la cintura, apretándola contra su duro cuerpo.

Y era maravilloso. Fuerte, vibrante, apasionado, joven, lleno de vida...Suspirando, pasó las manos por su poderosa espalda, mientras Christopher seguía besándola en la boca, en el cuello, en la garganta, haciendo que se le doblaran las rodillas. Pero enseguida levantó la cabeza, asustada por la intensidad de su mirada, y más asustada de que en sus propios ojos él viera un reflejo de esa intensidad.

Deseaba a un hombre al que apenas conocía. Lo deseaba de la manera más básica que una mujer podía desear a un hombre. Nerviosa, se apartó, deteniéndose sólo cuando su espalda chocó contra la encimera. Los dos respiraban agitadamente. Y todo por un beso, unos segundos durante los cuales sus cuerpos se habían rozado.

—Llevo todo el día queriendo hacerlo. Esas palabras, pronunciadas en voz baja, la hicieron sentir un escalofrío. Dulce apartó la mirada, avergonzada. Había dejado a un lado sus deseos
durante tanto tiempo, que casi se había olvidado de que existieran. Se había conformado con la mirada de algún hombre de vez en cuando. Pero nunca, desde la muerte de Tom, se había comportado de esa manera.

—Yo... El postre... —no sabía lo que estaba diciendo, lo único que quería era que se la tragase la tierra.

—No, ahora mismo no —sonrió Christopher.

— ¿Café?

—Dulce, ¿quieres que te pida disculpas? No quiero hacerlo, pero...
«Yo tampoco quiero que lo hagas, pero tengo que poner distancia entre los dos de alguna forma».

—Sería lo más apropiado —contestó, levantando la barbilla.
¿A quién quería engañar? Christopher no la había obligado a besarlo. Podría haberse apartado, pero no lo había hecho.

—Lo siento —dijo él entonces—. Siento que seas tan guapa que haya tenido que besarte.
¡Vaya, hombre...! No podía ser. Aquello no podía ser.

—Nos conocemos desde hace sólo dos días, Christopher. Eres un cliente en mi hostal
y... Quizá deberías recordar eso.

La estrategia podría haber funcionado si no le hubiese temblado la voz. Pero le había temblado, y sin saber qué hacer, se dio la vuelta y salió de la cocina. Christopher no era el único que debía recordarlo. Unos tenues rayos de sol se colaban por la ventana del dormitorio cuando Christopher abrió los ojos. Según el reloj eran las ocho y cuarto. Nunca se había levantado tan tarde. Claro que tampoco solía quedarse horas y horas pensando en la cama... Y eso era lo que había hecho la noche anterior. Después de darse una ducha, se puso unos pantalones de pana y una camiseta de manga larga bajo un jersey de lana gruesa.

Tenía que salir de aquella casa durante un rato. Había sido una tontería besar a Dulce, pero verla tan vulnerable, tan asustada por despedirse de su hija, había despertado su lado protector. Y eso era algo que había heredado. De no ser así no podría hacer lo que hacía.

Christopher dejó la mochila sobre la cama, recordando los ojos tristes de Dulce. No era por hacer justicia. La mayoría de la gente pensaba eso, y para algunos era verdad. Pero no para él. A veces no tenía nada que ver con castigar al culpable, sino con proteger al inocente. Cuando bajó a la cocina comprobó que todo estaba muy limpio, los electrodomésticos brillantes. Y tuvo que sonreír. Empezaba a entender esa manía de tenerlo todo ordenado porque a él le pasaba lo mismo... Especialmente cuando estaba preocupado por algo.

Irresistible AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora