THREE

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Salí por un café, regresé a mi oficina y me la pasé a gusto el resto de la hora hasta que llegara el momento de que Jimin me llamara para ir a su casa.

Me había quedado pensando en esos sueños suyos desde que se fue, y, para ser honesto, realmente estaba esperando tener noticias de él y de su situación, pero él simplemente no llamaba.

Salí de mi oficina y le dije a mi secretaria que saldría afuera y que cancelara mi siguiente cita. En mi mano tenía el recibo de mi única y última sesión con Jimin, que apuntaba su domicilio.

Estaba quedándose en un apartamento del que su madre era dueña, justo en las fueras de la ciudad. Eran aproximadamente quince minutos en coche de mi oficina a su casa. Por casualidad, conseguí entrar a la puerta principal del edificio, ya que alguien justo iba saliendo del complejo.

Encontré su nombre en el directorio, había sido escrito recientemente, por lo que Jimin no debía de tener mucho tiempo viviendo ahí. De hecho, su madre probablemente lo instaló ahí para estar más cerca de mi consultorio y facilitar su llegada.

Se encontraba en el último departamento del primer piso; caminé el largo pasillo hasta que finalmente paré en su puerta. Vacilé por un momento y recapacité lo que estaba haciendo, pero mi curiosidad era mayor, así que golpeé la puerta fuertemente tres veces.

No había respuesta. No había sonidos de movimiento adentro. Después de escuchar por un rato, volví a golpear la puerta, esta vez más fuerte.

— Jiminie, soy Jeongguk... ¿Podrías abrirme la puerta, por favor?

Nada. Traté de girar la perilla de la puerta y, para mi sorpresa, giró por completo. Sentí el peso de la puerta aligerarse y supe que estaba abierta.

No puedo decir cuánto tiempo me quedé ahí, con la perilla en la mano, pensando, pensando en cómo se veía aquella situación por fuera; un doctor se permite entrar en el departamento de su paciente y amigo. Podría encontrarlo drogado, o en una peligrosa sobredosis de heroína. Pero, posiblemente, también sobredosis de la nueva droga que le prescribió él mismo ayer mismo.

Dejé de divagar y tomé aire al abrir la puerta lentamente.

Lo primero que noté es que las persianas estaban cerradas y no había luz, salvo por una lámpara que alumbraba tenuemente. Olía rancio y el ambiente se sentía muy encerrado, como si no hubiese ventanas en el departamento. En una pequeña mesa habían jeringas y cucharas junto a unas bolsitas pequeñas de plástico vacías.

Caminé por la sala de estar, no había señales de Jimin. Había un pasillo justo detrás de la pared donde estaba el sillón. Tomé mi celular y prendí la linterna. Caminé lentamente por el pasillo, tratando de hacer por alguna razón el mínimo ruido posible, con el corazón latiéndome en los oídos. Había una puerta entreabierta justo a mi izquierda. Cuidadosamente, alumbré dentro de la habitación; era el baño. Medianamente sucio, nada que no haya visto antes. No habían señales de forcejeo ni vómito en el retrete, nada que pudiera indicar una sobredosis.

Dejé salir un pequeño suspiro de alivio y seguí mi camino por el pasillo. Solo había una puerta restante, al final del pasillo. Estaba entreabierta también, una puerta blanca con perilla plateada. Traté de buscar entre la oscuridad un interruptor. Aquellos apartamentos eran viejos, el interruptor debía de estar en el cuarto de Jimin detrás de su puerta.

Hacer aquello no se estaba poniendo nada fácil, y tragando mi saliva llena de nervios, comencé a caminar con sigilo hacia su puerta. Cada paso se sentía como un kilómetro, mis pies se sentían torpes y mis piernas pesadas. Para cuando llegué a la puerta, sentí que había pasado una hora.

Me quedé aquí parado, solo viendo la puerta, hasta agarrar la perilla, levantar mi mano y golpear mis nudillos contra la puerta.

— ...¿Jimin? — Pregunté mientras golpeaba.

La puerta se inclinó ligeramente hacia dentro.

A través de la abertura de la puerta pude notar el contorno de una persona, y abrí la puerta completamente.

Jimin estaba sentado en el suelo, apoyado en la pared. Su piel pálida y blanca, sus ojos negros viendo directamente a la puerta por la que acababa de entrar.

Me quedé en shock. Era la primera vez que veía un cadáver fuera de su ataúd. Se veía tan vacío, sin vida. Noté sangre en la alfombra y todo llevaba a sus uñas que estaban totalmente ensangrentadas. Mi vista se nubló y todo a mi alrededor parecía temblar.

No sé cómo logré tantear la pared y encontrar el interruptor. Lo encendí, y luego lo vi:

« EL FIN ES EL COMIENZO ».

Las letras estaban profundamente talladas en la pared al lado de él. Justo después de leer aquello, un olor penetrarte chocó contra mis sentidos, un olor pútrido y repugnante. En ese instante, caí en cuenta; hasta ese momento, todo lo veía como algún tipo de ilusión, pero me di cuenta de todo lo que estaba pasando vívidamente y sentí las náuseas más asquerosas que he sentido en toda mi vida.

Corrí a toda velocidad al pasillo y vomité al instante. Estaba encorvado aún vomitando cuando una anciana de unas puertas más adelante abrió la puerta, y al verme se llevó la mano a la boca sorprendida.

— ¡Llame a emergencias! — Grité, llorando a la vez.

La escuché dar un portazo y correr adentro de su departamento. Yo traté de llegar al vestíbulo, parando cada tanto para tomar aire. Mis mareos eran insoportables, no podía creer lo que estaba pasando.

Cuando llegaron los paramédicos, lo declararon muerto en la escena. Debieron de estar acostumbrados a este tipo de cosas, porque no parecían estar afectados en absoluto.

Declaré ante la policía y les dije que era un paciente mío y también amigo. No parecían sospechar de mí, y me dijeron que si necesitaban algo más me llamarían. Les dejé mi tarjeta de presentación y caminé hacia mi carro.

Mientras arrancaba, vi un carro derraparse velozmente en el aparcamiento y a una mujer salir de él. Era la señora Park. Corrió hacia la entrada, unos oficiales la detuvieron y ella lloraba a gritos.

— ¡Es mi bebé! ¡No, por favor, Dios, no! — Gritaba desconsolada.

Forcejeaba con fuerza contra los oficiales. Miré la escena lo poco que pude soportarla y manejé hacia la avenida. Paré en la licorería, compré una botella de whisky y manejé hasta mi casa.

Me senté en el sillón y bebí en silencio por un largo tiempo. Después de un rato, prendí la tele en el canal de deportes y pedí algo de comida, pero cuando llegó no conseguí comer ni un bocado. Tenía una sensación muy extraña, tenía un vacío en el estómago y me sentía enfermo.

Para cuando me terminé la botella, se estaba haciendo tarde. Me puse de pie y caminé hacia mi habitación. Me quité los zapatos y me eché en el colchón.

Estaba ahí, recostado, pensando en Jimin, en su hermoso cuerpo pálido y sin vida arrinconado en la esquina del cuarto, viéndome fijamente con sus hermosos ojos negros sin vida, sobre su último mensaje, «El fin es el comienzo», retumbando en mi cerebro que trataba duramente de comprenderlo.

Mis pensamientos se ralentizaban y mis párpados se hacían más pesados. «El fin es el comienzo» resonaba en mi cabeza, una y otra vez. Estaba a punto de quedarme dormido cuando lo escuché.

De ningún lado y de todas partes a la vez.

Afilado como navaja, suave como el agua.

«¡Owee!».

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Nota: Bien, chamas, esto iba a tener cuatro partes, pero se me ocurrió esto y pues, KDNFLSBFLSNFSK ME ENCANTA ESTO.

Ojalá les haya gustado esta kkita💗

Les amo, me encanta hacer teorías so, dejo final abierto

OWEE [kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora