Volví a la habitación que había abandonado y me dispuse a leer, estudiar pero al mismo tiempo pensaba en mi odiosa indiferencia de amar, tratando de corregir eso, despertándome a las tres y quince de la madrugada y automáticamente recordarla.
Cada día pienso en ella, descifrando y descubriendo lo mucho que me había enseñado y que ahora poco a poco voy comprendiendo.
Al volver a recordar todo esto, contengo la imagen de sentimientos alegres y tristes de haber conocido a una mujer tan dulce y cariñosa. Después de todo, la agonía y pensamientos que tuve muchos días, su amistad y amor son las mejores cosas que tuve y es lo que siempre perdura.
El amor de tu adolescencia te enseña sin querer muchas cosas ligadas a la amistad, alegrías, sueños, expectativas, deseos, incertidumbre, miedo, dolor, llanto, amor y la soledad. Yo sólo era un pipiolo y ella una mujer experta, única en su clase. Se quedó con mis pensamientos, insomnios y desvelos. Desde ya hace mucho tiempo la recuerdo, con su piel blanca y suave como los pétalos de una rosa, sus ojos grandes irradiando vida pero al mismo tiempo melancolías, sus pequeñas manos, la sonrisa extensa, los labios delineados como toda mujer bella.
¿Esta historia es verdadera? ¿Realmente sucedió? ¿O solo es un cuento más, sacado de la imaginación de un joven escritor?
La ilusión del primer amor hace volar tu imaginación a tal punto de no saber si lo que te paso fue real o una realidad con mucha imaginación.
Un día me encontré con ella y me dijo: -Ya tengo una nueva pareja, el amor que te tuve está muerto, lo enterré donde nunca lo podrás encontrar- eso no es de todo cierto, ya que donde en realidad está enterrado nuestro amor es en mi corazón.