• capítulo ix

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Estoy bien

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Estoy bien. Sí, estoy bien, tanto que podría comenzar a hablar mientras intento enumerar todo lo que sé. Mañana, cuando despertemos y pensemos que todo estará bien, en realidad vamos a morir. O también puede ser que no, quizás sea esta vez sea solo mi turno y ya no vuelvan a verme. ¡Pero alguien se irá! Dos coches intentarán evitarse y uno de ellos, el nuestro, terminará volcándose. Y yo... yo...

Alzo la mirada. Estoy en el baño otra vez pero en esta oportunidad sí tengo un espejo y puedo ver mi propio reflejo. Me puedo preguntar si esto es real. Si no estoy soñando en este exacto instante, viendo mis ojos fijamente y notando que nada parece funcionar como debería. Porque, ¿para qué negarlo? Tengo miedo del futuro, del destino. Tengo miedo de lo que quiera escribir sobre mí, del dolor que quiera hacerme sufrir, de lo que sé que va a ocurrir. No puedo cambiarlo, nunca fui capaz ni siquiera de querer enfrentarlo, y ahora...

¿Por qué está sucediendo esto?

¿Por qué a mí?

Dejé mi móvil en mi mochila sobre la cómoda, o eso creo. Solo tengo que pasar rápido y nadie me verá. La familia Dixon se encuentra almorzando y desde donde estoy escucho la voz de la tía Katherine y algunos gritos de los niños pero aun así no quiero darle otra razón a Whitney para pensar que me comporto de esta manera por ellos. Se equivoca, sin embargo explicarle por qué no es una opción ahora. No hay razón alguna que pueda darle para justificarme. Me tomaría de loco. Nadie me creería. Y, cuando viajemos mañana, intentarán tranquilizarme diciendo que nada va a ocurrir.

Pero cuando pase, cuando todos mueran, no podré decirles que lo sabía. Que yo había advertido el accidente. ¿Y si ellos mueren? ¿Y si ahora es mi responsabilidad y no estoy viendo ninguna manera para salvarlos?

Ya no sé nada. Solo tengo que ir a la habitación y buscar mi jodido móvil para llamar a alguien. Quizás a Fletcher. Y decirle lo que sé para comprobar si se ve creíble. Bueno, ni en mis mejores sueños la verdad parece real pero si soy capaz de contárselo a alguien y esta persona puede creerme, entonces existe la pequeña posibilidad de que los Dixon confíen en mí e intenten evitarlo.

Solo tengo que hablar. Intentar. Comprobar. Hacer algo.

Con cautela abro la puerta del baño y salgo. Me dirijo, intentando no llamar la atención de ninguna manera, a la habitación, y una vez que estoy adentro soy capaz de soltar todo el aire. Sigo nervioso, muy nervioso y aterrado, pero ya estoy aquí, mi mochila sigue sobre la cómoda. Me acerco a ella y, alterado, busco mi móvil. Lo encuentro en uno de los bolsillos abiertos. Mientras estoy buscando el número de Fletcher Joel Elmer para llamarle me pregunto si es lo correcto. Pero en estas circunstancias es lo último que me importa, así que...

Un pitido. Luego otro. Y, al final, su voz.

—¿Archer?

—Voy a morir—sí, muy bien, así de normal. Pero ya no puedo detenerme a pensar en lo que digo—. Y antes de que cortes pensando que perdí mis tornillos, déjame explicártelo. Mañana a las tres de la tarde vamos a volver a casa pero jamás llegaremos. El papá de Whitney odia viajar con lluvia y el día va a parecer soleado pero luego van a llegar las nubes y la tormenta y la visión se va a dificultar, y no vamos a ver y vamos a intentar ir más rápido pensando que nadie viene, pero alguien viene. Alguien siempre viene pero nosotros no lo vemos. ¿Entiendes? ¡Y chocamos! ¡Y comenzamos a dar vueltas y yo no entiendo qué ocurre y...! Luego solo tengo el cadáver de mi amiga en frente. Y luego tú, tú me visitarás en el hospital. Y como todos vas a pedirme que, por favor, despierte, y no vas a entender nada ni vas a poder creer que te escucho pero si lo hice, Fletcher. Siempre te he escuchado.

El día del accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora