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Daphne tuvo que marcharse pronto porque tenía que recoger a su madre del centro comercial, se había quedado sin gasolina y ahora no tenía forma de volver a casa. Te preguntarás: ¿Por qué no llama a un taxi o a un Uber? La respuesta es sencilla: no soporta a los desconocidos. Cuando Daphne me presentó a sus padres, un día que fuimos a estudiar antes de que ella se independizara, su madre me miró con mala cara durante todo el día... No fue hasta semanas después, gracias a estar yendo a su casa casi a diario, cuando empezó a cogerme cariño.

Mientras esperaba a que Aiden terminara su turno, cogí mi móvil y empecé a ojear mis redes sociales para hacer tiempo. Revisé primero Instagram, después Twitter.

—¿Te estoy haciendo esperar demasiado?

Alcé la mirada y me encontré con los ojos verdes de Aiden.

—No. No te preocupes. ¿Te queda mucho?

—Acabo de terminar. Recojo mis cosas y salgo.

—Te espero aquí.

Poco después apareció con una cazadora vaquera por la puerta que había detrás de la barra, más tarde descubrí que dentro había una pequeña cocina. Saludó a la compañera que iba a sustituirlo con un breve asentimiento de cabeza mientras avanzaba hacia mí.

—¿Dos cervezas?

—Sí.

Asintió y se acercó a la barra.

Había perdido la cuenta de la de cervezas que había tomado con Daphne, incluso podía notar el alcohol mezclándose con mi torrente sanguíneo y afectar a mi vista levemente y a mi forma de percibir las cosas. Hasta la más mínima tontería ahora parecía lo más gracioso del mundo. «Maldita Daphne y maldita sea la cerveza más rica del mundo...», pensé mientras respondía al mensaje de mis abuelos que me habían preguntado cómo estaba.

—Bien —respondí en voz alta.

—Bien ¿qué? —preguntó Aiden mientras se sentaba a mi lado, cosa que me sorprendió, pues yo esperaba que se sentara frente a mí.

—Nada —moví la cabeza—. Escribía un mensaje a mis abuelos.

Guardé el teléfono en mi bolsillo.

—¿Tienes una buena relación con ellos?

—Bueno, prácticamente me han criado así que yo diría que sí.

Me miró mientras tomaba un trago, indicándome que siguiera.

—Mis padres fallecieron en un accidente de moto. Yo tenía doce años. Desde entonces he vivido con mis abuelos. Hace poco me he independizado y todas las noches me llaman o escriben para saber cómo estoy.

—Siento lo de tus padres...

—Pasó hace mucho. Ya está superado. ¿Tú tienes padres?

Aiden alzó las cejas y adoptó una expresión de sorpresa, no esperaba esa pregunta.

—Lo siento —me apresuré a decir—. Normalmente tengo un filtro en la lengua para saber qué decir y cómo decirlo, pero la culpa de que haya preguntado eso la tiene la maldita mejor cerveza del mundo.

Alcé la cerveza y tomé un trago.

—¿Sabes?, no esperaba que me fuera a tomar tantas esta noche. Si no fuera por ti, seguramente ya me habría ido hace mucho a estudiar. No me malinterpretes, soy un chico sociable y esas cosas, pero ahora mismo estoy única y exclusivamente centrado en mi carrera... Ya basta de hablar de mí. Háblame de ti.

Él también tomó un trago antes de hablar.

—Contestando a tu pregunta, sí, tengo padres, pero hace mucho que no los veo porque ellos viven en Francia. Mi padre consiguió un trabajo allí y se marcharon, yo me quedé con mi tío porque había conseguido una beca para estudiar psicología en la universidad de Stray's.

Los giros del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora